Monday, December 18, 2006

El reverso de la crítica

Mucha gente del entorno operístico de México me ha preguntado sobre lo ocurrido en la tercera sesión del ciclo de paneles Criticando a los críticos, que organizó Pro Ópera A.C. durante el pasado mes de noviembre. En particular, se me formulan preguntas respecto a lo dicho por el célebre y autodenominado operópata Manuel Yrízar durante su participación en el segundo panel -y de lo cual en mi anterior post preferí no hablar hasta que no quedaran las consecuencias en claro- y sobre todo de las reacciones que sus palabras provocaron, días después, en los funcionarios culturales Sergio Vela y Gerardo Kleinburg, una vez enterados de lo pronunciado por el también productor televisivo.

Sentí un gusto innegable porque fueron numerosas las personas que buscaron dicha información, o que me inquirieron sobre ella, a través de este blog escribicionista. El gusto viene, por supuesto, de que este espacio tenga lectores habituales. Eso me late, sin duda. Gracias a ellos. De nada. Igual ofrezco disculpas ya que hasta hoy, ya con esa ambivalente sensación de que concluye el año: y con los espacios de agenda que ello en general supone, tuve el tiempo necesario para postear algo.

Será pues un recuento del caso Yrízar, que igual sirve para puntualizar lo que realmente ocurrió, ya que no desconozco que mucho se ha rumorado al respecto, casi en todo caso sin la precisión y exactitud que la verdad conjuga, ya que mucha gente, aunque se enteró de algún modo, lejos estuvo de la sede de los paneles. De hecho me han contado algunas versiones piratas que son pura ficción de anecdotario. Va pues, paso a paso, esta historia a través de un ejercicio periódistico puntual, con los hechos y documentos reales, que a decir verdad, todos, siempre fueron completamente públicos. No revelo nada, sólo informo lo acontecido. Que conste.

"Aparte de lo que pueda pensarse, esa fealdad es la verdad".

A salto de mata, Paul Auster


UNO: Primero las palabras pronunciadas por Manuel Yrízar durante su participación en el segundo panel El crítico y su entorno, del ciclo Criticando a los críticos. Fecha: 14 de noviembre de 2006. Lugar: Club de Industriales del Hotel JW Marriot, ciudad de México. Yrízar comienza su dicho aludiendo el ensayo escrito y leído unos momentos antes por el autor material de estas líneas (que por cierto puede consultarse en el anterior post). Va, textual:

"Yo quiero lanzar una piedra a todos los presentes, porque prácticamente después de esta perorata un poco o un mucho erudita, llena de nombres, de citas, de párrafos bien pergeñados, pienso yo que definitivamente el entorno en el cual nos desenvolvemos no es este erudito párrafo bien escrito, sino es llanamente, como decía un locutor del futbol al que yo admiraba mucho porque era un filósofo, decía: Para que haya guisado de liebre, lo primero que necesitamos es la liebre. Y parece ser que esta afirmación de Perogrullo es muy importante hacerla notar puesto que habemos más fanáticos de la ópera, más villamelones y más críticos que ópera hay en México.

"Y el entorno en que nos desenvolvemos es de una pobreza tal, es de tal grado de pauperrimidad, si esta palabra existiera, que este tipo de eventos es verdaderamente risorio, risible y carcajeante.

"Todos los que estamos aquí, verdaderamente no tenemos ni siquiera la mínima idea de cómo se ha venido la ópera en desliz hasta llegar a un grado verdaderamente de casi casi desaparición del género...

"…En este ayuno de ópera, quisiera uno que la hubiera, no hay amor, estamos desamorosamente desenamorados, estamos huérfanos, estamos tristes, ¿y por qué no la hay? Simple y sencillamente porque a nadie le importa y a quien debiera de importarle, que no son otros sino se supone que aquellos que les pagan para hacer esto, como son las autoridades del Instituto Nacional de Bellas Artes, no hacen ópera y esto viene desde Gerardo Kleinburg y Sergio Vela, que dieron en la madre a todo lo que es ópera.

"Y lo digo con todas sus letras, y doy sus nombres. No es algo que sea totalmente falto de comprobar… Antes de ellos, había temporadas de ópera, había cantantes y cuando ellos llegan dicen: Vamos a terminar con todos estos cantantes que ahora están actualmente, borrón y cuenta nueva, se van a la Chingada todos, y los vamos a impedir que entren a Bellas Artes, que así lo hicieron y entonces empezaron a hacer lo que ellos decían ópera de calidad, entre comillas, que no fue sino reducir los títulos a cinco anuales con funciones reducidas y de ahí, eso sí, lo mejor para nosotros: a establecer sus propias compañías de contratación de cantantes y ofrecerles un contrato: te voy a pagar 100 pesos, me quedo con 80 y te pago 20, y me lo han dicho los propios cantantes.

"Entonces no solamente fue acabar con la ópera, sino corromperla.

"Y estamos ahora, después del decenio trágico de Kleinburg-Vela, estamos ahora con el sexenio que no viene sino a recoger aquello que dejaron esos funcionarios y nos han dado ahora atole con el dedo: cinco títulos anuales cada vez, ópera a crédito: cante ahora, pague después, títulos malos, mal cantados, mal diseñados, escenografías podridas que las sacan de la única bodega que se salvó. Platicaba yo en el ensayo de El murciélago con aquel que estaba encargado de las bodegas: Esta escenografía de Traviata que ahora están usando para El murciélago, se salvó porque estaba en la bodega número cinco y se quemaron nomás la uno, la dos y la tres. Parece ser que se quemaron cuando se iba a hacer una auditoria a los susodichos compañeros que hicieron un negocio de la ópera, pero un negocio personal, ¿y qué fue lo que pasó? Se incendió todo, no quedó nada más que cenizas.

"Eso vengo yo aquí a decirlo para que se enteren de lo que pasa realmente. Yo he estado metido en la ópera desde 1980 y conozco perfectamente el medio y conozco a los cantantes, conozco a los productores, conozco a los directores, conozco a todo mundo y sé perfectamente lo que estoy diciendo.

"Entonces la crítica debiera ser ahí donde debiera hacer hincapié: la crítica es ¿por qué en un país donde tenemos tan maravillosos cantantes, tenemos autoridades tan podridas, tan corruptas y tan jijas de la Chingada. Nada más eso".


DOS: Enterado de lo dicho por Yrízar, días después, el 16 de noviembre, Sergio Vela, entonces director general de Música de la UNAM, hoy actual director del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, emplaza telefónicamente a Manuel Yrízar para que desdiga sus palabras y se retracte de ellas en público, haciéndole saber su intención de actuar judicialmente en su contra.

Un día más tarde, Vela dirige un correo electrónico a directivos de Pro Ópera, con copia a Yrízar, a su amigo Gerardo Kleinburg también aludido por Yrízar y director de Literatura de la UNAM, y a su amiga e informante Renée Gunidi, haciendo saber que al iniciar el siguiente panel del ciclo Criticando a los críticos, programado para el día 21 de noviembre, estará presente, acompañado por Kleinburg, para hacer pública su reacción y defender su buen nombre. El correo enviado por Vela, como se podrá leer a continuación, lleva explícita la petición de que se retransmita a todo el público del ciclo de charlas a fin de que esté enterado de su reacción. Aquí el contenido del correo de Vela:

"Asunto: Emplazamiento a Yrízar

"Importancia: Alta

"El día de ayer, por conducto de mi amiga Renée Guindi, recibí la noticia de que Manuel Yrízar, en una charla organizada por Pro Ópera y celebrada el martes 14 de noviembre en el Club de Industriales, formuló juicios categóricos en contra de mi persona, que implican un cuestionamiento a mi honradez, rectitud y probidad.

"Por este conducto les informo que el próximo martes 21 de noviembre, a las 19 horas, me presentaré en el Club de Industriales ante la concurrencia a la que Yrízar se dirigió hace algunos días, pues me resulta impostergable la defensa de mi buen nombre.

Telefónicamente, he emplazado a Yrízar para que acuda, con un mínimo de hombría, a sostener ante mí su dicho, o para retractarse de él ante los demás, disculpándose por la ofensa que me ha hecho. Confío en que el acusador de marras tenga respeto por la verdad y, consecuentemente, que pruebe de frente lo que ha afirmado, o que retire de plano, también en persona, las graves imputaciones que anteriormente hizo en mi contra.

"Les ruego que el contenido íntegro de este correo sea retransmitido a quienes acudieron a la charla del pasado martes, a fin de que estén avisados de mi reacción. Asimismo, les comento que a la sesión del próximo martes acudiré en Compañía de mi amigo fraternal Gerardo Kleinburg, agraviado como yo por las palabras de Yrízar.

"Con toda claridad destaco que la materia de mi pleito con Yrízar no es, en forma alguna, la opinión que él pudiera tener de mi trabajo artístico, sino tan sólo su atrevimiento al afirmar que en mi desempeño profesional he actuado con deshonestidad, corrupción o motivado por intereses personales de dudosa legitimidad.

"Por último, aclaro que me reservo el derecho de actuar judicialmente en contra de Manuel Yrízar por sus dichos. Atentamente les pido confirmar la recepción de este correo. Gracias de antemano, y hasta el próximo martes 21.

"Sergio Vela"

TRES: Viernes 17 de noviembre: Manuel Yrízar responde el correo electrónico de Sergio Vela, con copia a los destinatarios ya mencionados. Lo posteo, sin más:

"Querido Sergio:

"Amigos de PRO ÓPERA:

"Por supuesto que acudiré al `Club de Industriales´. De cualquier manera pensaba hacerlo para concluir con el ciclo `CRITICANDO A LOS CRÍTICOS´.

"Siento mucho que el Lic. Sergio Vela. haya tomado tan a pecho las opiniones que omití -sin el suficiente cuidado y sin la mesura que quizás el caso ameritaba- al referirme a la situación prevaleciente en la actualidad en la ópera nacional. A veces mi carácter apasionado y grandilocuente, muy operático tal vez, me hace aparecer como un francotirador furibundo. No lo soy tanto. Lo que dije fue que a partir de la llegada de la nueva administración de la ópera en el ya lejano 1990 cuando llegaron a Bellas Artes Sergio Vela y Gerardo Kleinburg, coincidió con que el número de títulos y funciones al que estábamos acostumbrados decayó totalmente, se redujo drásticamente. La apuesta a mayor calidad aunque menor cantidad, a mi juicio, no funcionó. Funciones buenas, las menos, regulares y malas, se sucedieron como siempre. Pero la falta de trabajo prevalece hasta la fecha. Es triste.

"Sergio Vela tuvo un paso breve y muy efímero en el cargo pues muy pronto fue nombrado como director del Festival Internacional Cervantino. En su lugar quedó Gerardo Kleinburg quien permaneció diez años en el puesto. Es quien a mi entender durante esos dos sexenios vio cómo nuestra ópera nacional sufría todas las crisis que padecemos hasta ahora. Por eso hable del `Decenio Trágico´-lo reconozco- no sin mala leche. Muchísimos cantantes y músicos me han hablado muy mal de Kleinburg incluidos asuntos de malos manejos, malos tratos, contratos sospechosos por decir lo mínimo, que me llevaron a decir lo que dije.

"Por ética profesional me reservo los nombres de mis fuentes informantes todos ellos dignos de mi respeto y confianza. Por temor a represalias muchos de ellos no sostendrán sus dichos en público que me hicieron en privado. Yo mismo fui objeto del mal trato de Kleinburg y lo he hecho público sin recibir respuesta ni disculpa ninguna. Todo lo que digo en ese sentido tiene una razón de ser. Lo que si reconozco es que nada de ello puede ser probado sin que mediara para ello una larga y dificultosa investigación que a la fecha cada vez sería más difícil hacerla. Mi imprudencia fue haberla hecha pública sin razonar lo suficiente en ello y sin tener como se dice `los pelos de la burra en la mano´. De ello sí me reconozco culpable. Y estoy dispuesto a actuar en consecuencia de mis actos.

"En el fondo creo coincidir con Sergio Vela en que pudieran mis palabras causarle perjuicio. Nunca puse en duda su buen nombre. Es más, hable que siempre he estado pendiente y cercano a sus trabajos tanto artísticos como administrativos y siempre dado a conocer de manera pública como privada mis afinidades y mis diferencias al mismo. Ahí constan todas las notas que he escrito y publicado durante muchos años.

"quisiera de ninguna manera que mis dichos apresurados y tal vez agrandados por sus informantes le causen ningún perjuicio o molestia. Estoy dispuesto a aclarar con el públicamente lo concerniente. Mi mejor disposición para ello.

"Manuel Yrízar".

CUATRO: 21 de noviembre, tenso preámbulo del tercer panel, El reverso de la crítica, del ciclo Criticando a los críticos. El moderador de los paneles, Charles Oppenheim, explica al público presente cuál es la situación y cede la palabra a Gerardo Kleinburg, quien da lectura a la carta que a continuación transcribo:

"Ciudad de México, a 20 de noviembre de 2006.

"Sr. Manuel Yrízar
"Presente.

"Manuel:

"El propósito de esta carta es, antes que otra cosa, agradecerte de manera puntual y sincera tu correo electrónico enviado el pasado día 17 de noviembre. Gracias a dicho documento, mis abogados pueden estar en aptitud de sustentar debidamente una demanda civil por daño moral y una denuncia penal en tu contra por difamación y calumnia. Gracias, de veras.

"Igualmente me permito informarte que he hecho llegar tu correo electrónico a las siguientes agencias internacionales de cantantes de ópera y directores concertadores:" (aquí va el nombre de diez agencias que la claridad insuficiente de ese fragmento de mi grabación me hace preferir no citarlas para así evitar cualquier posible inexactitud).

"Dado que dichas empresas fueron las agencias a las que más recurrí para la contratación de artistas internacionales, tus acusaciones directamente implican a su personal. Hasta el momento de escribir esta misiva, cinco de ellas, vía sus áreas jurídicas, han dado respuesta a mi comunicado y han expresado su indignación y su decisión de sumarse a mi demanda. No tengo duda alguna de que las demás lo harán también.

"La demora en mi respuesta a tus calumnias y a tu difamación obedecían simplemente al hecho de que no contaba más que con referencias indirectas o, acaso, doblemente indirectas de tu dicho, y a que no había realizado los cálculos pertinentes para determinar la suma que te demandaré por concepto de daños y perjuicios morales y profesionales. Ahora me has dado las herramientas necesarias para proceder legalmente y nuevamente lo agradezco.

"Mencionabas en tu correo electrónico que tus acusaciones eran difíciles de probar: pues a trabajar, Manuel, porque esta imprudencia, de la que también hablas, podría convertirse en uno de los más lamentables errores de tu vida. No tengo que recordarte que las penas por los delitos que has cometido son tanto económicas, cuanto corporales.

"Al igual que Sergio Vela, estoy aquí no para defenderme, no para discutir ni para darte explicación alguna, sino únicamente para leer tu correo, si es que nos permiten hacerlo, así como mi respuesta; y para darte mi inmerecida oportunidad de retractarte y disculparte en público. De lo contrario, empeño públicamente mi palabra en cumplir puntual y cabalmente lo anunciado en esta comunicación.

"Gerardo Kleinburg"

CINCO: Charles Oppenheim cede la palabra a Sergio Vela, quien igual da lectura a una carta, no sin antes agradecer al consejo directivo de Pro Ópera por los minutos que usará de la sesión originalmente programada:

"Señoras y señores:

"La semana pasada, en el Club de Industriales y dentro de un ciclo de charlas organizado por la asociación Pro Ópera, Manuel Yrízar hizo declaraciones en las que puso en entredicho mi buen nombre.

"En consecuencia, emplacé a Yrízar para esta fecha con el propósito de que sustente su dicho con pruebas suficientes o, en su caso, que se retracte de manera inequívoca de las afirmaciones comprometedoras que formuló en torno a mi persona. En este último caso, además, espero que ruegue públicamente que le disculpe por su atrevimiento y que me brinde, en fin, la debida satisfacción correspondiente a la ofensa.

"Aclaro que no reconozco en Manuel Yrízar un interlocutor, de tal suerte que evitaré polemizar o dialogar con él.

"Entre los principios generales del Derecho, que son premisas de índole de lógica y ética de validez incontestable, destaca el que indica que el que afirma está obligado a probar. Dicho de otra forma, Yrízar debe probar lo que afirmó en mi contra o habrá de atenerse a consecuencias jurídicas de gravedad mayúscula para él.

"Tras mi emplazamiento, Yrízar escribió y envió, el viernes 17 de noviembre, un mensaje electrónico, pletórico de defectos, en el que adujo que en sus afirmaciones hubo descuido, apasionamiento, grandilocuencia, desmesura, mala leche, temor, imprudencia, culpabilidad e imposibilidad de sustentación.

"Reitero que las opiniones de Yrízar sobre mis trabajos escénicos me son del todo irrelevantes e inocuas. En cambio, no estoy dispuesto a conceder al individuo que me ha agraviado ni mi silencio frente a la ofensa, ni mi argumentación para contrarrestar sus mentiras.

"Tampoco me basta que disfrace sus calumnias de irreflexión momentánea por un temperamento dizque operático, cuyos alcances nadie podría precisar. Su conducta ha sido despreciable y por ello exijo, tan sólo, que Yrízar pruebe aquí y ahora la sustancia de este pleito o, como ya dije, que se desdiga y que pida mi disculpa.

"Antes de concluir, destaco mi solidaridad irrestricta a don Gerardo Kleinburg, cuya causa me concierne tanto en lo profesional, cuanto en lo personal. Y sepa Yrízar que al injuriar a mi amigo fraternal, me insulta sin remedio.

"Concedo cinco minutos a Manuel Yrízar para darme satisfacción pública.

"Por supuesto, me reservo el derecho de actuar contra Yrízar por la vía jurisdiccional civil y penal.

"Muchas gracias por haberme escuchado".

SEIS: CAPÍTULO FINAL: Charles Oppenheim da la palabra a Manuel Yrízar, quien es breve ante el micrófono:

"Señores:

"Muy buenas noches. A todos les agradezco el que estén presentes en este lugar, y quisiera decir que no cuento con ninguna prueba para acusar ni a Gerardo Kleinburg ni a Sergio Vela. Lo que expresé no tiene ningún sustento y todo lo que dije no puedo probarlo, por lo cual me disculpo con ellos, que es lo que ellos quieren, y reconozco que actué de una mala manera, puesto que no contaba yo con las pruebas necesarias para hacer afirmaciones como las que hice.

"Entonces sí creo yo que fue de alguna manera una irresponsabilidad de mi parte, pero por eso expreso y manifiesto que estoy en la mejor disposición de rectificar lo que dije y de dar a ambos funcionarios una pública disculpa por lo que proferí.

"Eso es todo lo que puedo decir".

Y, en efecto, ¿se puede decir algo más?

José Noé Mercado

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Friday, November 17, 2006

Criticando a los críticos 2

Foto: Ana Lourdes Herrera

El martes 14 celebramos el segundo panel del ciclo Criticando a los críticos, que organiza Pro Ópera A.C. en el Club de Industriales. Esta vez el tema fue el Crítico y su entorno. Participé con Lázaro Azar, Raúl Díaz, Luis Gutiérrez Ruvalcaba y Manuel Yrízar, y Charles Oppenheim fue el moderador.

Por lo demás, y sin que esto sea una reseña, diré que de lo dicho por mis colegas me llamó la atención lo siguiente: Luis Gutiérrez Ruvalcaba hizo notar que la crítica es mucho más que un género periodístico. Estoy de acuerdo. Totalmente. Y puso a la misma ópera, a las obras de Gluck y las de Wagner y las de Strauss, como ejemplo de obras que critican diversos elementos, estilos, costumbres, etcétera, dentro de la misma historia operística. Raúl Díaz afirmó, entre otras cosas, que en los medios de comunicación masiva toleran, sólo eso, al crítico de ópera, ya que en general ningún medio escrito, radiofónico o televisivo, tiene entre sus filas a un crítico especializado en el llamado espectáculo sin límtes. Claro que hay honrosas -y no tan honrosas- excepciones (aunque lo que está entre guiones no lo dice Díaz, sino yo). De Lázaro Azar me quedó lo importante que resulta en ocasiones jalar en público las orejas a los artistas, directivos y hasta editores cuando la situación lo amerita en beneficio del arte que se critica y del público que lo presencia. De lo que dijo Manuel Yrízar mejor no hablar. Por el momento.

Yo escribí y leí un ensayo que fue una auténtica provocación, más que nada por lo extenso (a juicio de algunos asistentes al panel que así me lo señalaron: en ese sentido me llevé mi jalón de orejas: entre críticos me vea). Aunque no podía ser de otro modo. Si no se exponen algunos aspectos sobre la crítica de ópera en un panel especial sobre la crítica de ópera, ante críticos de ópera y frente a aficionados operísticos, ¿entonces dónde? Y además qué tanto son cuatro cuartillas y media, sino diez minutos.

Bueno, ya. Posteo mi ensayo, que a otros pareció interesante. E incitador a su lectura y reflexión. No sé. Tal vez. Pudiera ser. Aquí va, en todo caso:

El crítico y su entorno
Por José Noé Mercado


Nadie se sorprenda si afirmo que la crítica de cualquier arte es mucho menos, pero también mucho más, de lo que la gente supone de común.

¿Sugiero entonces que el crítico y su ejercicio profesional es visto, y así malentendido, con cierto grado de mitificación?

Sí: justo eso es lo que quiero decir. Montados en definiciones de diccionario y conceptos idealistas y estéticos que poco nos dicen fuera de la teoría, no llegaremos muy lejos en el camino para comprender el ejercicio diario de la crítica, el real, que ni siempre es ejercido por petulantes escultores de verdades absolutas, ni siempre es abordado por artistas frustrados en el arte que critican.

La crítica (sea periodística o académica) es el género subjetivo por excelencia, es decir, uno que siempre estará condicionado por el sujeto que lo escribe y su mirada particular del mundo.

Se me ocurre suponer que llegados a este punto ya se habrán dado cuenta de que hablo del crítico y su entorno precisamente desde mi propia subjetividad. Nunca está demás advertirlo, sobre todo si consideran que así es como me permitiré esbozar algunas inquietudes sobre esta herramienta del pensamiento que es el ejercicio de la crítica de música y de ópera. De todo arte:

La crítica, ante todo, es un instrumento cultural elaborado desde su misma época. Así puede entenderse porqué no existen, ni existirán, los juicios definitivos en gustos, técnicas, o estructuras en la obra o interpretación que se valora. En ocasiones, sólo a través del tiempo se sabe si perdura aquello que lo merece. Pero a veces ni siquiera lo que merece permanecer se salva de las fauces del tiempo.

Y es justo esta contemporaneidad a la que está ceñida toda crítica, la que me hace plantear que la mirada del crítico siempre debe ser fresca, nueva, inquieta, joven, si es que quiere aportar algo al arte que critica.

Porque aquí entre nos: hoy hacer una crítica de Mozart o Verdi o Janacek, o Corelli o Callas o Björling, de todos los artistas del pasado, es una labor muy sencilla y en buena medida carece del riesgo y valor inherente que implica lanzar al mundo una buena crítica. ¿Pero qué decimos hoy del quehacer artístico que nos toca presenciar, de las obras y las interpretaciones, de los contenidos, de los fondos y las formas del arte lírico contemporáneo? Ése es el verdadero campo de acción de un crítico de ópera vivo. Ningún otro. ¿Pero la crítica de ópera es un género actualizado o abrazó una tradición que se hace vieja y así ella misma se volvió decadente? ¿Nos asumimos críticos o nos disfrazamos de villamelones o cronistas que opinan para enredarnos y enredar el entorno y eludir las responsabilidades de nuestros juicios? Estas preguntas me las hago yo mismo, pero desde luego quiero compartirlas con ustedes, porque quizá juntos lleguemos a respuestas más satisfactorias de las que tengo en este momento.

Y ya que hablo de juicios, ¿cómo puede ser válido un juicio, una opinión, o lo que es lo mismo: cómo no caer en el juego de que toda opinión y juicio es respetable y tiene validez, en plena posmodernidad, un tiempo y espacio ambiguo y relativo en el que según los teóricos los seres humanos dejamos de creer: en ideologías, en instituciones, en valores tradicionales, en nosotros mismos y hasta en los propios escépticos? (como se habrán podido dar cuenta la semana pasada, si ahora salimos con conceptos tan hermosos cuanto cursis como la belleza y la bondad o lo sublime, lo más probable es que la gente nos mire con cara de what?, entre otras razones porque las referencias filosóficas que nos han legado Kant, Schopenhauer, Nietzsche y algunos otros apóstoles de la estética moderna, es decir: vieja, hoy difícilmente son algo más que poesía y los poetas, como enseña Zaratustra, siempre mienten).

Así, en medio de semejante hoyo negro de incredulidad, en el que por otra parte todo se puede creer, desde el célebre Credo de Wagner (¿recuerdan eso de “Creo en Dios en Mozart y en Beethoven”?), hasta las esotéricas ayudas de Madame Sasú, no puedo más que ser posmoderno y salirles con una serie de creencias particulares:

Uno: Creo que la crítica es, como dijera Tomas Sterns Eliot, una actividad instintiva de la mente civilizada. Puede ser entonces un instrumento cultural, una herramienta del pensamiento, aunque eso no lo crea Eliot, sino yo.

Dos: Que podemos creer en la crítica como un género de opinión, que vale más o menos, de acuerdo a su argumentación formal, lógica y profesional, que lanza un juicio de valor de acuerdo al conocimiento, intuición y perspectiva de quien la escribe respecto de aquel arte del que escribe (porque hay que decirlo: toda crítica que aspire a ser tomada en serio debe sentarse por escrito).

Tres: Creo igual que la crítica puede ser escrita por un periodista, por un escritor literario o poeta, o bien por alguna persona que tenga la formación artística que valora, pero en todo caso debe partir de un interés particular por el objeto o sujeto que critica. Un crítico auténtico es en esencia un fan de aquello que critica. Un fan es genuinamente entusiasta en sus motivaciones: él mejor que nadie sabe cuando una obra, un intérprete, un director, le convence con su trabajo artístico y cuando no. Y sobre todo, sabe o intuye porqué. A un fan de adeveras, en el fondo, nunca se le puede engañar.

Cuatro: La crítica, he dicho, es un género de opinión que debe ser argumentada. Es también un género persuasivo y de autor. Creo que la personalidad y el estilo del crítico debe manifestarse en la crítica. Ese punto personal, esa mirada particular del autor de la crítica respecto a lo que critica, al arte en general, a la vida, es lo que proyecta una crítica, crítica que por lo demás puede ser un libro entero o bien algunos cuantos caracteres. No una verdad irrefutable, sino una perspectiva, entre más sólida y conocedora mejor, es lo que sin dogmatismos debe argumentarse. Todo elemento del quehacer cultural es un ingrediente para la argumentación: los libros, los estudios académicos, la discografía, los medios de comunicación masiva, los viajes y un largo etcétera, entre ellos. Depende de cada crítico su uso y abuso, de su mayor o menor arte, para fundamentar sus opiniones y así persuadir a sus lectores de su mirada, de su juicio, de su interpretación de la realidad.

Cinco: Creo que la crítica que se publica en cualquier medio formal, o no tan formal: pero casi, confiere al crítico un coto de poder a fin de cuentas, y por ello lo escrito debe ser honesto, con lineamientos éticos definidos y al mismo tiempo insobornable. Aunque toda crítica surge de la subjetividad, al momento de ser plasmada debe ser completamente objetiva. O lo que es lo mismo: el juicio es subjetivo, las motivaciones profesionales y éticas, la honestidad, eso sí que es pura objetividad. El crítico puede equivocarse, puede apostar por aquello que quizá no haya valido la pena, aunque eso sólo con el tiempo se sabrá, puede pasar por alto algún detalle, puede incluso ser un tanto empecinado al momento de fundamentar lo que escribe y aún así no ser deshonesto, sino seguir siendo íntegro, pero lo que no puede ser es un mentiroso, ni un vendido.

Cinco: La crítica no consiste en acuchillar a un intérprete o una obra. No se trata, creo, de ninguna crucifixión (con x), y menos de una crucificción (con doble c). Es decir, no creo en los sicarios de la crítica que descuartizan a los que consideran sus enemigos, ni tampoco en los laudatorios críticos que escriben para granjearse los favores de sus amigos, que en el peor de los casos ni siquiera lo son.

Seis: La experiencia, en ocasiones, sirve para seguir ejerciendo la crítica. Pero no creo, no creo y es más: no estoy convencido de que el paso de los años en sí mismo le dé las herramientas a un crítico para afinar la puntería de sus opiniones. De hecho, considero que los críticos o sus miradas pueden tener una fecha de caducidad, si como ha dicho el periodista, escritor, ex crítico y hoy cineasta, Alberto Fuguet “el crítico opta por dejar de ser un creador y se conforma, ya desde la paz interior o desde la frustración y la mala leche”. En ese caso, recuerdo que decía Fuguet, los críticos deberían ser como los Niños Cantores de Viena: a determinada edad deben retirarse. Cabe aclarar que no hablo de una edad fisiológica, sino de una de perspectiva de entendimiento del acontecer artístico que se avejenta, que se arrancia y se atrofia, y vicia lo que de ella emana.

Siete: Creo que la crítica sirve o no sirve para algo, dependiendo de los horizontes intelectuales de quien la lee. No quiero ahondar en el valor y utilidad de una crítica, porque eso sería menospreciar las capacidades de mis lectores. Sólo quiero acotar, en todo caso, que como dijera Henry James “el crítico puede ser un cofrade del artista, un aliado, un intérprete, un hermano, pero lo es a la vez del público”. El crítico separa, desde su perspectiva, el trigo de la paja, como señala el periodista y teórico chileno José Ignacio Silva, y también se encarga de señalar los granos más selectos del granero y por qué éstos y no otros. Milan Kundera señala algo parecido al afirmar que la crítica identifica aquello que es arte y desenmascara lo que es sólo kitsch, es decir, gato por liebre. La crítica es necesaria dice Kundera, porque si todo en la vida fuera una obra de arte, y no necesitara del crítico para emitir un juicio al respecto, entonces para qué las obras de arte.

Ocho: La crítica, creo, tiene una dignidad propia y no debe conformarse con sólo ser una actividad subvencionada y accesoria del arte que critica, como al parecer se señaló aquí mismo la semana pasada, al menos por omisión. La crítica tiene un valor independiente dentro de sí misma, ya que como dice Phillip Lopate, en la introducción del libro The critic, “la crítica… es una parte de las letras, tanto como la poesía y la crónica”. En todo caso, se me ocurre pensar, el crítico no es el perrillo faldero de lo que critica. Más bien, como igual observa José Ignacio Silva, “es el lazarillo entre todo el fárrago de libros, películas, programas de televisión, exposiciones, conciertos, discos, y demás subproductos de la industria cultural”, lazarillo pues “que llevará finalmente al lector hacia un lugar u otro, hacia una manifestación cultural específica y no a otra”.

Nueve: Creo que el crítico nunca debe olvidarse de que juzga el trabajo de otros, y que ello involucra la sensibilidad, la estima, la entrega y la personalidad del artista criticado. El artista en su obra, en su interpretación, muestra su fragilidad como ser humano y ello en sí mismo no es razón para ser tratado sin tacto, sin respeto e irresponsablemente por nadie y menos aún por un crítico que más que acribillarlo tiene la obligación de comprender lo que hace, cómo y porqué, para después explicarlo al público. No hablo de ser complacientes como crítico, sino de que es necesario comprender que la crítica ni es una hoguera, ni tampoco una AK-47. Quizá, como afirma el escritor argentino Ricardo Piglia, “la crítica es la forma moderna de la autobiografía”, es decir, en aquello que se juzga, el crítico sólo encuentra lo que es él mismo y lo que sabe y tiene.

Diez: La periodista Mónica Maristain en lo que sería la última entrevista hecha al considerado mejor escritor en lengua española de las últimas décadas, Roberto Bolaño, le preguntó si había derramado alguna lágrima por las múltiples críticas recibidas de sus enemigos.

Bolaño, genial e irónico siempre, respondió: “Muchísimas, cada vez que leo que alguien habla mal de mí me pongo a llorar, me arrastro por el suelo, me araño, dejo de escribir por tiempo indefinido, el apetito baja, fumo menos, hago deporte, salgo a caminar a orillas del mar, que, entre paréntesis, está a menos de treinta metros de mi casa, y les pregunto a las gaviotas, cuyos antepasados se comieron a los peces que se comieron a Ulises, ¿por qué yo, por qué yo, que ningún mal les he hecho?”.

Ésta respuesta, viniendo de un personaje que ha recibido críticas inmejorables y que al mismo tiempo ejerció la crítica inteligente dentro y fuera de su obra, porque su vida misma fue una obra marcada por la crítica, me parece la mejor forma de acercarse al ejercicio y resultado de la crítica. Es decir, aunque sea importante, en el fondo tampoco hay que tomársela tan a pecho, sin olvidar, eso sí, las palabras del también escritor Javier Cercas: “Si la crítica literaria se va al garete, la literatura la seguirá después”. Cercas habla de la literatura, pero yo creo que es aplicable a todo arte. Al operístico por ejemplo. Y para concluir, es posible reflexionar también una observación que sobre este particular dejó escrito en mi blog mi colega Lázaro Azar, y que me parece lejos de toda ociosidad dado nuestro panorama cultural en estos momentos: “¿Cercas”, preguntó Azar, “hablaba de garete o retrete?”.

Thursday, November 16, 2006

Aullido de cisne


Mario Santiago Papasquiaro (1953-1998) es un poeta importante que apenas comenzó a salir de la cladestinidad en la que lo sumergió el estatus literario oficial de México. Su obra empezó a reconocerse sólo a partir de su paradójica muerte, llegada en forma de autobús que lo atropelló en las calles que tanto recorrío y que en buena medida fueron su verdadero interior a lo largo de su vida.

José Alfredo Zendejas Pineda tomó el Mario Santiago Papasquiaro, básicamente al afirmar que José Alfredo sólo había uno y se apellidaba Jiménez. Fue el mejor amigo del gran Roberto Bolaño, con quien fundó (bueno, con Bolaño y algunos más) el movimiento infrarrealista que básicamente se oponía o satirizaba el establishment oficial de la poesía y el gobierno literario de la becas y ese tipo de lastres de las letras. En realidad, no los soportaban en México, llegó a afirmar el chileno Roberto Bolaño varios años después, quien igual contaba que uno de sus muchos enemigos, durante un segundo de inspiración, su único momento de inspiración, escribió y publicó algo así: "Que Bolaño se vaya a Santiago, y Santiago también".

Creo que si el talento de Bolaño en la prosa y el de Santiago en la poesía no hubiesen sido tan sólidos, hoy ni siquiera sabríamos de ellos. Los cotos del poder literario se los habrían tragado para siempre. ¿Y a cuántos no se tragaron, a cuántos no seguirán demoliendo en sus fauces?

Va un poema de Mario Santiago, Aullido de cisne, que me gusta mucho, entre otras razones porque fue el primero que leí de su obra.




AULLIDO DE CISNE
Atorado en los pasillos del Hotel Esfinge
El hombre es 1 ser temporal
& contingente / lanzado entre 2 nadas
Amarrado a su propia percepción
Floreado de azar entre luna & nalga
Cosido al garfio de su espíritu
& goteando cuerpo a lo largo & a lo ancho
de los infinitos campos de concentración
Cenit & Nadir
: tal es su signo :
/ la horca labrada en su molleja /
El gesto calcinado vomita aún fulgor
El hombre es 1 rey moral aunque astringente
Mariposa de Extranja
Murciélago que rompe el saco
que transporta su asfixiada concepción
Nació como de la gota el cielo
& como del hueso el axial dolor
Abismo de herradura entre montañas
Constelación-festín de hormigas rojas
Beso sin alas donde muere el río
El hombre es 1 ser celestial amuñonado
Sintaxis estrellada
Albedrío del corazón
/ que a tamtams se desboca & se detiene
subrayándole los párpados al vértigo
ahogando en semen al fantasma de toda explicación /
Ahora & siempre
El camino está hecho
: Convulsiónate :
Las leyes del Espacio se rematan
suicidado el tiempo que llagaba el destino del timón
Caló es vivir & acalambrarse es tocho
La luz se mete la verga a sí misma
bajo el puente ahíto del electroshock
La muerte es el fuego que revive
al cochambre en bruto de la cacerola
La muerte no es muerte
Su eterna cicatriz florea
Como voz de parto
O como voz / sencillamente /
Como flor de voz
Aquí el es Yo
Cogidos de ella la ratonera & el ratón
Hace 1 ratón *** farfulló el Génesis
La cantina de su buche goteaba lagartijas
bragueta abajo de su irreal banqueta
/ Las hipótesis se demuestran paladeándolas /
André Breton come caca
Se alimenta el ser del no ser
El pulpo & la culebra cogen estallando
-Cara al caos-
La mitología es real & chifla ahorita
1 ecuación la dejó plantada
De los días terrenales al apando
1 mandrágora trasnforma su veneno en aroma de mujer
:: deípara flagrante ::
La voluntad estelar alburea
Te sientas a masticarle el eco su película de siglos
/ filmada & sudada dentro del congal El don de la risa /
Ahora sí es marzo
-alto mes de la magia-
Eyacula la liebre en 1 libre
que chilla en las curvas / ardiendo de uñas a halo
¡Se encueró la esencia!
vocea el paletero
Mientras que 2 lóbulos flechan sus flujos
en el cráter mismo en que nace 1 esquina
Hoy / ayer & siempre
En el iris íntimo de todas las bestias
Que lamen a ciencia & conciencia el último tumor
del crepúsculo
Mato lo que digo
:: Aullido de Cisne ::

Friday, November 10, 2006

Amigos

Amigos



Supongo que hay amigos, y amigas, que decepcionan. Otros no. Para esas amistades de verdad, va lo siguiente:



"Los amigos son tan
pero tan espeluznantemente
bellos que yo les gritaría Bienvenidos gozoso: lleno de lágrimas
así vinieran del Infierno".
Robert Lowell

Wednesday, November 08, 2006

Criticando a los críticos, en Pro Ópera

Ayer martes 7, x la noche, en el Club de Industriales, en Polanco, inició un ciclo de tres paneles, uno a la semana, titulado de manera general "Criticando a los críticos" (de ópera, valga decir).

Todo esto es presentado x Pro Ópera AC, yo coordiné a los invitados, y Charles Oppenheim, editor de la revista PO, es el moderador de los paneles.

Anoche con el tema "El crítico y su formación", asistieron como panelistas Fernando Díez de Urdanivia, crítico de El Universal, José Alfredo Páramo de El Economista y Vladimiro Rivas Iturralde de Milenio. A juzgar por la reacción entusiasta y activa del público presente, las ponencias y discusiones, no exentas de polémica, sobre la materia formativa del crítico fueron lo que se dice exitosas.

Es grande la tentación de postear x aquí una reseña con mis impresiones personales sobre lo dicho y acontecido, pero no. Me la aguanto, pues yo participaré en el de la semana siguiente: "El crítico y su entorno", y no me late mucho ser juez y parte. Ya habrá una crónica detallada para las páginas de PO. Pero no la escribiré yo.

Lo que sí digo es que me llamó la atención que ningún artista de la ópera se apareció entre el público. Eso es revelador -fuera de que cierto: había una costo módico de recuperación para entrar o de que varios artistas me llamaron o escribieron para apoyar la idea como algo necesario en el contexto nacional: o mínimo defeño, pero haciéndome saber que x cuestiones de agenda no podrían asistir aunque lo desearon y eso sí: algunos me contactaron hoy para preguntarme cómo salió todo y qué se dijo-, entre otras cosas porque permite suponer mucho de lo que los artistas líricos piensan sobre los críticos, al menos de los que ejercemos en el ambiente musicoperístico mexicano, de cómo es esa relación y de que quizá, lo que sería digno de análisis, no reconocen en el ejercicio de la crítica un instrumento de análisis y pensamiento estrechamente ligado al arte de todos los tiempos.

¿O será que los artistas de la lírica nacional decidieron, como x cierto dijo x ahí un reconocido barítono, que asistir y hablar sobre la crítica en presencia de los críticos sería como escupir hacia arriba?

No lo sé de cierto. En todo caso, recordé una frase del escritor Javier Cercas (y también cómo no recordar de paso Soldados de Salamina, el libro y la peli) , tal vez extrema, pero que jala la atención, que incita a salir del letargo: "Si la crítica literaria se va al garete, la literatura la seguirá después".

Cercas se refiere a la crítica literaria, pero bien puede extenderse a cualquier otro arte. ¿O no?

Bueno: ya arrancó el ciclo, y eso es importante decirlo pues alguna conclusión saldrá de esta crítica sobre la crítica, que siempre está en posibilidad de servir como herramienta del pensamiento y de todo quehacer artístico. Cultural.

Posteo el planteamiento incial que Charles Oppenheim, como moderador, hizo para abrir los paneles y que comparte en exclusiva para el blog escribicionista. Gracias Cho.


Criticando a los críticos
(Introducción al ciclo por el moderador
de los paneles Charles Oppenheim)

Hoy más que nunca la vitalidad de la ópera —como expresión cultural y artística—, depende en gran medida de una crítica estimulante y bien informada.

Y me pregunto: los críticos de hoy, ¿están cumpliendo su responsabilidad crucial de despertar el interés y contribuir a la formación de los aficionados a este espectáculo sin límites? ¿Tenemos la crítica que merecemos?

Para aventurar alguna respuesta, primero hay que partir de cómo definimos “crítica”. Según mi Pequeño Larousse Ilustrado, "criticar" es un verbo que tiene varias acepciones:

Una acepción es: “censurar, vituperar (sinónimo de desaprobar)”.

Otra es: “Murmurar (sinónimo de desacreditar)”.

Pero la definición que mejor describe nuestro tema es: “Juzgar una cosa según las reglas del arte” (sinónimo de analizar, epilogar).

En esta acepción, el verbo “criticar” es una derivación de "criterio", que es la “regla para conocer la verdad. Juicio, discernimiento…”, y por lo tanto una "crítica" es el “arte de juzgar una obra literaria o artística”. Es también el “juicio emitido sobre ellas…”

El sustantivo "crítico", por ende, es “el que juzga las obras de arte o literarias…”

Pero, ¿el crítico nace o se hace? Como en toda actividad profesional, el crítico se hace, a través de su formación académica, ya sea a través del estudio de una carrera relacionada con los medios de comunicación, o bien en algún área específica del arte y la cultura. Aunque no siempre es así, pues a veces el perfil profesional de ciertos críticos ha sido una carrera científica o técnica.

Por eso, más allá de su formación profesional, lo que me interesa destacar es que el crítico ejerce su actividad en un medio de comunicación y, por lo tanto, la crítica ha devenido en un género periodístico; y por lo tanto, está relacionada con la generación de información noticiosa para la opinión pública.

Raúl Rivadeneira Prada —autor del manual de Periodismo que leí durante mis estudios en la Universidad Iberoamericana, hace casi 30 años— describe así la función de la crítica periodística:


“El primer elemento periodístico de la crítica es su nexo con el hecho noticiable o la noticia publicada. Al margen del elemento ‘noticia’ tendremos ensayos, crítica literaria, opinión científica, comentario erudito, etcétera, que aunque sean publicados en un periódico no constituirán objetos propiamente periodísticos. No todo lo que publican los diarios es periodístico.

“El segundo rasgo se desprende de la función orientadora del periodismo. La crítica trascendental fincará sus reales en los géneros informativo, de opinión y de entretenimiento. De lo dicho deducimos que el valor estético de los objetos criticables no es el único elemento de atención por parte de la crítica periodística, pero tampoco lo son las rigurosidades científicas, más propias de un tratado. Se debe tener en cuenta que la crítica periodística pretende orientar al lector principalmente y, accesoriamente, servirle de fuente de conocimiento erudito…

“De los mensajes periodísticos, el que más aproximación tiene con la educación es probablemente el de la crítica. Ambos son transmisores de experiencias y cultura. La crítica examina los fundamentos de nuestras convicciones y creencias, a la vez que elimina ciertas incertidumbres, orienta y reorienta nuestros conceptos sobre la verdad, bondad y belleza de las cosas.

“Entre ambas, crítica y educación, se desarrolla un ciclo permanente que podría resumirse así: a mayor información, mayor crítica; a mayor crítica, mayor cambio; a mayor cambio, mayor crítica.

“Con lo… anotado —concluye Rivadeneira—, tenemos que la crítica periodística tiene en sí un triple rol funcional: informar, orientar y educar…”

Pero voy más allá. ¿En qué consiste la crítica musical? En otro libro de texto, Introducción al periodismo, su autor, Fraser Bond, habla de “la música, llamada por mucho tiempo el lenguaje universal, que se conceptúa hoy en día como la experiencia artística universal. La radio, los discos y la televisión difunden por igual la mejor y la peor música… y las bandas y coros pueblerinos desempeñan un papel tan importante como las orquestas sinfónicas y las compañías de ópera al comunicar a sus comunidades (…) ‘la más conmovedora, sutilmente articulada, y ágilmente expresiva de todas las artes que el hombre ha creado’.

“Por razón de su universalidad, la gente en su mayoría conoce cuando menos algo de música; numerosas personas la han estudiado por años y muchos son aficionados y artistas profesionales de la música.

“Consecuentemente —afirma Bond—, el periodista que pretende hacer crónica musical necesita mayores antecedentes y preparación mucho más extensos y profundos que los cronistas de cualquier otro arte. Escribe para un público selecto, conocedor y musicalmente cultivado, y también para el lector ocasional.”

De modo que, ¿cuál debe ser la formación académica, profesional y artística del crítico de ópera? ¿Cómo se prepara para ejercer la crítica? ¿Es necesario o conveniente que el crítico de ópera sea también músico o cantante? ¿Cómo critican los críticos? ¿Qué criterios emplean para ejercer la crítica? ¿La crítica es o puede ser objetiva? Estas son preguntas que, esperamos, nuestros panelistas nos puedan ayudar a responder.

Por la transcripción: CHO

Thursday, October 26, 2006

Tata Vasco en Bellas Artes

Octubre. Casi se acaba el año lírico en BA. Aún queda El murciélago. Peor es nada, ¿cierto? Posteo de mientras mi reseña-crítica de Tata Vasco. Hay fotos exclusivas para el blog cortesía de la siempre generosa Ana Lourdes Herrera. Y las tres últimas imágenes me fueron facilitadas igual con generosidad tatavasquiana, en su faceta de fotógrafo, por Lázaro Azar. Gracias a Lu y a La por acordarse de este escribicionista.


Tata Vasco en Bellas Artes
Por José Noé Mercado



Poco importó que la obra Tata Vasco del compositor Miguel Bernal Jiménez (1910-1940) sea en realidad un drama sinfónico (si bien de drama no tiene mucho), pues la Compañía Nacional de Ópera igual la presentó como parte de su Temporada 2006, los pasados 22 y 24 de octubre, en el Teatro del Palacio de Bellas Artes.

Fuera del homenaje a rendir por el 50 aniversario luctuoso del músico michoacano (y del particular interés de un par de funcionarios del Instituto Nacional de Bellas Artes en que este drama en cinco cuadros fuera presentado), la decisión de la CNO de escenificar este título de Bernal Jiménez sería francamente cuestionable. En principio por la dieta de repertorio operístico fundamental que padecemos en México. Y, más que todo, porque Tata Vasco es, en conjunto, una obra bastante desafortunada.

¿Por qué?
Entre otras muchas razones, porque cuenta con un libreto, autoría de Manuel Muñoz, de pluma forzada y retorcida, carente de vuelos literarios y musicales, con versos y rimas que acusan cojera o muletas de relleno, además de un adoctrinamiento moral y religioso cuya obviedad en un escenario artístico primero asfixia, después aburre y termina por despertar la hilaridad del público a estas alturas del siglo 21. Las cantilenas son largas y no ponen de relieve la importante labor humanística, educativa y misionera de Vasco de Quiroga, lector como se sabe de Tomás Moro y su Utopía, sino que lo trazan en el paisaje lanzando peroratas cada vez que aparece. Un ejemplo: “Trocaréis por vida casta / la carnal poligamia / ya que fiel mujer no habría / con secuela tan nefasta”. Otro: “Religión, trabajo, amparo / y justicia y sociedad / sea el programa / y les deparo la eternal felicidad”. Otro: “Siempre castos, no viciosos; / siempre fuertes en la fe; / siempre unidos, laboriosos, / como en Cristo os enseñé”.

Por su parte, Bernal Jiménez en esta obra estrenada en 1941 demuestra sus amplios conocimientos musicales. Sí. No hay duda. Utiliza para la redacción de la partitura diversas técnicas, formas y estilos, pero el resultado musical por momentos es inconexo, ya no digamos del libreto, sino de sí mismo, por más que recurra a ciertos temas, a manera de leitmotiv, para identificar personajes o circunstancias y tratar así de discurrir durante la obra.

Vocalmente, más allá de lo difícil que es para cantar el retorcido libreto de Muñoz, el compositor tampoco parece ayudar a los cantantes. La orquestación, a ratos denso muro que adolece de ventanas suficientes para que se asomen las voces, sepulta la emisión de los solistas y no pocas veces sacrifica la dicción, o entendimiento, de lo cantado por el coro. Por lo demás, parecería claro que Bernal Jiménez es un buen compositor, incluso un destacado compositor, de obras no tan extensas, pero no se afirma como un autor de largo aliento. Ello se siente, y resiente, en las dos horas y media, poco menos, que dura Tata Vasco. Es más cuentista que novelista, para hablar en términos literarios. Y ya en éstos puede expresarse también que con el sólo conocimiento de ortografía y gramática no se escribe, no se compone, una novela. Ni un relato, siquiera.
En esta producción presentada en Bellas Artes el elenco fue encabezado por el barítono Jesús Suaste, como don Vasco de Quiroga. Gracias a su inocultable experiencia y técnica vocal salió airoso de un rol verdaderamente incómodo de cantar. La solvencia es su sello, aun cuando en lo escénico se percibió algo pardo y abotagado a causa, en definitiva, del vestuario, lo segundo, y del nulo trazo en escena, lo primero.

Como Coyuva, la soprano Violeta Dávalos en determinados pasajes dejó escuchar el bello timbrado de su registro medio, en un canto efectivo y logrado, que en general se oyó sumergido, igual que el del resto de los solistas, en el desmedido volumen orquestal impuesto por el director Fernando Lozano. Es una lástima que el concertador no se haya ocupado de la emisión vocal porque a todo el público, o casi, le habría gustado escuchar a los cantantes que participaron en la puesta. Dávalos igual echó mano de su colmillo lírico y de la musicalidad que le caracteriza para sortear los retos de la partitura, sin embargo el tenor Néstor López, como el príncipe Ticátame, no corrió con igual suerte y lo único que logró fue desgañitarse en vano, perdiendo la línea de canto y sin poder controlar del todo su emisión (principalmente en las vocales), al margen de que su voz no tiene el poder dramático o spinto que exige su papel. En mejores condiciones intervino, en cualquier caso, su colega de tesitura José Luis Eleazar, en los tres partiquinos que abordó.
Y dentro de los que deben destacarse del resto del elenco se encuentran el Tercer Fraile de Josué Cerón (qué bello timbre baritonal) y el hechicero Petámuti del bajo Arturo López Castillo (siempre dispuesto a sacar con entrega un papel aun si es comprimario). La Orquesta y Coro del Teatro de Bellas Artes, agrupaciones a las que se sumó la Schola Cantorum de México, cumplieron con buenas ejecuciones, pero condicionadas por la batuta, de la que más arriba ya quedó algo apuntado, de Fernando Lozano.

La puesta en escena fue, ante todo, muy vistosa por la escenografía, utilería y vestuario de Sebastián. El intenso colorido y la carga abstracta de expresividad tan inherente a este artista plástico chihuahuense internacional, que se regocija con la fuerza de la forma y devenir de sus especies de papirolas, visualmente dejó una impronta muy particular en este montaje de Tata Vasco. Y se complementó, logrando notable unidad y congruencia, con la iluminación de César Guerra y las proyecciones de Rafael Blásquez y Matías Carbajal, quienes reforzaron el concepto planteado por el escenógrafo, cuyo gran pero, debe señalarse, fue el riesgo de una propuesta sobreestilizada si se considera en perspectiva la trama y lugares en que ésta se desarrolla.


Así, resultó lamentable que la dirección escénica de José Solé se haya limitado (ahora que están de moda) a recrear un plantón, en el que los elementos del escenario únicamente formaron plastas visuales, y que la coreografía de Marco Antonio Silva para las danzas que incluye esta obra no haya pasado de un ejercicio entre naif y seudo folclórico.

A final de cuentas, muchos aficionados líricos se preguntaron, aunque nadie les respondiera satisfactoriamente, cuál era el sentido de haber desempolvado esta partitura no del todo lograda, a 12 años de haberse interpretado por última vez, en concierto, aquí en Bellas Artes. En todo caso, y como lo señaló durante la primera función una maestra ex corista, “todo esto, más que para Miguel Bernal Jiménez, parece que fue un homenaje para Sebastián”. Y en efecto: ¿fue algo más?

La clase de Bukowski
De pronto he comprendido que x alguna razón la cruda e iconoclasta, y ebria, presencia del escritor y poeta Charles Bukowski (Andernach, Alemania, 1920 - Los Angeles, USA,1994) hacía falta en este blog. Quizá x lo sórdido y realista de su pluma que nos recuerda agobiantemente lo que en realidad es la vida. Y porque Buk siempre fue un provocador al que se voltea a ver, algo así como una suerte de escribicionista. O casi. Razones sobran, entonces, para postear un poema, mínimo es mejor que nada, sobre el ejercicio de la escritura y que bien pudiera ser, o es, una clase para escritores y aspirantes. Y para tener por aquí a Bukowski.


Cómo ser un gran escritor

tienes que cogerte a muchas mujeres
bellas mujeres
y escribir unos pocos poemas de amor decentes
y no te preocupes por la edad
y/o los nuevos talentos.
sólo toma más cerveza, más y más cerveza.
anda al hipódromo por lo menos una vez
a la semana
y gana
si es posible.
aprender a ganar es difícil,
cualquier pendejo puede ser un buen perdedor.
y no olvides tu Brahms,
tu Bach y tu cerveza.
no te exijas.
duerme hasta el mediodía.
evita las tarjetas de crédito
o pagar cualquier cosa en término.
acuérdate de que no hay un pedazo de culo
en este mundo que valga más de 50 dólares
(en 1977).
y si tienes capacidad de amar
ámate a ti mismo primero
pero siempre sé consciente de la posibilidad de
la total derrota
ya sea por buenas o malas razones.
un sabor temprano de la muerte no es necesariamente
una mala cosa.
quédate afuera de las iglesias y los bares y los museos
y como la araña se paciente,
el tiempo es la cruz de todos.
más
el exilio
la derrota
la traición
toda esa basura.
quédate con la cerveza
la cerveza es continua sangre.
una amante continua.
agarra una buena máquina de escribir
y mientras los pasos van y vienen
más allá de tu ventana
dale duro a esa cosa
dale duro.
haz de eso una pelea de peso pesado
haz como el toro en la primera embestida.
y recuerda a los perros viejos
que pelearon tan bien:
Hemingway, Celine, Dostoievski, Hamsun.
si crees que no se volvieron locos en habitaciones minúsculas
como te está pasando a ti ahora,
sin mujeres
sin comida
sin esperanza...
entonces no estás listo
toma más cerveza.
hay tiempo.
y si no hay
está bien
igual.

Sunday, October 15, 2006

Con tinta roja

"¿No te enseñaron eso en la Escuela? Puta, no sé para qué los hacen estudiar, por la chucha. Yo no estudié ni hueva y sé más que toda tu generación junta. El periodismo, como la prostitución, se aprende en la calle", dice don Saúl Faúndez, editor de la sección policial del diario El Clamor.

Lo anterior es de la novela Tinta roja (un estudiante de periodismo en prácticas profesionales que es adiestrado por un viejo lobo de la nota roja, forjado en el quehacer diario sin necesidad de la escuelita), libro de Alberto Fuguet que leí y disfruté hace ya un par de años y del que me acordé anoche, antes de dormir, repasando ciertos hechos presenciados una hora antes.

Siempre tuve la inquietud de escribir nota roja (real, pues hasta donde recuerdo literariamente puede decirse que en algo la he abordado). Una inquietud que quizá se asemeja a la del cantante de ópera que se mete con canciones populares o viceversa. Una especie de crossover, digamos. Aunque en definitiva el canto, popular o clásico o de concierto es uno solo. Que requiere matices y estilos, obvio. Pero que en esencia es uno solo. Y así es el periodismo. Y más ampliamente: la escritura es una sola. Los géneros, aunque deban considerarse en sus características y particularidades, a la hora buena no importan tanto. Lo que vale y queda es la mirada personal, el punto de vista, y talento desde luego, si es que lo hay, del ejecutante. Lo mismo si canta que si escribe, o si pinta o esculpe o compone. Qué se yo.

Ayer en la calle, durante una caminata nocturna y meditabunda por la ciudad, me topé con material y oportunidad para escribir nota roja. Desde luego, pensé en ese viejo periodista enfermo de la próstata, don Saúl Faúndez, y pues me animé a debutar, previa gesta reporteril, en esto de la escritura con tinta roja. Ahí va.


Motociclista cercado por la muerte
Por José Noé Mercado


No lo sabía, pero cabalgaba, con la velocidad de un relámpago, hacia el Más Allá. Eran las 11:26 de la noche del 12 de octubre, día de La raza y víspera de un supersticioso viernes 13. La macabra e ignorada cita, en forma de emboscada, sería un par de minutos más tarde. Edwin Landeros Serratos, de 21 años de edad —según lo identificarían luego familiares y amigos entre gritos de horror—, conducía, sin casco, su veloz motocicleta Honda, placas 02387, a más de 150 kilómetros por hora.

La sensación de libertad, el viento algo frío sobre su cara y el poderoso rugido del escape hoy parecen haber sido las migas de pan que habrían de hacer caer al joven en la trampa fatal. Sin sospechar siquiera lo que le deparaba su destino, la muñeca de su mano derecha giró aún más hacia atrás e incrementó la velocidad de su última carrera vital. La muerte con sus gélidas extremidades ya instalaba una cerca infranqueable a su alrededor.

El encuentro de la Dama de negro con Edwin fue brutal.

En la intersección de la Calzada México-Tacuba y Lago Saima, colonia Huichapan, delegación Miguel Hidalgo, zona poniente del Distrito Federal, una carroza fúnebre, camioneta Grand Marquís negra, matrícula 2437CC, de la agencia García López, se cruzó en el camino de la motocicleta rojiazul desenfrenada del joven Landeros Serratos, presumiblemente sin luces, y ambos vehículos se estamparon de frente, en una colisión de alcance catastrófico.

El impacto hizo los efectos de catapulta, por lo que Edwin Landeros, cual hombre bala que surca los aires, salió disparado, ya sin su motocicleta, y fue a estrellarse de manera bestial contra el pavimento 50 o 60 metros más allá del lugar del choque, produciéndose fracturas múltiples entre ellas diversos traumatismos craneoencefálicos que acabarían con su vida. La trampa de la muerte había funcionado, y así parecía subrayarlo un hecho por demás insólito. El cuerpo inerte de Landeros Serratos fue a caer justo a las puertas de un camposanto, el Británico, primero de los varios cementerios de la zona y que dan nombre a la estación de metro —línea 2, que corre de Cuatro Caminos a Tasqueña— ahí cercana: Panteones.

Apenas rebasadas las 23:30 horas, paramédicos de la ambulancia 538 del Escuadrón de Rescate y Emergencias Médicas —ERUM— que llegaron de inmediato al lugar de los hechos, certificaron el deceso del infortunado motociclista, mientras que el chofer de la carroza fúnebre, identificado como Daniel Melgoza Jiménez, de 39 años de edad, fue detenido por patrulleros de la unidad MIH1-3054, y trasladado ante el Ministerio Público de la Novena Agencia de Investigación para deslindar su responsabilidad en el accidente.

El cadáver de Edwin Landeros Serratos fue colocado en una de las jardineras, la derecha, a la entrada del Cementerio Británico. Tardaron en cubrirlo. Tendido sobre el pasto aún se podía ver con la playera blanca y el rostro desfigurado cuando amigos y familiares que aullaban de dolor, como si lo que estuviesen viviendo fuera una completa irrealidad que trataba de colarse en sus vidas verdaderas, colocaron y encendieron vasos de veladoras alrededor de su cuerpo inanimado.

Los coches patrullas, y grupos de gente curiosa, se acumularon. Una segunda ambulancia llegó con su estridente sirena encendida pero, informada de que ya en nada podía ayudar, se marchó discretamente, contagiada del silencio mortuorio, aun en medio de los gritos incrédulos de los seres cercanos al occiso, que privaba en el lugar.

La noche y las intermitentes torretas rojiazules —como el bicolor de la motocicleta accidentada—, el llanto inconsolable y la música emanada de las ventanillas de los automóviles que pasaban por la calzada, conferían al ambiente un cierto sabor espectral e indeseable.

La carroza fúnebre tenía el frente destrozado, pero las luces traseras —pensar en el término calaveras era osado— se mantenían encendidas. En el interior, las bolsas de aire estaban desparramadas. Los líquidos del motor chorreaban, dejando manchas lúbricas en el piso y un aroma óleo en el aire.

Yerto, como su otrora tripulante, y a los pies de la carroza, el brioso caballo de acero permitía imaginar lo terrible del impacto recibido. Estaba, simplemente, destrozado y retorcido. Fragmentos de su endeble coraza quedaron salpicados en los alrededores. Uno de ellos tenía tatuado el logotipo de la marca.

Los reporteros especializados en la fuente policíaca comenzaron a llegar. También llegó una motoneta tripulada por dos jóvenes lacerados por el llanto, que se abrieron paso entre la gente y depositaron a un lado del que seguramente fue su amigo la corona de flores que habían ido a comprar y llevaban en la mano. No puede ser, decían, no puede ser.

Los periodistas, como fueron arribando, saludaron a los policías y les preguntaron sobre los hechos. En sus libretas anotaban datos o hablaban por teléfono celular. Ya era más de medianoche. Los fotógrafos hacían estallar sus flashes contra los vehículos colisionados y contra el fallecido. Llegó la televisión. Los cámaras buscaron los mejores ángulos. Diversos coches se estacionaron en las orillas de las aceras para poder mirar. Unos los vestigios del choque. Otros el dolor de los deudos. Los patrulleros les pedían que avanzaran, pero nadie les hacía caso. Los integrantes de la prensa fumaban y algunos se hacían bromas o se comentaban la nota.

Todos los presentes, de alguna manera, querían ser, y eran, testigos de la fragilidad humana. De su evanescencia. Cierto que en ese instante nadie parecía alegre con la tragedia de otros. Pero, sin duda, sí se alegraron de que esta vez no fueran ellos los involucrados en el trago amargo y mortal que la vida nos tiene preparado más tarde o más temprano.

Saturday, October 14, 2006

Bravura Vargas


Nada, que el martes 10 de octubre el gran Ramón Vargas cantó una gala mozartiana, por aquello de los 250 años de Mozart, en Bellas Artes. Es cada vez más raro verlo en escenarios nacionales, por eso hay que disfrutar su arte cuando viene. Esta vez estuvo espléndido, con deslumbrantes coloraturas y agilidades, con técnica y fraseo sin mácula. La condición vocal de Vargas está en plenitud si bien se conserva fresca, como cuando era belcantista rossiniano o donizettiano. Ha ganado peso y oscuridad en el registro grave y en el centro su instrumento adquirió un timbrado aún más rico. Los agudos siguen ahí, con brillo y redondez. Cantó arias de Don Giovanni, La flauta mágica, El rapto en el serrallo, Así hacen todas (qué raro suena no poner Così fan tutte), La clemencia de Tito, e Idomeneo. La bravura de Vargas sobre el escenario fue en definitiva lo mejor que hemos escuchado desde hace mucho tiempo en Bellas Artes. Como propinas interpretó el Lamento de Federico, y su infaltable Furtiva lagrima.

El contenido vocal de la gala fue transmitido, en exclusiva, ayer en el programa de radio ¡Viva la ópera! de un amigo, Errico Zermeño, quien me invitó para hacer algunos comentarios. Como no tenía mucho qué hacer, diferencia por la que algunas veces atrás estuve impedido de aceptar otras invitaciones, y además es de todos conocido que soy un vargasfan declarado, pues fui con todo gusto. Zermeño trasmite en Opus: 94.5 FM, todos los jueves a las 21 horas, tiempo de ciudad de México.

X cierto que durante la gala le entregaron a Ramón la Medalla de Oro del INBA. La reseña, diríase oficial, con todos los detalles, la escribí para la revista Pro Ópera. Saldrá en noviembre. Así que aquí corto.

Pero bueno, unos cuantos comentarios lastimeros, no más:

Lástima que el Teatro de Bellas Artes no se llenara al máximo. ¿Se llenaría a tope la semana pasada, cuando estuvo la peruana Tania Libertad? A veces los mexicanos damos pena ajena (esa frase tan coloquial es hermosa: no sólo damos pena sino que propiciamos la ajena).

Lástima que muy pocos medios de comunicación masiva dijeran algo, antes o después, sobre esta gala y sobre la medalla con que se reconoció la destacada trayectoria de RaVa. Aunque es lógico, estando tan preocupados, como estamos: yo al menos sí que lo estoy, por si Ludwika anda o no con Pablo Montero, si Plutarco Haza sale como pareja de Claudia Lizaldi o sólo son amigos, si la Chule y LuisMi esperan bebé y para cuándo, o si debemos o no concederle el perdón a Tiziano Ferro puesto que ya reconoció que fue un error haber descrito a las mexicanas como feas y bigotonas.

Lástima que las palabras de Ramón Vargas a punto de iniciar la gala, aludiendo al plantón de la APPO cerca del Senado de la República, y de Bellas Artes, no hayan quedado claras. ¿Fueron a favor, en contra, o en ningún sentido? Esto causó cierta suceptibilidad en algunos sectores del público, ya se sabe cómo está de álgido el ambiente político en México, y en estos días no hay nada peor, al parecer, que hablar de política sin definición. A mi entender, RaVa dijo que al hacer arte podemos olvidarnos un poco de todo lo demás, lo cotidiano, y ya. Pero para el de otros, no dijo eso, sino vaya uno a saber qué. En definitiva, creo, poco importa lo que dijo o no. Lo que importaba de Vargas, en esos momentos, era su arte vocal.

Lástima que la Orquesta del Teatro de Bellas Artes bajo la dirección de Ramón Shade por ratos no estuvo a la altura de las circunstancias. Ni a la altura ni a lo ancho.

Lástima que Sara Bermudez, presidenta del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, al momento de entregar la presea a Ramón Vargas equivocara el nombre de la medalla. Una pifia más. Ya ni es novedad.

Lástima de organización para entregar la medalla. Se entregó justo cuando terminó la primera parte de la gala (y sin haberlo anunciado), de modo que el público ya iba de salida. Algunos regresaron a la ceremonia, otros no.

Lástima que la medalla se entregue a cada rato. Qué bueno que se entregue a los artistas más destacados de nuestro país, pero debería darse más a desear. Este año, mínimo, he asistido a cuatro o cinco entregas de esta misma presea. Ya hasta perdí la cuenta.

Lástima que, en general, la velada haya sido tan fría. Tan aséptica. Suele pasar eso cuando hay tanta perfección interpretativa y algo se queda sin cuajar. Vaya uno a saber qué.

Pero qué gusto escuchar a Ramón Vargas a todo lo que da y con un programa tan atractivo y lucidor.

Lástima que cuando fui a solicitarle a RaVa que me firmara mi programa de mano, imagen de este post, me lo dedicara, o casi, para noe.com Por supuesto, corrigió. Y ese lapsus queda como una peculiar anécdota así que hagamos de cuenta que lo iba a dedicar a http://josenoemercado.blogspot.com y a sus visitantes. Gracias, pues, Ramón Vargas.

Thursday, October 12, 2006

From a Buick Eight


"Llega un día en que la mayoría de la gente ve cómo está el panorama y se da cuenta de que no arruga los labios para darle un beso en la boca a un destino sonriente, sino porque la vida acaba de meterles en la boca una pastilla de sabor amargo".

Buick 8: Un coche perverso
Stephen King

Monday, October 02, 2006

Carmen, ¿de nuevo?, en Bellas Artes


Posteo mi crítica de la Carmen 2006 presentada en BA, producción que anda x estos días, igual, en el FIC. Las ilustraciones que se verán enseguida son bocetos pertenecientes a un estudio del reconocido cineasta y director de escena Carlos Saura Atarés (Huesca, 1932), quien conoce a fondo, muy a fondo y en serio, esta ópera de Bizet que ha llevado a varios escenarios, entre ellos, alguna vez, la pantalla grande.


Carmen, ¿de nuevo?, en Bellas Artes
Por José Noé Mercado

Realmente se puede esperar y exigir muy poco, tal vez nada, de una Compañía Nacional de Ópera cuando el día del ensayo general del título que habrá de estrenar dos días después tiene $16 pesos de fondos en su cuenta bancaria.

Por lo tanto, casi cualquier acto lírico que materialice la CNO es ya superar las expectativas generadas ante la falta de presupuesto, que debería destinarle la institución cultural que tiene los recursos, de nuestros impuestos, para semejante fin.
Nadie se sorprende, y eso es lo más grave, de que hoy el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes y su titular doña Sara Bermúdez, Sari para sus amigos, parezcan estar asfixiando las actividades líricas de la Ópera de Bellas Artes. Muy por el contrario, lo sorprendente sería que no se estuviese haciendo lo mismo con los diferentes organismos culturales y artísticos del país que dependen del CONACULTA.

Ante el miserable panorama económico, trasladado al cultural, pedirle muchas y magníficas peras (u ó-peras: en este caso da lo mismo) al olmo de la Compañía Nacional de Ópera sería iluso, en principio, injusto, después, y triste, al final de cuentas. ¿Qué le queda, entonces, al público operófago de México para salir de ese afligimiento lírico al que ha sido arrastrado? De momento, quizá sólo recurrir al viejo método de permitir que se le dore la píldora. Así que un poco de ficción en el siguiente párrafo no vendría mal para levantar el ánimo, a guisa de introducción a lo que verdaderamente importa: lo artístico de estas funciones:
La Compañía Nacional de Ópera, luego de ponderar y elegir detenidamente de entre los poco más de 100 mil títulos que integran el catálogo operístico mundial a lo largo de sus pasados cuatro siglos de existencia como género, y sin desconsiderar con la antelación debida por un lado las necesidades líricas y por otro las apetencias propositivas en la materia que hay en nuestro país, se decantó por una opción en cualquier sentido irrefutable: la célebre Carmen de Geroges Bizet, para ser presentada, como parte de su Temporada 2006, en el Teatro del Palacio de Bellas Artes, los pasados 24, 26 y 28 de septiembre. Sólo tres funciones, mas tal vez con aquella frase en la mente que dice De lo bueno, poco. Pero la CNO no ofreció un montaje de Carmen cualquiera, cómo va a ser, sino la producción escénicamente encabezada por José Antonio Morales —Josefo—, esto con la finalidad inobjetable de que quienes no la han visto en los varios lustros que lleva de aparecer en los más variados escenarios nacionales (si es que alguien no la hubiese presenciado una o dos o tres o cinco o más veces), pueda por fin disfrutar de ella.
La Carmencita fue cantada en la primera función por la soprano María Luisa Tamez y en las dos restantes por la mezzo Belem Rodríguez. Tamez lo hizo con fuerte dominio escénico y voz madura y bien manejada con exhibición de matices a través de un amplio registro, que lució especialmente en el centro bien coloreado y al momento de arrostrar las notas graves, aunque arriba quedó a deber. Si bien su concepción de la gitana no desbordó sensualidad, alcanzó a ser creíble y cumplió. Belem Rodríguez es una cantante muy joven y enfrentó varias dificultades al abordar un rol que aún no logra rellenar. Sus desafinaciones fueron constantes. El centro de su voz es bello y cálido, pero su emisión tiende a decolorarse arriba y abajo. Carece de elegancia y refinación en su canto. Vulgariza el fraseo. Hay momentos en que la voz cae en manierismos que la hacen mayar y por ello mismo musicalmente se va quedando. La orquesta tuvo que cacharla en varios pasajes. Por lo demás, escénicamente ofreció una protagonista aburrida y bien portada, producto de que como intérprete se percibía espantada sobre el escenario, como si ella fuese la que enfrentaría al toro en lugar de Escamillo (en el caso de que éste hubiese tenido en el cuarto acto un toro para lidiarlo y no se limitara a dar trapazos al aire como un franelero bancario). Todo esto mejorará, seguramente, conforme Rodríguez adquiera más confianza y experiencia en los escenarios, pero de mientras quedó claro que la tiraron al ruedo, sin traje de luces, acaso para calmar sus ansias de novillera. Y de Bellas Artes se la llevan al Festival Internacional Cervantino para este mismo rol. ¿Como porqué mérito y razón?
Fernando de la Mora, como Don José, volvió a ofrecer un canto de primera línea, especialista notable del repertorio francés. Muy distinto del De la Mora que participó en La bohème, en este mismo recinto en julio pasado, y del que hablé en mi reseña-crítica correspondiente, sus matices, sus filados, sus reguladores, su media voz, en conjunto los recursos y sutilezas expresivas de su canto, demostraron la capacidad interpretativa y vocal de este destacado tenor mexicano internacional.

Fue un auténtico placer escucharlo en ese nivel, no así a su colega Alfredo Portilla, quien abordó el rol en las dos últimas funciones con gran incomodidad para su instrumento, que casi siempre estuvo bajo en afinación. La voz sonó corta y parda, su respiración fatigada (en el aria de la flor, el jueves 28, se sofocó desde las primeras notas y si logró concluirla fue por puro corazón y astucia, aunque no faltó un cronista, en rigor crítico underground, que en el segundo entreacto lamentó así lo presenciado: “Qué barbaridad, ya tronó mi querido Portillita y aún le faltan dos actos”). Curiosamente, hacia el final de la ópera Alfredo Portilla parece abordar la obra de manera menos estresante para sus facultades, sin embargo, en conjunto, Carmen es una partitura que no le favorece, pues no le permite mostrar en esplendor el hermoso timbre que posee, ni ese fraseo cálido e intenso que le caracteriza. Por lo demás, el italiano, como repertorio y estilo, le viene mucho mejor que el francés.
El papel de Micaela se lo alternaron las sopranos Silvia Rizo y Belinda Ramírez (segunda función). El canto de Rizo fue descuidado en su afinación y en el aria del tercer acto llegó a una estridencia innecesaria, hecho sin duda raro puesto que su timbre rico en armónicos bien puede enfrentar el papel de una manera muy lírica, lo que despertó algunos bu, que ciertos censores escrupulosos de mala manera se apresuraron a callar. El barítono Jorge Lagunes, quien recién debutó en el Covent Garden, no tuvo problemas para ser el cantante que se llevara las últimas dos funciones (y en la primera su nivel fue igualmente bueno) por una interpretación brillante de Escamillo, un papel que domina vocal y escénicamente. Y puede subrayarse que si alguien destiló sensualidad y seducción en el escenario (ya que las Carmencitas, como queda escrito, más bien resultaron modositas) con su interpretación de Mercedes, fue la mezzosoprano Verónica Alexanderson. Bien cantadas sus breves intervenciones y mejor actuados sus lubrificantes coloquios con Zuniga primero y Dancairo después, en la taberna de Lillias Pastia.
La dirección escénica y escenografía de José Antonio Morales funciona, pero nada más. La escena final que algunos se desviven en elogiar con goyas, goyas, por ejemplo, la resuelve con una gasa con la pintura de un toro que más bien despierta simpatía, o risa: delante de ella Carmen y don José, si la luz del fondo permanece apagada, detrás, si la luz se enciende, la plaza y Escamillo dando los trapazos antes mencionados. Así alternan hasta que ambos planos supuestamente se fusionan dando a entender, o al menos deseándolo, que a Carmen la embiste el toro de su destino. O algo así. Por eso la escena se observa falsa: ¿por qué la gente de la plaza no evita que don José mate a Carmen? ¿O por qué no la salva Escamillo si ahí está, loado por torear un toro que es tan invisible como lo podría ser el célebre traje del emperador? Eso por no ahondar en otras escenas, como cuando don José deja escapar a Carmen, que muestra un supuesto empellón y una supuesta caída estilo Chavo del 8. En fin, lo cierto es que cuando en el arte se perciben con facilidad tantos supuestamente siempre se estará al borde del ridículo.
Como concertador, al frente de la Orquesta y Coro del Teatro de Bellas Artes y la Schola Cantorum de México, se contó con la batuta del estadounidense Kamal Kahn, quien impuso tiempos, al principio de la obra interesantemente ligeros y ágiles, que terminaron por convertirse en una vertiginosa lectura sin relieves que no logró extraer la sustancia expresiva de la partitura. A ratos, el sonido de la orquesta (a causa de los instrumentistas: no del director) se escuchó atropellado y poco definido. Ese ritmo galopante pareció dejar muchas notas y frases musicales como pueden quedar granos de maíz al fondo de cazuelas o bolsas de palomitas, dicho de otra forma: sin acabar nunca de reventar. El concertador, que entiende mucho de canto, ayudó a los solistas, lástima que algunos de éstos no siempre lo ayudaron a él.

En resumen: con poco dinero la CNO puso Carmen, en Bellas Artes, de nuevo. O sea que ¿qué hay de nuevo, viejo?

Thursday, September 28, 2006

El llamado de Lovecraft

Hace tiempo leí en alguna parte una crítica literaria -es probabable que haya sido escrita por un crítico chileno: eso no recuerdo bien- que se vengaba, o casi, de cierto tipo de vacas sagradas de la escritura, al confesar que por cada libro que leía de algún autor intelectualmente reconocido y académica y teóricamente respetado, para desintoxicarse se ponía a leer, esos sí por mero placer literario, dos -o tres o cuatro o cinco- libros de Stephen King (Maine, USA, 1947).

La receta de aquella crítica, aunque quizá sea falsa o embustera o utilice al llamado Maestro del terror para golpear a los escritores serios, en el fondo no me parece tan descabellada. Considero a Stephen King un autor entrañable entre otras muchas razones porque de su autoría fue la primera novela, el primer libro completo, que leí en mi vida -La zona muerta-, y mal que mal desde entonces no he dejado la devoración de libros. O sea que estoy agradecido con él. De hecho, según creo recordar, cuando púber, yo solía escribir relatos imitando el estilo de Stephen King. O mínimo lo intentaba. Incluso mis textos, que se perdieron para siempre y por fortuna en algún puto disco de tres y media, contenían toda la tipología en serie de lugares comunes y expresiones tan agringadas y usuales en los libros de King, que en mi perspectiva y gusto nunca fueron un defecto, sino pequeños encuentros de realidad cotidiana que contrastaban, dando cierta certeza y credibilidad a la narración, con esos rincones hediondos y oscuros, bellos, mágicos o fascinantes, a los que no pocas veces transportan sus historias. Quizá, como ha escrito y dicho el propio Stephen, su verdadero gran defecto sea vender millones de ejemplares y ser leído por multitudes, para envidia de sus intelectualmente respetados críticos y colegas.

Pero este post no pretendía, no pretende, hablar tanto de Stephen King. Ya habrá momento para escribir algo más adecuado y correspondiente al cariño que le profeso a su literatura. Lo que sí quería y quiero decir es que en estos días en que he estado encamado, y no precisamente por placer, aproveché para desintoxicarme de muchos autores de prestigio académico, siguiendo a pie juntillas la receta de la crítica con la que inicié este texto, puesto que decidí leer a un tiempo, entre otras cosas, cinco libros de Stephen King -tres novelas, dos colecciones de relatos-. Ya hablaré de ellos y de la capacidad prolífica de Stephen King para relatar historias. Y de su versatilidad, pues aunque se le llame el Maestro del terror, lo cierto es que aborda diversos géneros con bastante éxito. No en balde todo lo que escribe es best-seller (incluso él suele bromear diciendo que le han dicho que si escribiera la lista del súper también sería un hitazo de ventas en las librerías), y tampoco es gratis su fama como "el escritor vivo más famoso del mundo".

Vuelvo al objetivo original de este post. En estos días, al leer a Stephen King, quien indudablemente, aunque domine otros géneros, es un maestro del terror contemporáneo, no pude evitar ir a dar de nuevo con Howard Phillips Lovecraft (Providence, USA, 1890-1937), un titán clásico del terror. Tanto para decir esto.

Lovecraft -quien podrá tener debilidades notorias e insalvables en su narrativa: por ejemplo el uso de los diálogos- es un autor notable, o que debería ser notable, porque logró iniciar toda una nueva mitología llamémosle, y con eso demuestra su visión amplia y profunda del mundo que se nos venía encima, muy posmoderna. El terror que Lovecraft convoca en sus textos no es el que imponen los fantasmas o los vampiros o lo seres de ultratumba y demás fetiches del terror tradicional. Lovecraft es un existencialista desencantado, cuya prosa produce horror porque capta la insignificancia del ser humano en el cosmos, un cosmos por lo demás indiferente hacia el hombre y sus propósitos y actos. Intuye y plasma la intrascendencia, lo efímero, lo evanescente de la vida. La carencia de sentido.

Carles Bellver Torlà dice y nos enfoca el panorama con pluma certera en su conocido artículo-ensayo Lovecraft según Borges:

"De igual modo que hizo Nietzsche, Lovecraft estaba sacando consecuencias de la muerte de Dios en la cultura occidental. Sus cuentos expresan la soledad y la pequeñez de lo humano en un universo infinito y amoral, azaroso y hostil, carente de significado y angustiosamente ajeno a nuestras preocupaciones y cavilaciones. El miedo ya no lo provoca el morboso encuentro con cadáveres o espíritus, sino la conciencia de nuestra situación en el mundo".

En mi opinión, Lovecraft genera pantofobia.

Luego, tal vez hable de la mitología de Cthulhu que inicia Lovecraft y concretan muchos otros autores. De mientras, dos fragmentos del relato La llamada de Cthulhu, incluido en su libro En la cripta, que ejemplifican grosso modo lo que he venido diciendo, o tratando de decir, sobre Lovecraft:


"A mi juicio, no hay cosa más digna de compasión en este mundo que la incapacidad de la mente humana para poner en relación todo su contenido. Vivimos en un apacible islote de ignorancia en medio de tenebrosos mares de infinitud, pero no fuimos concebidos para viajar lejos. Hasta el momento, las ciencias, cada una siguiendo su propia trayectoria, apenas nos han reportado mal alguno. Pero el día llegará en que la reconstrucción de los conocimientos dispersos nos pondrá al descubierto tan terroríficas panorámicas de la realidad, y de la pavorosa situación que ocupamos en las mismas, que o bien nos volveremos locos ante semejante revelación o huiremos de la luz mortal en pos de la paz y salvaguardia de una nueva era de tinieblas".

"¿Quién sabe cuál será el final? Lo que emerge puede hundirse, y lo que se hunde puede volver a emerger. La más estremecedora repulsividad aguarda y sueña en el fondo de los abismos en espera de que llegue su hora, y la podredumbre se extiende por las tambaleantes ciudades levantadas por el hombre. El día llegará, ¡no puedo ni quiero pensarlo! Sólo pido que, si no sobrevivo a este manuscrito, mis albaceas antepongan la prudencia a la audacia y hagan lo imposible para que no lo vean otros ojos".