Friday, November 17, 2006

Criticando a los críticos 2

Foto: Ana Lourdes Herrera

El martes 14 celebramos el segundo panel del ciclo Criticando a los críticos, que organiza Pro Ópera A.C. en el Club de Industriales. Esta vez el tema fue el Crítico y su entorno. Participé con Lázaro Azar, Raúl Díaz, Luis Gutiérrez Ruvalcaba y Manuel Yrízar, y Charles Oppenheim fue el moderador.

Por lo demás, y sin que esto sea una reseña, diré que de lo dicho por mis colegas me llamó la atención lo siguiente: Luis Gutiérrez Ruvalcaba hizo notar que la crítica es mucho más que un género periodístico. Estoy de acuerdo. Totalmente. Y puso a la misma ópera, a las obras de Gluck y las de Wagner y las de Strauss, como ejemplo de obras que critican diversos elementos, estilos, costumbres, etcétera, dentro de la misma historia operística. Raúl Díaz afirmó, entre otras cosas, que en los medios de comunicación masiva toleran, sólo eso, al crítico de ópera, ya que en general ningún medio escrito, radiofónico o televisivo, tiene entre sus filas a un crítico especializado en el llamado espectáculo sin límtes. Claro que hay honrosas -y no tan honrosas- excepciones (aunque lo que está entre guiones no lo dice Díaz, sino yo). De Lázaro Azar me quedó lo importante que resulta en ocasiones jalar en público las orejas a los artistas, directivos y hasta editores cuando la situación lo amerita en beneficio del arte que se critica y del público que lo presencia. De lo que dijo Manuel Yrízar mejor no hablar. Por el momento.

Yo escribí y leí un ensayo que fue una auténtica provocación, más que nada por lo extenso (a juicio de algunos asistentes al panel que así me lo señalaron: en ese sentido me llevé mi jalón de orejas: entre críticos me vea). Aunque no podía ser de otro modo. Si no se exponen algunos aspectos sobre la crítica de ópera en un panel especial sobre la crítica de ópera, ante críticos de ópera y frente a aficionados operísticos, ¿entonces dónde? Y además qué tanto son cuatro cuartillas y media, sino diez minutos.

Bueno, ya. Posteo mi ensayo, que a otros pareció interesante. E incitador a su lectura y reflexión. No sé. Tal vez. Pudiera ser. Aquí va, en todo caso:

El crítico y su entorno
Por José Noé Mercado


Nadie se sorprenda si afirmo que la crítica de cualquier arte es mucho menos, pero también mucho más, de lo que la gente supone de común.

¿Sugiero entonces que el crítico y su ejercicio profesional es visto, y así malentendido, con cierto grado de mitificación?

Sí: justo eso es lo que quiero decir. Montados en definiciones de diccionario y conceptos idealistas y estéticos que poco nos dicen fuera de la teoría, no llegaremos muy lejos en el camino para comprender el ejercicio diario de la crítica, el real, que ni siempre es ejercido por petulantes escultores de verdades absolutas, ni siempre es abordado por artistas frustrados en el arte que critican.

La crítica (sea periodística o académica) es el género subjetivo por excelencia, es decir, uno que siempre estará condicionado por el sujeto que lo escribe y su mirada particular del mundo.

Se me ocurre suponer que llegados a este punto ya se habrán dado cuenta de que hablo del crítico y su entorno precisamente desde mi propia subjetividad. Nunca está demás advertirlo, sobre todo si consideran que así es como me permitiré esbozar algunas inquietudes sobre esta herramienta del pensamiento que es el ejercicio de la crítica de música y de ópera. De todo arte:

La crítica, ante todo, es un instrumento cultural elaborado desde su misma época. Así puede entenderse porqué no existen, ni existirán, los juicios definitivos en gustos, técnicas, o estructuras en la obra o interpretación que se valora. En ocasiones, sólo a través del tiempo se sabe si perdura aquello que lo merece. Pero a veces ni siquiera lo que merece permanecer se salva de las fauces del tiempo.

Y es justo esta contemporaneidad a la que está ceñida toda crítica, la que me hace plantear que la mirada del crítico siempre debe ser fresca, nueva, inquieta, joven, si es que quiere aportar algo al arte que critica.

Porque aquí entre nos: hoy hacer una crítica de Mozart o Verdi o Janacek, o Corelli o Callas o Björling, de todos los artistas del pasado, es una labor muy sencilla y en buena medida carece del riesgo y valor inherente que implica lanzar al mundo una buena crítica. ¿Pero qué decimos hoy del quehacer artístico que nos toca presenciar, de las obras y las interpretaciones, de los contenidos, de los fondos y las formas del arte lírico contemporáneo? Ése es el verdadero campo de acción de un crítico de ópera vivo. Ningún otro. ¿Pero la crítica de ópera es un género actualizado o abrazó una tradición que se hace vieja y así ella misma se volvió decadente? ¿Nos asumimos críticos o nos disfrazamos de villamelones o cronistas que opinan para enredarnos y enredar el entorno y eludir las responsabilidades de nuestros juicios? Estas preguntas me las hago yo mismo, pero desde luego quiero compartirlas con ustedes, porque quizá juntos lleguemos a respuestas más satisfactorias de las que tengo en este momento.

Y ya que hablo de juicios, ¿cómo puede ser válido un juicio, una opinión, o lo que es lo mismo: cómo no caer en el juego de que toda opinión y juicio es respetable y tiene validez, en plena posmodernidad, un tiempo y espacio ambiguo y relativo en el que según los teóricos los seres humanos dejamos de creer: en ideologías, en instituciones, en valores tradicionales, en nosotros mismos y hasta en los propios escépticos? (como se habrán podido dar cuenta la semana pasada, si ahora salimos con conceptos tan hermosos cuanto cursis como la belleza y la bondad o lo sublime, lo más probable es que la gente nos mire con cara de what?, entre otras razones porque las referencias filosóficas que nos han legado Kant, Schopenhauer, Nietzsche y algunos otros apóstoles de la estética moderna, es decir: vieja, hoy difícilmente son algo más que poesía y los poetas, como enseña Zaratustra, siempre mienten).

Así, en medio de semejante hoyo negro de incredulidad, en el que por otra parte todo se puede creer, desde el célebre Credo de Wagner (¿recuerdan eso de “Creo en Dios en Mozart y en Beethoven”?), hasta las esotéricas ayudas de Madame Sasú, no puedo más que ser posmoderno y salirles con una serie de creencias particulares:

Uno: Creo que la crítica es, como dijera Tomas Sterns Eliot, una actividad instintiva de la mente civilizada. Puede ser entonces un instrumento cultural, una herramienta del pensamiento, aunque eso no lo crea Eliot, sino yo.

Dos: Que podemos creer en la crítica como un género de opinión, que vale más o menos, de acuerdo a su argumentación formal, lógica y profesional, que lanza un juicio de valor de acuerdo al conocimiento, intuición y perspectiva de quien la escribe respecto de aquel arte del que escribe (porque hay que decirlo: toda crítica que aspire a ser tomada en serio debe sentarse por escrito).

Tres: Creo igual que la crítica puede ser escrita por un periodista, por un escritor literario o poeta, o bien por alguna persona que tenga la formación artística que valora, pero en todo caso debe partir de un interés particular por el objeto o sujeto que critica. Un crítico auténtico es en esencia un fan de aquello que critica. Un fan es genuinamente entusiasta en sus motivaciones: él mejor que nadie sabe cuando una obra, un intérprete, un director, le convence con su trabajo artístico y cuando no. Y sobre todo, sabe o intuye porqué. A un fan de adeveras, en el fondo, nunca se le puede engañar.

Cuatro: La crítica, he dicho, es un género de opinión que debe ser argumentada. Es también un género persuasivo y de autor. Creo que la personalidad y el estilo del crítico debe manifestarse en la crítica. Ese punto personal, esa mirada particular del autor de la crítica respecto a lo que critica, al arte en general, a la vida, es lo que proyecta una crítica, crítica que por lo demás puede ser un libro entero o bien algunos cuantos caracteres. No una verdad irrefutable, sino una perspectiva, entre más sólida y conocedora mejor, es lo que sin dogmatismos debe argumentarse. Todo elemento del quehacer cultural es un ingrediente para la argumentación: los libros, los estudios académicos, la discografía, los medios de comunicación masiva, los viajes y un largo etcétera, entre ellos. Depende de cada crítico su uso y abuso, de su mayor o menor arte, para fundamentar sus opiniones y así persuadir a sus lectores de su mirada, de su juicio, de su interpretación de la realidad.

Cinco: Creo que la crítica que se publica en cualquier medio formal, o no tan formal: pero casi, confiere al crítico un coto de poder a fin de cuentas, y por ello lo escrito debe ser honesto, con lineamientos éticos definidos y al mismo tiempo insobornable. Aunque toda crítica surge de la subjetividad, al momento de ser plasmada debe ser completamente objetiva. O lo que es lo mismo: el juicio es subjetivo, las motivaciones profesionales y éticas, la honestidad, eso sí que es pura objetividad. El crítico puede equivocarse, puede apostar por aquello que quizá no haya valido la pena, aunque eso sólo con el tiempo se sabrá, puede pasar por alto algún detalle, puede incluso ser un tanto empecinado al momento de fundamentar lo que escribe y aún así no ser deshonesto, sino seguir siendo íntegro, pero lo que no puede ser es un mentiroso, ni un vendido.

Cinco: La crítica no consiste en acuchillar a un intérprete o una obra. No se trata, creo, de ninguna crucifixión (con x), y menos de una crucificción (con doble c). Es decir, no creo en los sicarios de la crítica que descuartizan a los que consideran sus enemigos, ni tampoco en los laudatorios críticos que escriben para granjearse los favores de sus amigos, que en el peor de los casos ni siquiera lo son.

Seis: La experiencia, en ocasiones, sirve para seguir ejerciendo la crítica. Pero no creo, no creo y es más: no estoy convencido de que el paso de los años en sí mismo le dé las herramientas a un crítico para afinar la puntería de sus opiniones. De hecho, considero que los críticos o sus miradas pueden tener una fecha de caducidad, si como ha dicho el periodista, escritor, ex crítico y hoy cineasta, Alberto Fuguet “el crítico opta por dejar de ser un creador y se conforma, ya desde la paz interior o desde la frustración y la mala leche”. En ese caso, recuerdo que decía Fuguet, los críticos deberían ser como los Niños Cantores de Viena: a determinada edad deben retirarse. Cabe aclarar que no hablo de una edad fisiológica, sino de una de perspectiva de entendimiento del acontecer artístico que se avejenta, que se arrancia y se atrofia, y vicia lo que de ella emana.

Siete: Creo que la crítica sirve o no sirve para algo, dependiendo de los horizontes intelectuales de quien la lee. No quiero ahondar en el valor y utilidad de una crítica, porque eso sería menospreciar las capacidades de mis lectores. Sólo quiero acotar, en todo caso, que como dijera Henry James “el crítico puede ser un cofrade del artista, un aliado, un intérprete, un hermano, pero lo es a la vez del público”. El crítico separa, desde su perspectiva, el trigo de la paja, como señala el periodista y teórico chileno José Ignacio Silva, y también se encarga de señalar los granos más selectos del granero y por qué éstos y no otros. Milan Kundera señala algo parecido al afirmar que la crítica identifica aquello que es arte y desenmascara lo que es sólo kitsch, es decir, gato por liebre. La crítica es necesaria dice Kundera, porque si todo en la vida fuera una obra de arte, y no necesitara del crítico para emitir un juicio al respecto, entonces para qué las obras de arte.

Ocho: La crítica, creo, tiene una dignidad propia y no debe conformarse con sólo ser una actividad subvencionada y accesoria del arte que critica, como al parecer se señaló aquí mismo la semana pasada, al menos por omisión. La crítica tiene un valor independiente dentro de sí misma, ya que como dice Phillip Lopate, en la introducción del libro The critic, “la crítica… es una parte de las letras, tanto como la poesía y la crónica”. En todo caso, se me ocurre pensar, el crítico no es el perrillo faldero de lo que critica. Más bien, como igual observa José Ignacio Silva, “es el lazarillo entre todo el fárrago de libros, películas, programas de televisión, exposiciones, conciertos, discos, y demás subproductos de la industria cultural”, lazarillo pues “que llevará finalmente al lector hacia un lugar u otro, hacia una manifestación cultural específica y no a otra”.

Nueve: Creo que el crítico nunca debe olvidarse de que juzga el trabajo de otros, y que ello involucra la sensibilidad, la estima, la entrega y la personalidad del artista criticado. El artista en su obra, en su interpretación, muestra su fragilidad como ser humano y ello en sí mismo no es razón para ser tratado sin tacto, sin respeto e irresponsablemente por nadie y menos aún por un crítico que más que acribillarlo tiene la obligación de comprender lo que hace, cómo y porqué, para después explicarlo al público. No hablo de ser complacientes como crítico, sino de que es necesario comprender que la crítica ni es una hoguera, ni tampoco una AK-47. Quizá, como afirma el escritor argentino Ricardo Piglia, “la crítica es la forma moderna de la autobiografía”, es decir, en aquello que se juzga, el crítico sólo encuentra lo que es él mismo y lo que sabe y tiene.

Diez: La periodista Mónica Maristain en lo que sería la última entrevista hecha al considerado mejor escritor en lengua española de las últimas décadas, Roberto Bolaño, le preguntó si había derramado alguna lágrima por las múltiples críticas recibidas de sus enemigos.

Bolaño, genial e irónico siempre, respondió: “Muchísimas, cada vez que leo que alguien habla mal de mí me pongo a llorar, me arrastro por el suelo, me araño, dejo de escribir por tiempo indefinido, el apetito baja, fumo menos, hago deporte, salgo a caminar a orillas del mar, que, entre paréntesis, está a menos de treinta metros de mi casa, y les pregunto a las gaviotas, cuyos antepasados se comieron a los peces que se comieron a Ulises, ¿por qué yo, por qué yo, que ningún mal les he hecho?”.

Ésta respuesta, viniendo de un personaje que ha recibido críticas inmejorables y que al mismo tiempo ejerció la crítica inteligente dentro y fuera de su obra, porque su vida misma fue una obra marcada por la crítica, me parece la mejor forma de acercarse al ejercicio y resultado de la crítica. Es decir, aunque sea importante, en el fondo tampoco hay que tomársela tan a pecho, sin olvidar, eso sí, las palabras del también escritor Javier Cercas: “Si la crítica literaria se va al garete, la literatura la seguirá después”. Cercas habla de la literatura, pero yo creo que es aplicable a todo arte. Al operístico por ejemplo. Y para concluir, es posible reflexionar también una observación que sobre este particular dejó escrito en mi blog mi colega Lázaro Azar, y que me parece lejos de toda ociosidad dado nuestro panorama cultural en estos momentos: “¿Cercas”, preguntó Azar, “hablaba de garete o retrete?”.

Thursday, November 16, 2006

Aullido de cisne


Mario Santiago Papasquiaro (1953-1998) es un poeta importante que apenas comenzó a salir de la cladestinidad en la que lo sumergió el estatus literario oficial de México. Su obra empezó a reconocerse sólo a partir de su paradójica muerte, llegada en forma de autobús que lo atropelló en las calles que tanto recorrío y que en buena medida fueron su verdadero interior a lo largo de su vida.

José Alfredo Zendejas Pineda tomó el Mario Santiago Papasquiaro, básicamente al afirmar que José Alfredo sólo había uno y se apellidaba Jiménez. Fue el mejor amigo del gran Roberto Bolaño, con quien fundó (bueno, con Bolaño y algunos más) el movimiento infrarrealista que básicamente se oponía o satirizaba el establishment oficial de la poesía y el gobierno literario de la becas y ese tipo de lastres de las letras. En realidad, no los soportaban en México, llegó a afirmar el chileno Roberto Bolaño varios años después, quien igual contaba que uno de sus muchos enemigos, durante un segundo de inspiración, su único momento de inspiración, escribió y publicó algo así: "Que Bolaño se vaya a Santiago, y Santiago también".

Creo que si el talento de Bolaño en la prosa y el de Santiago en la poesía no hubiesen sido tan sólidos, hoy ni siquiera sabríamos de ellos. Los cotos del poder literario se los habrían tragado para siempre. ¿Y a cuántos no se tragaron, a cuántos no seguirán demoliendo en sus fauces?

Va un poema de Mario Santiago, Aullido de cisne, que me gusta mucho, entre otras razones porque fue el primero que leí de su obra.




AULLIDO DE CISNE
Atorado en los pasillos del Hotel Esfinge
El hombre es 1 ser temporal
& contingente / lanzado entre 2 nadas
Amarrado a su propia percepción
Floreado de azar entre luna & nalga
Cosido al garfio de su espíritu
& goteando cuerpo a lo largo & a lo ancho
de los infinitos campos de concentración
Cenit & Nadir
: tal es su signo :
/ la horca labrada en su molleja /
El gesto calcinado vomita aún fulgor
El hombre es 1 rey moral aunque astringente
Mariposa de Extranja
Murciélago que rompe el saco
que transporta su asfixiada concepción
Nació como de la gota el cielo
& como del hueso el axial dolor
Abismo de herradura entre montañas
Constelación-festín de hormigas rojas
Beso sin alas donde muere el río
El hombre es 1 ser celestial amuñonado
Sintaxis estrellada
Albedrío del corazón
/ que a tamtams se desboca & se detiene
subrayándole los párpados al vértigo
ahogando en semen al fantasma de toda explicación /
Ahora & siempre
El camino está hecho
: Convulsiónate :
Las leyes del Espacio se rematan
suicidado el tiempo que llagaba el destino del timón
Caló es vivir & acalambrarse es tocho
La luz se mete la verga a sí misma
bajo el puente ahíto del electroshock
La muerte es el fuego que revive
al cochambre en bruto de la cacerola
La muerte no es muerte
Su eterna cicatriz florea
Como voz de parto
O como voz / sencillamente /
Como flor de voz
Aquí el es Yo
Cogidos de ella la ratonera & el ratón
Hace 1 ratón *** farfulló el Génesis
La cantina de su buche goteaba lagartijas
bragueta abajo de su irreal banqueta
/ Las hipótesis se demuestran paladeándolas /
André Breton come caca
Se alimenta el ser del no ser
El pulpo & la culebra cogen estallando
-Cara al caos-
La mitología es real & chifla ahorita
1 ecuación la dejó plantada
De los días terrenales al apando
1 mandrágora trasnforma su veneno en aroma de mujer
:: deípara flagrante ::
La voluntad estelar alburea
Te sientas a masticarle el eco su película de siglos
/ filmada & sudada dentro del congal El don de la risa /
Ahora sí es marzo
-alto mes de la magia-
Eyacula la liebre en 1 libre
que chilla en las curvas / ardiendo de uñas a halo
¡Se encueró la esencia!
vocea el paletero
Mientras que 2 lóbulos flechan sus flujos
en el cráter mismo en que nace 1 esquina
Hoy / ayer & siempre
En el iris íntimo de todas las bestias
Que lamen a ciencia & conciencia el último tumor
del crepúsculo
Mato lo que digo
:: Aullido de Cisne ::

Friday, November 10, 2006

Amigos

Amigos



Supongo que hay amigos, y amigas, que decepcionan. Otros no. Para esas amistades de verdad, va lo siguiente:



"Los amigos son tan
pero tan espeluznantemente
bellos que yo les gritaría Bienvenidos gozoso: lleno de lágrimas
así vinieran del Infierno".
Robert Lowell

Wednesday, November 08, 2006

Criticando a los críticos, en Pro Ópera

Ayer martes 7, x la noche, en el Club de Industriales, en Polanco, inició un ciclo de tres paneles, uno a la semana, titulado de manera general "Criticando a los críticos" (de ópera, valga decir).

Todo esto es presentado x Pro Ópera AC, yo coordiné a los invitados, y Charles Oppenheim, editor de la revista PO, es el moderador de los paneles.

Anoche con el tema "El crítico y su formación", asistieron como panelistas Fernando Díez de Urdanivia, crítico de El Universal, José Alfredo Páramo de El Economista y Vladimiro Rivas Iturralde de Milenio. A juzgar por la reacción entusiasta y activa del público presente, las ponencias y discusiones, no exentas de polémica, sobre la materia formativa del crítico fueron lo que se dice exitosas.

Es grande la tentación de postear x aquí una reseña con mis impresiones personales sobre lo dicho y acontecido, pero no. Me la aguanto, pues yo participaré en el de la semana siguiente: "El crítico y su entorno", y no me late mucho ser juez y parte. Ya habrá una crónica detallada para las páginas de PO. Pero no la escribiré yo.

Lo que sí digo es que me llamó la atención que ningún artista de la ópera se apareció entre el público. Eso es revelador -fuera de que cierto: había una costo módico de recuperación para entrar o de que varios artistas me llamaron o escribieron para apoyar la idea como algo necesario en el contexto nacional: o mínimo defeño, pero haciéndome saber que x cuestiones de agenda no podrían asistir aunque lo desearon y eso sí: algunos me contactaron hoy para preguntarme cómo salió todo y qué se dijo-, entre otras cosas porque permite suponer mucho de lo que los artistas líricos piensan sobre los críticos, al menos de los que ejercemos en el ambiente musicoperístico mexicano, de cómo es esa relación y de que quizá, lo que sería digno de análisis, no reconocen en el ejercicio de la crítica un instrumento de análisis y pensamiento estrechamente ligado al arte de todos los tiempos.

¿O será que los artistas de la lírica nacional decidieron, como x cierto dijo x ahí un reconocido barítono, que asistir y hablar sobre la crítica en presencia de los críticos sería como escupir hacia arriba?

No lo sé de cierto. En todo caso, recordé una frase del escritor Javier Cercas (y también cómo no recordar de paso Soldados de Salamina, el libro y la peli) , tal vez extrema, pero que jala la atención, que incita a salir del letargo: "Si la crítica literaria se va al garete, la literatura la seguirá después".

Cercas se refiere a la crítica literaria, pero bien puede extenderse a cualquier otro arte. ¿O no?

Bueno: ya arrancó el ciclo, y eso es importante decirlo pues alguna conclusión saldrá de esta crítica sobre la crítica, que siempre está en posibilidad de servir como herramienta del pensamiento y de todo quehacer artístico. Cultural.

Posteo el planteamiento incial que Charles Oppenheim, como moderador, hizo para abrir los paneles y que comparte en exclusiva para el blog escribicionista. Gracias Cho.


Criticando a los críticos
(Introducción al ciclo por el moderador
de los paneles Charles Oppenheim)

Hoy más que nunca la vitalidad de la ópera —como expresión cultural y artística—, depende en gran medida de una crítica estimulante y bien informada.

Y me pregunto: los críticos de hoy, ¿están cumpliendo su responsabilidad crucial de despertar el interés y contribuir a la formación de los aficionados a este espectáculo sin límites? ¿Tenemos la crítica que merecemos?

Para aventurar alguna respuesta, primero hay que partir de cómo definimos “crítica”. Según mi Pequeño Larousse Ilustrado, "criticar" es un verbo que tiene varias acepciones:

Una acepción es: “censurar, vituperar (sinónimo de desaprobar)”.

Otra es: “Murmurar (sinónimo de desacreditar)”.

Pero la definición que mejor describe nuestro tema es: “Juzgar una cosa según las reglas del arte” (sinónimo de analizar, epilogar).

En esta acepción, el verbo “criticar” es una derivación de "criterio", que es la “regla para conocer la verdad. Juicio, discernimiento…”, y por lo tanto una "crítica" es el “arte de juzgar una obra literaria o artística”. Es también el “juicio emitido sobre ellas…”

El sustantivo "crítico", por ende, es “el que juzga las obras de arte o literarias…”

Pero, ¿el crítico nace o se hace? Como en toda actividad profesional, el crítico se hace, a través de su formación académica, ya sea a través del estudio de una carrera relacionada con los medios de comunicación, o bien en algún área específica del arte y la cultura. Aunque no siempre es así, pues a veces el perfil profesional de ciertos críticos ha sido una carrera científica o técnica.

Por eso, más allá de su formación profesional, lo que me interesa destacar es que el crítico ejerce su actividad en un medio de comunicación y, por lo tanto, la crítica ha devenido en un género periodístico; y por lo tanto, está relacionada con la generación de información noticiosa para la opinión pública.

Raúl Rivadeneira Prada —autor del manual de Periodismo que leí durante mis estudios en la Universidad Iberoamericana, hace casi 30 años— describe así la función de la crítica periodística:


“El primer elemento periodístico de la crítica es su nexo con el hecho noticiable o la noticia publicada. Al margen del elemento ‘noticia’ tendremos ensayos, crítica literaria, opinión científica, comentario erudito, etcétera, que aunque sean publicados en un periódico no constituirán objetos propiamente periodísticos. No todo lo que publican los diarios es periodístico.

“El segundo rasgo se desprende de la función orientadora del periodismo. La crítica trascendental fincará sus reales en los géneros informativo, de opinión y de entretenimiento. De lo dicho deducimos que el valor estético de los objetos criticables no es el único elemento de atención por parte de la crítica periodística, pero tampoco lo son las rigurosidades científicas, más propias de un tratado. Se debe tener en cuenta que la crítica periodística pretende orientar al lector principalmente y, accesoriamente, servirle de fuente de conocimiento erudito…

“De los mensajes periodísticos, el que más aproximación tiene con la educación es probablemente el de la crítica. Ambos son transmisores de experiencias y cultura. La crítica examina los fundamentos de nuestras convicciones y creencias, a la vez que elimina ciertas incertidumbres, orienta y reorienta nuestros conceptos sobre la verdad, bondad y belleza de las cosas.

“Entre ambas, crítica y educación, se desarrolla un ciclo permanente que podría resumirse así: a mayor información, mayor crítica; a mayor crítica, mayor cambio; a mayor cambio, mayor crítica.

“Con lo… anotado —concluye Rivadeneira—, tenemos que la crítica periodística tiene en sí un triple rol funcional: informar, orientar y educar…”

Pero voy más allá. ¿En qué consiste la crítica musical? En otro libro de texto, Introducción al periodismo, su autor, Fraser Bond, habla de “la música, llamada por mucho tiempo el lenguaje universal, que se conceptúa hoy en día como la experiencia artística universal. La radio, los discos y la televisión difunden por igual la mejor y la peor música… y las bandas y coros pueblerinos desempeñan un papel tan importante como las orquestas sinfónicas y las compañías de ópera al comunicar a sus comunidades (…) ‘la más conmovedora, sutilmente articulada, y ágilmente expresiva de todas las artes que el hombre ha creado’.

“Por razón de su universalidad, la gente en su mayoría conoce cuando menos algo de música; numerosas personas la han estudiado por años y muchos son aficionados y artistas profesionales de la música.

“Consecuentemente —afirma Bond—, el periodista que pretende hacer crónica musical necesita mayores antecedentes y preparación mucho más extensos y profundos que los cronistas de cualquier otro arte. Escribe para un público selecto, conocedor y musicalmente cultivado, y también para el lector ocasional.”

De modo que, ¿cuál debe ser la formación académica, profesional y artística del crítico de ópera? ¿Cómo se prepara para ejercer la crítica? ¿Es necesario o conveniente que el crítico de ópera sea también músico o cantante? ¿Cómo critican los críticos? ¿Qué criterios emplean para ejercer la crítica? ¿La crítica es o puede ser objetiva? Estas son preguntas que, esperamos, nuestros panelistas nos puedan ayudar a responder.

Por la transcripción: CHO