Friday, September 28, 2007

Música visible



Posteo el texto con el que participé en la mesa redonda Música visible, realizada ayer, jueves 27, en la Galería Lourdes Sosa, en el marco de la exposición Con ojos oír finezas de amor, ópera pintada, de Otto Cázares, quien igual integró la mesa junto a Mario Marín y Ulises García. Va:


Música visible
Por José Noé Mercado

UNO Cuando Otto Cázares me invitó con gentileza para participar en esta mesa redonda con el tema de música visible, me pareció casi una invitación para dar forma a una vieja teoría, acaso ocurrencia, que ya algún día había rondado por mi mente. Era, desde entonces, una idea quizá descabellada, radical, absurda y condicionada por mi fascinación por las letras. Sobra decir que esos inconvenientes fueron motivos de más para empeñarme en sostener mi teoría, puesto que aventurar una idea sobre lo que ya unánimemente se ha pontificado tiene mucho de oficioso.

¿Y qué postula esa teoría de la que les hablo?, se preguntarán ustedes. Algo sin duda delicado, como para sólo haberme atrevido a exponerlo ante un par de amistades muy cercanas, una de ellas un autodenominado operópata irredento, wagneriano para mayor complicación, que al principio me acusó de absurdo, luego de soñador y finalmente, días después, de haberle dejado el tema acechando su pensamiento por el supuesto sentido que de pronto habían cobrado mis palabras en su forma de concebir la música, el canto y en la ópera como fusión. Aunque pronto volvió a pensar con los oídos, o con las patas, que es con las que un operópata tiene fama de escuchar sus óperas, y recién se arrepintió.

La teoría consiste pues en sospechar que nada existente, imaginado o intuido, puede salirse de la palabra. Todo el mundo, para el ser humano, es palabra, incluida la música. Y si ésta, en última instancia, puede aceptarse en término verbales, necesariamente deberíamos concluir que la música siempre es, siempre ha sido, visible.



DOS Octavio Paz afirmó que sólo existe aquello que es nombrado. Y el arte existe sólo en la medida en que puede nombrar o ser nombrado, a través de sus códigos particulares. El arte, en esencia, es un proceso de comunicación, o al menos su intento. Escribió Paz que “las palabras, frases y exclamaciones que nos arrancan el dolor, el placer o cualquier otro sentimiento, son reducciones del lenguaje a su mero valor efectivo”.

¿Y acaso no sucede lo mismo con una notación musical?

El poeta, según nuestro Premio Nobel, transforma, recrea y purifica el lenguaje y después lo comparte. Y esto mismo, digo yo, sucede también en otras disciplinas de las artes, en la plástica, en lo escénico, en lo musical. Todas tienen su código, su lenguaje de expresión pero, aunque esto suene a sofisma, si no lo podemos traducir a palabras y hacerlo visible, ¿cómo podríamos asirlo?

Los lenguajes aunque distintos en sus códigos, irremediablemente coinciden al final del camino, en su finalidad, si es que pretenden significar y ¿qué significado no es decodificado en el ser humano a través de la verbalización?

Arthur Rimbaud puede ayudarnos a reafirmar esta idea si lo citamos al decir que el hombre que quiere ser poeta comienza por buscar su alma, la examina, la palpa, la comprende. O la incomprende, agregaría yo, pero en todo caso, dice el autor de Una temporada en el infierno, tiene que ser un vidente. Y aquí está la palabra clave: así explore en la locura, en el amor, en el sufrimiento, en el placer, en cualquier idea o sentimiento, tiene que ver, y ve a través de la palabra.

Nuevamente nos referimos al poeta, pero como supongo que lo habrán percibido, en realidad estamos hablando del artista. Puede ser que del músico, intérprete o compositor.


TRES Pablo Picasso decía que, en pintura, buscar no significa nada. Lo importante es encontrar. “El que encuentre algo, sea lo que fuera, aun sin buscarlo”, afirmaba el artista malagueño, “despierta al menos nuestra curiosidad, si no nuestra admiración... Mi objeto al pintar es mostrar lo que he encontrado, no lo que estoy buscando”.

Lo mismo ocurre con el compositor. Porque llegados a este punto creo que es legítimo preguntar: ¿qué es la música? Y, como no creo que deseemos respondernos con idealismos o con poesía, es necesario cuestionar si la música es una serie de notas pintadas sobre el pentagrama. ¿Es acaso la interpretación instrumental o vocal de esas notas? ¿Es el sonido que se produce al decodificar una partitura? ¿O bien, y me decanto por esta opción aun cuando no sea exhaustiva, es lo que ese sonido produce o comunica en nosotros? ¿Y qué podría producir o comunicar si no sentimientos, emociones, ideas o todo cuanto se nos ocurra nombrar como experiencia humana? Y si es así, el amor, el placer, lo marcial, aquello comunicado pues por el compositor ¿no es visible en nosotros, aun cuando la expresión sea de lo más abstracta?

Friedrich Nietzsche, como buen lector de Schopenhauer, afirmaba que la música era el lenguaje más inmediato, más directo, para comunicar las esencias del ser humano y del universo mismo. La abstracción más lograda, sin embargo, no podemos sino figurarla y entenderla a través de palabras que la hagan visible en nuestra mente, y si se me permite la idea, en nuestra percepción y experiencia personal. ¿Qué música no puede verse, entonces? ¿Qué música no tiene un color, un ambiente, una imagen en quien la escucha?

CUATRO Para demostrar lo visible que puede ser la música no hay más que pensar en la música escénica. Y para música escénica: la ópera, que tiene toda la carga visual del teatro y sus elementos: la actuación, la escenografía, el vestuario, el maquillaje, la trama a desarrollar; la carga visual también del canto: la gesticulación del cantante, los colores y registros de la voz, la frase, la palabra que nos remite por necesidad a la imagen, a la imaginación, a lo visible.

CINCO La obra de Otto Cázares, al menos la que integra esta exposición de ópera pintada, me parece que tiene el valor de plasmar la musicalidad de una escena, de una emoción: de un intérprete. Y va más allá: su plástica es capaz de captar que la ópera, en cuanto a drama que se expresa en términos musicales, puede verse. Y que ese género artístico que se observa a través de su pintura se comunica, a fin de cuentas, con el espectador. Es visible, es expresable: es lingüístico.

Es justamente esta impresión que me causó la obra de Otto Cázares, la que me convenció de aventurar ante ustedes este ensayo mínimo que, como todo ensayo bien nacido, no pretende pontificar ni erigir verdades absolutas, sino examinar, probar el valor de la moneda o los metales. O la música y la ópera, y su visible esencia verbal. Muchas gracias.

Wednesday, September 26, 2007

Con ojos oír finezas de amor


El miércoles pasado, 19 de septiembre, se inauguró la exposición Con ojos oír finezas de amor, ópera pintada, de Otto Cázares. La muestra estará abierta unas semanas y se puede asistir a la Galería Lourdes Sosa, en Polanco, para apreciar de cerca el trabajo de este joven y talentoso artista plástico.

En el marco de la exposición se organizó una mesa redonda con el título Música visible, que se llevará al cabo este jueves 27 de septiembre, a las 18:30 horas. La entrada es libre para todo público y participaremos Manuel Marín, Ulises García, Otto Cázares y yo.

Llevaré una ponencia justamente sobre la música visible. Es un tema que me atrajo mucho, da para exprimirlo a fondo, algunos pensamientos saqué.

La Galería Lourdes Sosa está en Ibsen 33-A, Polanco. México DF.




Sunday, September 23, 2007

Luciano Pavarotti 1935-2007


Luciano Pavarotti 1935-2007
Por José Noé Mercado

UNO En pocos casos resulta más inadecuada la disección del vivo para la reconstrucción del personaje fallecido que en el de Luciano Pavarotti. Puesto que el tenor nacido en Módena, Italia, el 12 de octubre de 1935, no fue un artista genuino al que deba restársele su lado comercial, no fue un grandioso belcantista al que se le sustraiga su acento spinto, ni fue un cantor al que deba reprochársele su falta de histrionismo, para finalmente obtener una división de su público. No. El enfoque estaría errado. Pese a que cualquier obituario sobre un cantante esté condenado de antemano al fracaso porque, sin duda, es incapaz de expresarse en los mismos códigos de aquello que intenta hablar, podemos aventurar la tesis de que Pavarotti fue una gran suma, una multiplicación, una potencia, cuyo resultado es igual a un icono de la cultura de su tiempo, una marca registrada reconocible en todo el mundo, destinado a trascender su época.



DOS Por el avanzado cáncer de páncreas, problemas en la cadera que le dificultaban la movilidad, antecedentes de neumonía y complicaciones renales, ya se esperaba su muerte y, sin embargo, cuando finalmente llegó, el 6 de septiembre de 2007, a las 5:00 horas tiempo de Módena, el dolor fue grande. Fue desolador comprobar, por si a alguien no le quedaba claro, que incluso los titanes están condenados a un fin terrenal. No sólo el ámbito operístico lloró la muerte de Pavarotti. Muchos otros sectores también. De hecho, es difícil identificar un sector de la sociedad que no haya lamentado una pérdida tan corpulenta como el propio Rey del do sobreagudo, tan grande como su impronta de musicalidad. Rara vez, por no decir que nunca en la memoria de quien está avocado a escribir estas líneas, se había escuchado en todas las radiodifusoras, o casi en todas, culturales o comerciales, musicales o habladas, las grabaciones de un mismo artista durante todo el día. Su imagen en la televisión, en los noticiarios de todo tipo, parecía agigantarse y al mismo tiempo se volvía acuosa, y erizaba la piel. ¿Quién no habló o escuchó de la muerte de Pavarotti? ¿Quién no asumía que Pavarotti era parte del mundo, una inconfundible referencia de la segunda mitad del siglo 20 y de lo que va del 21? ¿Quién no era tocado por su fama, por su mediática presencia, como por los rayos del sol? Al escuchar o leer las condolencias de sus colegas, de políticos, de directivos de teatros líricos, pero sobre todo de la gente común que se expresó en blogs, en páginas web, en foros, en servidores de videos, se puede advertir el alcance de Pavarotti: lo lloró el público operístico, el vernáculo, el popero, el roquero, el heavy-metalero. El espectro musical entero. O casi.


TRES Luciano fue hijo de Adele Venturi y Fernando Pavarotti. Ella empleada en una cigarrera, él panadero y tenor aficionado que influyó —junto con sus grabaciones de Gigli, Martinelli, Schipa, Caruso—, para que su hijo mantuviera contacto con el canto, que comenzaría a poner en práctica a los nueve años, en un coro de iglesia local.

Luciano estaba igualmente entusiasmado con el fútbol y deseaba llegar a ser guardameta, a nivel profesional, pero su madre lo convenció para que optara por la docencia, así que después de los estudios correspondientes, Pavarotti ejerció como maestro elemental durante dos años, tiempo en el que, sin embargo, su inquietud por la música, principalmente por el canto que desde entonces entendía como algo natural, como una herramienta de expresión tan cotidiana como el habla, lo decidieron a probar suerte en el arte lírico. Arrigo Pola y Ettore Campogalliani fueron sus mentores. “Cuando su padre lo trajo para que cantara frente a mí en 1955 —diría Pola—, supe inmediatamente que Luciano poseía una voz excepcional y lo tomé como alumno. Durante dos años y medio vino diariamente a mi departamento de Módena y trabajamos juntos, incluso los domingos”.

Sus primeras presentaciones como cantante serían con el Coro del Teatro de la Comuna, en su poblado natal, y con La Coral de Gioachino Rossini, para finalmente registrar su debut operístico como solista el 29 de abril de 1961, en el Teatro Reggio Emilia, como Rodolfo, de La bohème de Giacomo Puccini, un papel que habría de ser favorito y bienhadado para el tenor. Poco más de un año después, por ejemplo, habría de sustituir en este rol al siciliano Giuseppe di Stefano, en el Royal Opera House Covent Garden de Londres, y en 1968 interpretaría también al poeta en su debut, algo enfermo por una gripa que le hizo cancelar las últimas funciones: lo que no le impidió merecer unánimes elogios de la crítica, en el Metropolitan Opera House de Nueva York.

En 1969 fue la primera de diversas presentaciones de Pavarotti en México. En ese primer año, no obstante, fue que cantó óperas completas: La bohème, infaltable, y Lucia di Lammermoor. En sus siguientes visitas a nuestro país, el tenor, ya como una auténtica celebridad, ofrecería conciertos, algunos de ellos masivos, otros, los últimos, como parte de su interminable y accidentada: llena de cancelaciones, gira del adiós. “La gente paga por oírme cantar. Sólo cuando dejen de venir pondré punto final”, llegaría a decir Big Pava, frase lógica, sin excusa, y muy sincera, ya que en último caso: ¿por qué habría de dejar de hacer lo que tanto le gustaba, algo que por lo demás le generaba altos ingresos, aun cuando la voz ya no le respondiera como antes? ¿Por dignidad artística? ¿Y quién sería capaz de hablar de dignidad artística frente a un coloso del arte como Pavarotti?

El prestigio del Rey del do sobreagudo llegó en 1972 cuando interpretó en el Metropolitan de Nueva York el papel de Tonio de La fille du régiment de Donizetti. Desde entonces, Pavarotti, que ya en 1965 había debutado, como el Duque de Mantua, en La Scala de Milán, se convirtió en habitual estrella invitada en todos los recintos líricos más importantes del mundo y, por añadidura, en visitante frecuente de los estudios de grabación, en ocasiones compartiendo créditos con figuras cercanas y bien compenetradas al tenor como Joan Sutherland, Richard Bonynge, Sherrill Milnes, Marilyn Horne o Mirella Freni. Su repertorio operístico no fue muy amplio, pero por fortuna una extensa disco y videografía, integrada también por múltiples géneros, sobrevive como legado.


CUATRO A partir de 1990, en el marco de la Copa del Mundo de Fútbol, Luciano Pavarotti apareció al lado de sus colegas de tesitura José Carreras y Plácido Domingo en espectáculos musicales masivos que contenían fragmentos operísticos igual que piezas populares. Las críticas de los puristas, acaso censores escrupulosos, que se rasgaron las vestiduras por semejante masificación musical no escasearon. Sin embargo, el éxito del formato fue notable: más de 10 millones de cedés de este concierto se vendieron por todo el orbe, convirtiéndose así en la grabación clásica de mayor venta en la historia, y en el siguiente Mundial, el de Estados Unidos 1994, el concierto ofrecido por Los Tres Tenores fue seguido en directo por más de 2000 millones de teleespectadores. Un récord, sin duda, de pesadilla para quienes piensan que el arte lírico es sólo para ellos y no para la gente. Pavarotti jamás se inmutó por las críticas y una vez sentenció con desenfado: “la ópera es como el fútbol, al fin y al cabo, todos pueden mirar los partidos aunque no entiendan nada del juego”.

Otro espectáculo que desde 1991 se repetiría año con año en Módena, con finalidad absolutamente filantrópica, en que Luciano fue duramente criticado por los fundamentalistas se llamó Pavarotti & Friends. Y es que algunos sectores clásicos, conservadores, no toleraban que el Rey del do sobreagudo cantara diversos géneros populares al lado de figuras como las Spice Girls, Michael Jackson, Bono, Anastacia, Sting, Aqua, Elton John, Celia Cruz, Michael Bolton, Enrique Iglesias, Bryan Adams, Laura Pausini, Zucchero, Gloria Stefan, Ricky Martin, Mariah Carey y muchas más.

Los cuestionamientos, en todo caso, no superaron ese espíritu benéfico de los conciertos, y el tenor demostró mayor entendimiento de su época, de los medios masivos de comunicación y su permeabilidad social, del espectáculo que se mezcla con la tradición más artística, y asumió sus riesgos y posibilidades. Si no se desea pensar abiertamente que Luciano Pavarotti fue un artista posmoderno, tampoco debería considerársele como un personaje anacrónico, rancio, de los que nunca faltan ejemplos.



CINCO La voz de Luciano Pavarotti, como el talento de todo artista auténtico, es particular, inigualable, decisiva. Se trata de un instrumento de enorme belleza en el timbrado, de armónicos soleados, de emisión lírica pero acentos spinto, de considerable volumen y de un brillo agudo y cálido que corre electrizante e ilumina el oído del escucha. Ideal para el repertorio belcantista, el verdiano intermedio, el pucciniano lírico, pero igual suficiente para un paso más demandante en dramatismo.

Con naturalidad, sin aparente esfuerzo, y énfasis en la dicción, como si hablara, Pavarotti no sólo fue un tenor. Acaso fue una referencia de lo que por su voz puede, o debería, ser un tenor. En especial del tenor italiano, heredero de toda una tradición lírica inconfundible, de raza. Pavarotti confirmó que se puede ser un clásico en vida. Y en vida, igual, era ya legendario.


SEIS —Sabemos del repertorio que ha interpretado a lo largo de su carrera. ¿Considera que alguna vez abordó algún rol que pudiera afectar su voz? —pregunté a Pavarotti en entrevista, en 2002.

—Yo debuté a los 26 años de edad —me respondió el tenor con la serenidad de quien sabe lo que explica—. Canté siempre lírico, hasta que no llegué a los 35. Después he cantado un lírico más demandante como Un ballo in maschera. No creo que haya afectado nunca mi voz. Turandot, que es una ópera que podría haberme sido dañina vocalmente, la he hecho pocas veces. Otello lo abordé sólo una vez en concierto. Creo que siempre he cantado en el repertorio justo.



SIETE La noche del 5 de septiembre de 2007, hora de México, escuchaba en You Tube el “Nessun dorma” en voz de Luciano Pavarotti, aria con la que el tenor apareciera por última vez en un escenario: el 10 de febrero de 2006, durante la inauguración de los Juegos Olímpicos de Invierno, en Turín. Poco antes de que llegara a la frase “All´alba vincerò!”, leía la confirmación de su representante, Terry Robson, difundida por la prensa: Luciano Pavarotti había muerto. Fue estremecedor. Big Pava me acercó a la ópera. Fue el primer cantante que escuché, en disco. Y la tristeza de saber que había fallecido, fue muy grande.



OCHO Lo siguiente sería comprobar las reacciones a través de los medios de comunicación. Mirar a la gente que acudió a su natal Módena para darle el último adiós al cuerpo de Pavarotti, quien fue vestido con frac, con su infaltable pañuelo blanco en la mano. En la ceremonia fúnebre la soprano búlgara Raina Kavaibanska cantó el “Ave María” del Otello de Verdi y el tenor Andrea Bocelli hizo lo propio con el “Ave verum corpus” de Mozart.

Ahí estuvieron políticos, algunos cantantes operísticos, mucho de su público, y sobre todo sus Friends, contrastando con ausencias casi escandalosas de colegas que no tuvieron tiempo o voluntad para estar presentes. Allá ellos, y su conciencia.

Pavarotti fue inhumado en el cementerio Montale Rangote, donde están enterrados sus padres y su hijo Riccardo, quien murió poco antes del parto, en 2003.


NUEVE Sobre la vida personal de Pavarotti, quizá sólo es necesario decir que estuvo casado durante 34 años con Adua Verona, con quien tuvo a sus hijas Lorenza, Cristina y Giuliana. Sus segundas nupcias fueron, en diciembre de 2003, con su otrora asistente, 34 años más joven, Nicoletta Mantovani, con quien tuvo a su cuarta hija, Alice.

Días después del fallecimiento de Big Pava, inició un escándalo por supuestos malos tratos de Nicoletta a Pavarotti, cuando éste ya no podía valerse por sí mismo. Pero ésa es otra historia. De telenovela. U ópera.


DIEZ —¿Qué le gustaría que se dijera de usted dentro de 100 años? —pregunté igual a Pavarotti en aquella entrevista de 2002.

—Creo que me gustaría ser recordado como un cantante muy serio y profesional —me respondió, pensando un poco, mientras yo veía la mascada multicolor, que de su cuello le caía al pecho, y comprobaba de cerca su enorme carisma, su personalidad inabarcable, fascinante y potenciada en el escenario—. Con una voz muy propia; muy personal. Como ser humano, simplemente quisiera que se me recuerde como un hombre muy honesto.

Muy serio y profesional. Con voz propia. Honesto. Así te recordaremos. Gracias, Luciano. Descansa en paz.

Monday, September 17, 2007

Colin McRae (1968-2007): RIP


Es una pena: el ex campeón mundial de rally, Colin McRae, se mató este domingo 16 de septiembre, al estrellarse el helicóptero que él mismo pilotaba, en una zona boscosa de Escocia, cercana a su casa de Lanark. Tenía 39 años de edad.

En el accidente igual murieron su hijo Johnny, de 5 años de edad, Ben Porcelli y Graeme Duncan. Ben era amigo de Johnny, tenía 6 años de edad, y Graeme, de 37 años de edad, era amigo de Colin, desde tiempos escolares.

La muerte de McRae en sí, y la forma, me parecen una tragedia. Yo seguí muchas de sus carreras y las difruté harto. Era admirable, en diversos sentidos. Fui fan de sus videojuegos. Siempre lo escogía, lo seguiré escogiendo, a él.

RIP.

Wednesday, September 05, 2007

UPDATED: Pavarotti ha muerto: RIP

UPDATED: Luciano Pavarotti ha muerto, esta noche: 5 de septiembre de 2mil 7, tiempo de la ciudad de México. Pavarotti murió en su casa tras luchar duramente contra el cáncer de páncreas, confirmó su representante Terri Robson.

Se va Pavarotti, un ícono de la cultura occidental de la segunda mitad del siglo 20, y algo de nosotros, quienes lo vimos y escuchamos -y quién no lo vio y escuchó en alguna parte, a través de algún medio-, se va también. Algo ha muerto en mí igual.

Qué tristeza.

Reposteo, en su memoria, este post de octubre de 2mil6, que celebraba su cumpleaños 71 y que contiene la entrevista que pude hacerle en 2mil2.

RIP

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El célebre Luciano Pavarotti cumplió 71 años de edad en esta semana. El 12 de octubre. Sería redundante hablar sobre quién es Pavarotti y lo que ha hecho dentro y fuera de la ópera, pues todos lo sebemos, o deberíamos saberlo. X eso mejor decidí postear la plática con Big-Pava que originalmente publiqué en la revista Pro Ópera, uf, hace ya tres años.

Pavarotti estuvo en Guadalajara, en noviembre de 2002, a propósito de una de sus tantas giras de despedida. Ahí le hicieron entrega de las Llaves de la Ciudad y además platicó con algunos medios de comunicación. Ahí estuve. Pava x estos días se recúpera, ojalá, de una operación de páncreas. Estaba igual malo de la cadera. Así es la vida, no más.

Posteo, pues, aquel diálogo, brincándome, desde luego, la introducción original, que ya no viene al caso.

Luciano Pavarotti

"El belcanto es como un automóvil antiguo"

Por José Noé Mercado

—¿Cómo se ha sentido al llegar a Guadalajara y percibir su ambiente?

—Me siento bien. Ésta es una experiencia nueva, aunque no del todo porque yo conozco muy bien el mariachi. Es muy conocido en todo el mundo y he tenido la oportunidad de cantar con ellos. Por otra parte, el cariño que he recibido de esta gente cuando llegué es tan grande, que me ha conmovido mucho. Espero que el concierto que ofreceré al público sea digno de esta maravillosa ciudad y de sus habitantes.

—Sabemos de la amplitud del repertorio que ha abordado a lo largo de su carrera. ¿Considera que alguna vez abordó algún rol que pudiera afectar su voz?

—Yo debuté a los 26 años de edad. Canté siempre lírico, hasta que no llegué a los 35. Después he cantado un lírico más demandante como Un ballo in maschera. No creo que haya afectado nunca mi voz. Turandot, que es una ópera que podría haberme sido dañina vocalmente, la he hecho pocas veces. Otello lo abordé sólo una vez en concierto. Creo que siempre he cantado en el repertorio justo.

—Usted se ha convertido en una auténtica leyenda viviente, pero ¿el hombre está al nivel del artista o ha sido rebasado?

—Yo creo que si el cantante, como todas las personas que se destacan en cualquier otra actividad, logra alcanzar un gran nivel en su carrera, necesita que su personalidad se desarrolle paralelamente. Si esto no ocurre, en realidad no se llega nunca a ser grande en nada.

—¿Le falta algo en su brillante trayectoria?

—Sí y no. Casi siempre se aprenden cosas nuevas, pero yo ya no puedo aprender porque he hecho prácticamente todo lo que hay para un tenor con mi tipo de voz. Sin embargo, cada noche es distinta y toda función en vivo es hermosa. Por eso sigo cantando.

—¿Qué le gustaría que se dijera de usted dentro de 100 años?

—Creo que me gustaría ser recordado como un cantante muy serio y profesional. Con una voz muy propia; muy personal. Como ser humano, simplemente quisiera que se me recuerde como un hombre muy honesto.

—¿Qué futuro tiene la ópera? ¿La música comercial la convertirá en una pieza de museo?

—No lo creo. El belcanto es como un automóvil antiguo. No cambia. No debe cambiar. Al inicio de mi carrera escuché decir que el teatro lírico estaba muerto. Como pueden ver, la ópera todavía está aquí y estará por muchos años. Creo que será para siempre, porque es una cosa artística y éstas siempre ganan en valor. Sobre los cantantes nuevos quiero decir que hay muchos que son muy buenos y preparados. Sólo el tiempo dirá cuál será la meta a la que lleguen.

El sentimiento de la ópera es también un coche antiguo, pero pienso que nunca estará dentro de un museo. La lírica estará viva porque reúne lo que todos sentimos: amor, odio, celos, pasión. Estos sentimientos comenzaron con Adán y Eva y todavía están entre nosotros. Mientras vivamos así será.

—¿A qué se dedicará cuando se retire?

—Me gusta mucho el presente. No me gusta programar mi vida para un año tras otro. Aunque por el momento tengo la agenda completamente llena, ¿qué haré cuando no cante más...? Creo que buscaré enseñar a cantar. Como sabe, yo soy maestro elemental y la docencia la llevo en la sangre.

—¿Con qué sueña Pavarotti?

—¡Pavarotti sueña todas las noches con volverse más flaco!

—Usted ha estado cercano a la muerte y vivió la guerra de cerca. ¿Cómo afectaron su vida estos hechos?

—Haber tenido estas experiencias desde niño, me ha hecho pensar mucho en la vida. Como puede ver, yo amo la vida y me gusta trabajar para la gente. Me complace hacer actos benéficos, porque creo que es casi un deber para una persona que, como yo, lo ha tenido todo en la vida. Cuando me encontré a la muerte, tenía yo doce años. Nos volvimos amigos y le he pedido que venga a buscarme muy, pero muy tarde.

Saturday, September 01, 2007

Pro Ópera septiembre-octubre-2007


Salió, puntual, la revista Pro Ópera sep-oct-2mil 7. Hay que leerla. La portada es a propósito de la ópera Frida que se presentó hace poco en Guadalajara, y de la correspondiente crítica de Lázaro Azar.
Yo publiqué mi columna Ópera en México, crítica El barbero de sevilla en BA con las estupendas fotos de Ana Lourdes Herrera, y una entrevista al pintor Otto Cázares.

Igual vienen entrevistas a Grace Echauri, José Antonio Morales, Rosa Blanes, Robert X Rodríguez y René Pape, varios obituarios y diversos artículos y secciones - como Ópera en América y Ópera en Europa, que merecen ser consultados.

Igual la sección cibernética de Otras voces viene cargada, con más críticas del Barbero en BA -la de Luis Gutiérrez, Lázaro Azar, Vladimiro Rivas Iturralde, María Teresa Castrillón, Raúl Díaz, y de Frida en Guadalajara -la de Francisco Arvizu y Charles Nath, y obituarios alternativos.

Aquí está la página: http://www.proopera.org.mx/ para consultarse integralmente.