Wednesday, March 26, 2008

Tosca en Bellas Artes (2008)


Posteo mi crítica d Tosca en BA 2008. Como en casi ninguna otra crítica, o ninguna, recibí toda serie d comentarios y observaciones, d todas partes y sectores, q trataron discretamente de influir mi opinión y perspectiva. No niego q me emociona ser tomado tan en cuenta, supongo q es un honor y una gran responsabilidad, pero como ha quedado claro desde la primera q escribí, todas mis críticas las pienso y escribo yo.

Así q sorry. Nada personal. Va:


Tosca en Bellas Artes
Por José Noé Mercado


Que levante la mano quien considere que las actividades líricas presentadas por la Compañía Nacional de Ópera no han caído en un nivel lamentable. Y que explique y argumente, sin sofismas ni enredos, por qué una tradición operística tan fecunda, como la ha cultivado México en algún momento de su historia, se ha convertido en un arte ofrecido con gotero, en cantidad y calidad, en los últimos tiempos. Al menos, en el Distrito Federal. Al menos, en Bellas Artes.

¿No será que la ópera, quizás, está en otra parte?

Prueba de ello es la sobrevalorada producción de la Tosca de Giacomo Puccini proveniente del Festival de San Luis Potosí que la CNO, seguramente a falta de algo mejor o mínimo propio, presentó en el Teatro del Palacio de Bellas Artes, los pasados 24, 26 y 28 de febrero, además del 2 y 6 de marzo, para continuar su Temporada 2008, que, no olvidemos, empezó sin ópera, con una misa, a mitad, casi, de febrero.

Pese a las expectativas generadas por los entusiastas comentarios de algunas voces que presenciaron esta misma puesta en escena estrenada en San Luis, en abril de 2007, quedó claro para el público de Bellas Artes que se trata de una producción monótona y de bostezo. Aburrida.

Empezando por la escenografía firmada por el arquitecto Ricardo Legorreta, en su primera incursión operística, que de hecho resultó poco operística y poco escénica para ayudar a discurrir la trama. Si bien la media cúpula dentro de la que se desarrolló toda la obra logró un ambiente más o menos adecuado para el primer acto (aunque en rigor la cúpula más bien parecía mezcla de una burlona calabaza de Halloween, el Toreo de Cuatro Caminos o el Palacio de los Deportes), en los dos últimos episodios se volvió un estorbo que limitó el libre fluir de las acciones y transitar de los personajes.

La cúpula, es decir la escenografía, mostró los límites de su funcionalidad escénica (además de la impaciencia que producía observar en todo momento los puntitos que tenía en su superficie, impaciencia sólo superada por algunos al jugar Timbiriche mental) justo porque al recurrir a ella en un momento determinado, ya después, durante el resto de la función, por sus dimensiones, era tramoyísticamente imposible deshacerse de ella, aunque poco viniera a cuento, por más que en su parte baja, por su carácter modular (¿se dice así?: desmontable, desarmable), presentara columnas o ventanas.

Así y todo, la escenografía quedó chica al Teatro del Palacio de Bellas Artes. Con y sin metáfora. Obviamente, porque a nadie se le ocurrió pensar (y compensar) que las dimensiones escénicas del Teatro de la Paz, para donde se diseñó originalmente, no son las mismas que las de otros foros donde se decidió presentar la producción: Guadalajara, ciudad de México, hasta el momento. De esta manera, el público siempre vio, por ejemplo, los numerosos cables que sostenían la cúpula o el cuadro de Cavaradossi (que poco antes del Te Deum levitó ante la risita incrédula de mucha gente) e, incluso, nunca dejó de ver a Tosca cuando decide tirarse al vacío. Quedó al descubierto que sólo intentó esconderse detrás de una columna, que no la tapó del todo.

Uf: por si lo dicho no fuera suficiente, la escenografía resultó un despropósito acústico. En algunas partes del escenario las voces de los cantantes fueron inaudibles, mientras que en otras hubo quien pensó que estaban microfoneadas. La consecuencia fue un descontrol para los cantantes y para el mismo público. Como si escuchara la obra mientras un bromista le subía y bajaba el volumen.

De todo lo anterior pueden deducirse las dificultades que tuvo que enfrentar el director de escena César Piña, cuyo talento pudo resolver algunos pasajes lo mejor posible, aunque no evitó del todo momentos donde la gente en escena estaba apretujada, ociosa, rígida, sin movimiento. Como metida en una lata de atún. Tal vez, conciente de las limitantes escenográficas para el trazo, su trabajó procuró el desarrollo interior de los personajes. Eso se notó para bien.



En el rol protagónico alternaron las sopranos Olga Romanko y Hasmik Papian. Esta última, armenia, en la quinta función brindó un canto que pareció no estar a la altura de su brillante currículum. Intervino sin pena ni gloria. Cosechó sólo algunos aplausos, donde toda Tosca recibe ovaciones. El instante en que más llamó la atención fue en su escena de celos, en el primer acto, cuando por poco se va de bruces, porque tramoya, torpemente, le movió un desnivel a su paso. Por fortuna, logró detenerse en el cuadro de Cavaradossi. Lo dejó columpiando, pero se evitó que un episodio tragichusco pasara a mayores.

El pintor Cavaradossi fue interpretado por el tenor Fernando de la Mora. En la función del día 6, mostró en los tres actos la irregularidad e inconstancia vocal y canora que le caracterizan. En el primer acto, escuchamos a un cantante sin compromiso con su rol, con una emisión empujada, sin afinar, carente de control, rozando los gritos que debió reservarse para el segundo episodio en vez de agudos. De un canto frío, sin rigor, cansado, de trémolo senil, De la Mora pasó a un segundo acto más destacable vocalmente y llegó al tercero si no en óptimas condiciones, al menos haciendo lucir su bello timbre, hasta ese momento casi oculto, y enfrentó con recursos y experiencia, con interpretación y sobre todo colmillo, su adiós a la vida.

Quien definitivamente ofreció la intervención de mayor solvencia fue el barítono veracruzano Genaro Sulvarán en el papel de Scarpia. Su voz se ha oscurecido, muestra poder y volumen y al mismo tiempo belleza en sus armónicos. Se le escucha muy bien en el centro y, aunque en los agudos requiere recuperar foco, su oficio como cantante es innegable y lo combinó muy bien con su personalidad recia, dura, proyectada al personaje.

Hasta el momento, más allá de presentar la obra como parte de su temporada, no hemos señalado con claridad algo que haya hecho la Compañía Nacional de Ópera. Sí hizo algo más y debe consignarse: quitar, vetar, separar, borrar, del paquete de la producción original, que ya hemos dicho: luego de San Luis Potosí se presentó en Guadalajara, al Sacristán de aquellas funciones: el bajo Charles Oppenheim, dando pie a toda clase de especulaciones. ¿Por qué no lo incluyeron en Bellas Artes? Porque alguien tomó la decisión, y por algo, ¿no? Paradójicamente el mejor papel de Oppenheim, al menos el que le ha ganado más simpatías y notoriedad hasta este momento de su carrera lírica, lo interpretó desde la butaca. Y se lo debe a la miopía de sus censuradores.

El Sacristán elegido para este ciclo de funciones fue el bajo Arturo López, quien completó el elenco junto a Ricardo López, Rodrígo García Arroyo, Roberto Aznar y Sergio Ovando, como Angelotti, Spoletta, Sciarrone y el Carcelero, respectivamente.

La visualmente pesada y somnífera iluminación fue responsabilidad de Flavia Hevia, mientras que al frente de la Orquesta y Coro del Teatro de Bellas Artes y la Schola Cantorum de México (estas dos últimas agrupaciones dirigidas por José Luis Eleazar y Alfredo Domínguez) se contó con la experimentada batuta del maestro Enrique Patrón de Rueda, quien conoce como pocos las obras que aborda. Es una garantía para los cantantes contar con su concertación, y musicalmente ofrece una idea clara de la partitura, de sus tiempos y respiraciones. Lástima que la ejecución de los instrumentistas fuera otra cosa y produjera un sonido disperso, sin detalles, mecánico y sólo en contados compases agraciado.

Como puede comprobarse, mejores tiempos ha tenido la ópera en nuestro supuesto máximo recinto artístico. Sobre todo cuando, como me comentara un personaje que labora en Bellas Artes, “a esta producción de Tosca aquí le salió todo lo provinciana que es”. “Ni cómo negarlo”, le respondí, “pero lo peor no es eso. Lo peor es que la Compañía Nacional de Ópera tuviera que echar mano de ella, quizá porque peor es nada. Y nada, o casi nada, es lo que la CNO ha producido últimamente”.

Por ello, volviendo al primer párrafo, ¿entonces quién levanta la mano?

Messa da Requiem en Bellas Artes (2mil8)


Posteo mi crítica d la Messa da Requiem d Verdi en BA con q inició la Temporada 2mil8 d la CNO. Iniciaron las actividades y eso es bueno, pero igual hay cosas q decir.

Aunq la escribí en su momento, la posteo algo tarde, andaba ocupado. Ésta es, de hecho, la primera crítica q escribí después d terminar 1 gran reportaje (no es pretensión mía o del tema, así se llama el género abordado) sobre la Ópera d Bellas Artes en el sexenio 2mil - 2mil6. El sexenio pasado. El sexenio foxista. Pronto, tan pronto como defienda el gran reportaje ante 1 jurado examinador d sinodales d la Escuela d Periodismo Carlos Septién García, postearé algo por acá.

Apuntes, cifras, conclusiones, obervaciones que se desprenden de ese trabajo de investigación-académico, en breve.

Igual espero publicar en algún lado el texto íntegro, que es algo extenso: + de lo que tan poca ópera podría hacer pensar. Veamos con el tiempo, mientras va la crítica del Requiem:


Messa da Requiem en Bellas Artes
Por José Noé Mercado


Como si presentara actividad operística de sobra, la Compañía Nacional de Ópera que dirige José Areán decidió iniciar su Temporada 2008, casi mes y medio después de iniciado el año, no con ópera, sino con la Messa da Requiem de Giuseppe Verdi. Fueron dos funciones ofrecidas en el Teatro del Palacio de Bellas Artes, los pasados 7 y 10 de febrero.

La decepción que generó en el público la presentación de un género por otro fue grande. Puesto que, mal que mal, la ópera se espera que venga de la institución encargada de producirla, pues conciertos, galas, misas y demás pueden escucharse con las diversas agrupaciones musicales de la ciudad o el país. Y si bien puede argumentarse que en el mundo algunos teatros o compañías de corte netamente operístico también ofrecen géneros alternativos o, si se quiere, complementarios a la ópera, puede responderse que es además de sus temporadas operísticas, lo que no es el caso de la CNO, que como pocas veces en su historia tiene una oferta operística tan pobre.

La decepción, tal vez, pareció tan severa porque, por si lo dicho fuera poco, el nivel artístico general que se ofreció en este par de funciones fue limitado. O lamentable. O triste. O musical y vocalmente desangelado.

O todo lo anterior.

Lo más rescatable fue la participación del bajo Rosendo Flores, seguro, confiable, con una voz apuntalada que sorteó los retos de la partitura. Pero la buena actuación de un artista no siempre salva el resto de una velada, ni pudo evitar, por ejemplo, las pifias de emisión vocal, el descontrol canoro y estilístico, la frialdad interpretativa de la soprano importada de Italia Francesca Scaini. ¿Quién la trajo? ¿Por qué se creyó a ciegas —o sordas— en las recomendaciones que seguramente se hicieron de ella para ser contratada? No hay nada de criticable en que se importen cantantes, siempre y cuando su nivel y desempeño lo justifiquen. Pero la realidad, en este caso, puede entenderse con el comentario que me hizo una cantante mexicana, acercándose a mí a medio camino entre la irritación y la pesadumbre, al final de la primera función: “Aquí estamos en el teatro, entre el público, por lo menos tres sopranos que podíamos haber cantado mejor o, ya de perdida, igual de mal que la Scaini. ¿Por qué, entonces, importarla y hacer a un lado a las mexicanas?”.

La voz de la mezzosoprano Grace Echauri se desinfló a partir de la mitad de la obra. Desde ese momento, la cantante comenzó a quedarse sin aire, sin volumen, sin brillo y a la vez sin oscuridad en su instrumento, a frasear ya sin intención y, en general, con poca solvencia en su canto. “Qué pena, pues empezó muy bien”, afirmó a su pareja un aficionado durante el tibio aplauso que le brindó a la cantante, concluida la obra. Y, sí. Es una pena, pero ya se sabe que en la lírica más que empezar bien, lo importante muchas veces es cómo se continúa y, sobre todo, cómo se acaba de interpretar una obra.

La parte de tenor fue encomendada al joven Diego Torre, que nuevamente demostró su potencial que con toda seguridad desarrollará de a poco en la medida en que gane experiencia en los escenarios. Es una voz con cualidades, cierto, pero requiere ya de pulir su línea de canto, de perfeccionar su fraseo. De interiorizar más lo que está cantando para luego transmitirlo con inteligencia vocal e interpretativa de por medio.



El Coro del Teatro de Bellas Artes, que en 2008 celebra 70 años de existencia, fue dirigido esta vez por el padre Xavier González, una personalidad, sin duda, en el ambiente lírico de nuestro país. Su dirección huésped fue para homenajear su longeva y destacada trayectoria. Lo cual es justo y merecido. Pero, ¿cómo se le encarga la dirección del coro a alguien que apenas, y no sin ayuda, pudo subir al escenario para recibir aplausos? ¿Qué trabajo, qué resultados puede brindar, o se le pueden exigir? ¿El homenaje no debió darse de otra forma, no debió ser también inteligente y no sólo emotivo?

La Orquesta del Teatro de Bellas Artes contó con la batuta del italiano Guido Maria Guida, un profesional como se sabe, que sin embargo tuvo que enfrentar la falta de espacio y tiempo para ensayar. Como él mismo difundió vía correo electrónico: “tuvimos que ensayar en el 4º piso —del Palacio de Bellas Artes—, en ese tiempo no era posible, diversamente, utilizar el Teatro Regina. Además, el día 4 fue fiesta nacional. ¿Qué hacer? ¿Cancelar el proyecto?”.

Al final de las funciones, el concertador mismo se dio cuenta de que “con un poco más de trabajo se hubieran podido resolver unas dificultades… Pero así son las funciones: algo sale mejor que en los ensayos, algo peor… El ensayo general salió muy bien, demasiado bien. Se dice en Italia que es cosa mala, cuando el ensayo sale bien. Personalmente opino que la Orquesta y el Coro hicieron bien, aunque algo faltó… Algunas faltas pueden también ser determinadas por una falta emocional o de concentración, y un director debe tomar su responsabilidad”.

Así es. Cuando las cosas no salen bien, asumir la responsabilidad es fundamental si es que se tiene la idea, la intención, la humildad, de que salgan mejor. O, mínimo, de que no empeoren. ¿Quién, entonces, asume la responsabilidad de que la Temporada 2008 de la Compañía Nacional de Ópera haya empezado no sólo sin ópera, sino además con tan deplorable calidad?

Tuesday, March 25, 2008

Sin remedio


"...Estate preparado para que te ignoren, te desprecien, no te publiquen, no te hagan caso, no te contesten las llamadas los editores y se rían de ti. Si sobrevives a todo eso, no tienes más remedio que ser escritor".

Santiago Roncagliolo
En entrevista con Francisco Ruiz Udiel de Carátula

Monday, March 24, 2008

Juno


No soy de los que suele ver las pelis de las que todo mundo habla, pero y qué. Ésta vez sí lo hice. Tampoco soy fan de las cintas que vienen precedidas por el aura de numerosos premios. O, mejor dicho, sí suelo ver esos filmes, pero después. Cuando la euforia que provocaron ha bajado. Cuando, paranoicamente, considero que el peligro de alienación ha disminuido. Cuando la posibilidad de engrupir y ser engrupido es considerablemente menor.

Vi Juno. La alternativa cinta estadounidense-canadiense de Jason Reitman (que ganara el Oscar al Mejor Guión Original y muchos, muchos galardones más), escrita por Diablo Cody. Me interesó, definitivamente, más que otras películas que traen premio.

En primer lugar, y esto no es una lista, porque los creadores de Juno (el guiño a la diosa romana de la maternidad lo pasa por alto la mayoría de espectadores) saben que, si se tiene un personaje, se tiene acción. Se tiene historia. Y Juno MacGuff es un personaje simpático y casual que, por la situación que enfrenta, madura en su inmadurez -nunca deja su puto-teto-teléfono-hamburguesa-, en el relajamiento en el que vive.

Porque es claro que ella intenta forjarse sus propias normas, en lo que ayudan las personas que la rodean (lo que no siempre las hace del todo creíbles, aunque bueno: están ahí para pivotar en logro del personaje protagónico). El embarazo de una adolescente de 16 años es una buen punto de partida para probar su mentalidad, su perspectiva frente a su vida y la de otro ser. Y, cuando el aborto no es opción para Juno, y quedarse con la cría tampoco, hay un punto medio que, ciertamente no satisface del todo a todos los públicos -el tema no deja de ser moral, religioso, de fe-. Es medias tintas, tal vez. Pero es una opción.

Juno, con la complicidad de su padre y su madrastra y lo pelele de Bleeker, decide dar en adopción al futuro bebé a una pareja que desea un hijo. Darlo en adopción, no venderlo. Juno no es mercenaria ni mercader, sólo congruente. Honesta. Práctica.

Aunque justamente ese pragmatismo que se percibe en toda la trama es, para mí, su punto débil. O menos fuerte, digamos. La vida es demasiado sencilla cuando se actúa de manera tan práctica. Y la vida no es tan así. Pero, ciertamente, el cine -¿Juno es comedia o qué género, es sólo para adolescentes?-, las historias de ficción, no tienen que ser tan como la vida real. Quizá de ahí su encanto.


El humor de Juno (con una deliciosa interpretación de Ellen Page) es intenso, ácido, con algo de clown. Juno crece porque tiene que continuar su vida y en el fondo no está muy acompañada en ella, de hecho es bastante solitaria, pero aun así encuentra el punto de convivencia necesaria para no perderse.

Curiosamente -aunque a quien quiere es al también adolescente Paulie Bleeker (Michael Cera), el papá de su hijo-no hijo-, con quien hace química y enchufa por sus gustos musicales y cinéfagos, por lo que estos le dicen de la vida, es con el tentativo padre adoptivo de su hijo-no hijo: Mark Loring (Jason Beteman), un compositor de música para comerciales de pronto con aspiraciones de ser un compositor más serio o que, al menos, está necesitado de un espacio propio y personal para realizar sus intereses existenciales. Donde no cabe un hijo, y que ya no sacia del todo con su esposa Vanessa Loring (Jennifer Garner), quien en el fondo es la verdadera salvación para Juno, porque ella sí oye y desea el llamado de ser madre. Aunque sea adoptiva -en la peli no me quedó del todo claro porqué ella no puede tener un hijo propio, aunque en realidad eso no importa-.

En buena medida, Juno me recordó a muchas amigas-conocidas que alguna vez se encontraron en su situación. Pero, a diferencia de ellas, Juno resuelve mejor su vida. No por lo que elige o deja de elegir, sino justamente porque tiene resolución. Algo que a veces es lo más difícl de adquirir, si no se tiene, en la vida.


Monday, March 17, 2008

Californication, Dexter: los devedé


Definitivamente la manera de ver televisión ha cambiado. Por fortuna, diría yo. Y lo que se ve también cambia, por consecuencia. Por necesidad. El televidente ya no está siempre sometido a lo que las cadenas programan. Los sistemas de cable o antena de paga, los devedé, el internet, los servidores de video, étc, multiplican las opciones, los gustos, las apetencias.

Ahora lo que se ve es a la carta. O puede serlo. Más que nunca.

Y casi todo, o todo, se puede encontrar, adquirir, para ser visto cuando uno lo programe. Es el caso de las teleseries, formato que ciertamente está de moda. Una moda que, por cierto, ya lleva varios años y, de seguro, seguirá por mucho, mucho, tiempo más.

De Los intocables o La mujer biónica a Capadocia, de Viaje a las estrellas o Viaje al fondo del mar a Vecinos, de Salvados por la campana o La isla de Gilligan a Almas perdidas, de El auto increíble o Cuéntame cómo pasó a Dexter, de Beverly Hills 90210 o Los años maravillosos a Californication: todo está disponible, al alcance de la mano.



Precisamente me obsequiaron Californication. Ya había visto algo en tele y por Internet. Ya tenía el gusto de conocer a Hank Moody, un escritor que alguna vez escribió y ahora dispersa su tiempo y vida en enredos, en ligues, en fornicaciones, en buscar sus propios libros en las librerías para re-auto-leerse, en auto-googlearse, en no terminar desenchufado de su familia, o ex- familia, en redirigir su existencia.

Me simpatiza Hank Moody. Porque, de alguna manera, es un escritor que simplemente es como es. No como algunos escritores poseros hacen creer -o pretenden- que debería ser un escritor.

Ahora tengo Californication en devedé. La veré completa, de corrido. De hecho, ya la estoy viendo. Una serie que debe verse.


También, para estos días próximos de Semana Santa, me regalaron la segunda temporada de Dexter.

Dexter Morgan, igual que Hank Moody, es de Showtime. Igual tengo la primera temporada en devedé. Y había visto algunos capítulos de la segunda por Internet. Pero no hay como ya tener todo en la devedeteca para programar el momento en que será visto.

Y, sí, eso hago: ver las andanzas de este singular forense de la Policía de Miami. Un freak. Solitario rodeado de gente. Insensible al exterior, pero sensible, hiper quízás, por dentro. Un tipo, sin duda, de nuestro tiempo.

Nuestro tiempo. Tiempo que hace falta para ver todo lo que se puede ver. Todo lo que se puede leer. O escribir. O hacer. O, si no todo lo que se puede, al menos lo que se debe. O debería. O devedería, en este caso.

Monday, March 10, 2008

Pensé


"...Pensé en la infinidad de cosas que había perdido en el curso de mi vida. Pensé en el tiempo perdido, en las personas que habían muerto, en las que me habían abandonado, en los sentimientos que jamás volverían..."

Haruki Murakami
Tokio blues

Tuesday, March 04, 2008

RIP: Giuseppe di Stefano 1921-2008


A los 87 años de edad, murió el tenor siciliano Giuseppe Di Stefano, hoy tres de marzo. Otro mito de la ópera se va al más allá para incrementar su leyenda lírica en el más acá. Ya estaba muy mal. En estado de coma, de hecho, desde 2004, año en que fue atracado y golpeado sin piedad en su casa de Diani, Kenia.

Como tenor, Di Stefano nunca fue mi ideal, ni mi favorito. Lo consideraba mucho más intérprete que cantante o una gran voz, lo que no es poco ni es común. Su timbre me estresaba, a ratos. Sus tiempos de emisión me exasperaron muchas veces.

Pero, sin duda, disfruté instantes de calidez e intensidad memorable, sobre todo al escucharle el repertorio verista. No fue un cantante para muchos roles, no todo lo hacía bien, aunque era un artista que transmitía sensaciones, matizaba, provocaba sentimientos. Me quedo con un "No! Pagliaccio non son", en vivo, que me electrizó varios días.

Para mí ése era, ése será, Giuseppe Di Stefano, un prototipo de la personalidad de tenor italiano. El mismo de tantas canciones napolitanas y algunos roles románticos que fraseaba como pocos.

Descansa en paz, Pippo.



Monday, March 03, 2008

Pro Ópera marzo-abril 2mil8


Salió la Pro Ópera marzo-abril 2mil8.

Trae varios artículos, además de las secciones clásicas con críticas de ópera en USA, Sudamérica y Europa, reseñas de discos etc, y diversas entrevistas, con Arturo Chacón, Gerardo Garciacano, Simon Keenlyside, Irma González.

Mío viene una entrevista con Francisco Méndez Padilla -segundo editor de Pro Ópera-, la segunda parte de un sondeo con artístas líricos hablando sobre Pro Ópera en sus 15 años, y mi sección Ópera en México con su agregado México en el mundo.

Eso y más.