Mariana H me invitó a su programa "Caldo de cultivo" de Excélsior TV para conversar de música -la ópera incluida-, mis libros, zombis, política, cultura pop y todo aquello que me atrae. Aquí puede verse el programa en su canal de YouTube.
José Noé Mercado
Autor de Apocalipsis zombi (Ediciones B); Backstage (Tierra Adentro); y Luneta-2 (Cuadernos de El Financiero). Periodista. Crítico musical. Cinépata.
Tuesday, February 20, 2018
José Noé Mercado en El soundtrack de una vida con Laura Barrera
La periodista y productora Laura Barrera me invitó a su programa "El soundtrack de una vida" (Horizonte 107.9 FM, IMER) para conversar sobre diez canciones o piezas musicales relacionadas, de alguna forma, con mi vida. Hacer la selección fue un ejercicio complicado y muy divertido, pues a mi modo de ver la lista no sólo puede y debe cambiar con el tiempo, sino incluso en los próximos minutos. Aquí pueden escucharlo, a riesgo de saber un poco más de mí. Y díganme, ¿cuál sería el soundtrack de sus vidas?
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Monday, June 12, 2017
Itia Domínguez Rosales: "Lo más valioso de un cantante es el control de su voz"
La versátil mezzosoprano Itia Domínguez Rosales se presentará este sábado 17 de junio de 2017 en el Auditorio Francisco Eduardo Tresguerras, de Celaya, Guanajuato. La polifacética intérprete, a quien el público habitualmente puede disfrutar en sus apariciones con Solistas Ensamble del INBA y en Myst: My Soundtrack, ofrecerá un rico programa Broadway, con reconocidos pasajes de West Side Story, The Wizard of Oz, Evita, Wicked, Les Misérables, Cats, Chicago y The Phantom of the Opera.
En el concierto, Itia será acompañada por diversas voces jóvenes del Conservatorio de Música de Celaya, una veintena de bailarines y la Orquesta Sinfónica Juvenil Silvestre Revueltas, bajo la batuta del maestro Antonio García. La intención es clara: brindar un gran espectáculo musical al público celayense para que pueda atesorarlo en su memoria.
En inmejorable contexto, posteo la entrevista que le realicé a la cantante hace algunos meses, y cuya versión compactada se publicó en la revista Pro Ópera, en noviembre del año pasado. A continuación, dejo el director's cut de esta interesante conversación sobre música vocal:
Itia Domínguez Rosales:
"Lo más valioso de un cantante es el control de su voz"
Por José Noé Mercado
En la rojilla y mitificada
Cuba de los años 80, esa que saltó al imaginario colectivo entre otras razones
por el éxodo de Tony Montana en la cinta Scarface
de Brian de Palma que seguía de cierta forma senderos fílmicos transitados por
Francis Ford Coppola en The Godfather
Part II, una niñita rubia y mexicana se enamoró del canto.
La pequeña rondaría los
tres años de edad y había sido
avecindada en la isla debido al trabajo diplomático de su padre. Ya desde
entonces percibía que estaba en un país en el que la música formaba parte
sustancial de la vida de sus habitantes. Y para ella, para su existencia, los
sonidos musicales, los ritmos, los géneros que escuchaba a su alrededor,
habrían de convertirse no sólo en un gusto irrefrenable, sino en un destino
profesional.
Esa chica descubriría su
voz de manera anecdótica, chistosa, en un cuarto de baño humedecida y con
espuma jabonosa resbalando por su cuerpo, mientras su madre la duchaba.
El retorno de Itia a la patria
La pequeña también probó
suerte con algunos instrumentos para descubrir qué era lo que verdaderamente le
fascinaba al hacer música. Si por eso su papá le regaló una guitarra, luego
dos, tres y cuatro, sin que lograra hacer click
con ellas, puesto que lo que le atraía, lo que le hacía sentir cómoda, era el
canto.
Así fue hasta la
adolescencia, cuando a los trece años de edad regresó con su familia a México y
tuvo que dejar de lado la música por un tiempo, ante el cambio y descontrol que
implicaba su retorno a nuestro país. “Fue difícil acoplarme, porque me encontré
con otro tipo de sociedad, una que no conocía luego de estar fuera de ella
durante años”, asegura.
Pasó el tiempo y a su
madre, médico de profesión, le otorgaron la dirección de un hospital en Celaya,
Guanajuato. Itia se sintió feliz, porque descubrió que en aquella ciudad del
Bajío estaba el Conservatorio de Música y Artes de Celaya, en el que ingresó a
la edad de diecisiete años.
“En ese entonces, era una
iglesia habilitada como escuela de música gracias a que un sacerdote consiguió
los apoyos necesarios”, rememora la entrevistada. “Las bancas las había donado
una escuela que ya no las quería, había sólo cuatro pianos y poco más. Pero
había muchos maestros rusos que iban de Querétaro y Guanajuato que le echaban
muchas ganas para brindar una buena base musical a los alumnos. Los
conocimientos musicales que tengo, la teoría fundamental, que considero
bastante sólida, son gracias a ese conservatorio”.
A la vez, aquella chica de
belleza rubia, pero desde entonces distanciada del estereotipo stupid blonde en el que más de una
persona se equivocó en clasificar, cursó la preparatoria como parte de una
formación integral, antes de volver a la Ciudad de México, donde decidió
emprender una licenciatura.
Hizo exámenes para la
Escuela Superior de Música del INBA y la Escuela Nacional de Música de la UNAM
para ver en cuál de ellas se quedaba. Para su sorpresa, se quedó en ambas. “Le
pregunté a mi mamá: ¿y ahora qué hago?”, relata la cantante. “Y ella me
respondió: pues estudia en las dos. Así que en la mañana iba a la Superior y en
la tarde, nada más comía, me iba a la Nacional. Además, quedaban súper cerca y
aprovechaba para irme caminando”.
Pero llegó un momento en
el que Itia tuvo que decidirse por un maestro de canto. “No era sano para mí
escuchar diferentes opiniones, que quizás te querían decir lo mismo pero a la
vez eran distintas”, apunta. Por eso en la Escuela Nacional opté por aprender
otro instrumento. “Le dije a mi papá que me comprara una flauta, estudié
intensivamente tres semanas para aprobar la audición y me quedé en flauta. Así
estuve dos años. De hecho, consideré la flauta como una herramienta para
mejorar mi canto porque el cantante utiliza como base el aire y un flautista
necesita el control del aire absoluto, así que eran disciplinas complementarias”.
En el año 2002, consiguió
una beca del Conaculta y una vez que quedó atrás su experiencia con la flauta,
se dedicó por completo y con toda tranquilidad a concluir la carrera de canto
en la Escuela Superior.
Tráigase unas zapatillas
La reconocida mezzosoprano
Maritza Alemán fue la única maestra de canto de Itia Domínguez durante su etapa
escolar. “Cuando salí de la licenciatura comencé a buscar otros maestros e
incluso cursos con maestros extranjeros, interesada en que me escucharan, pero
sobre todo en escucharlos yo a ellos”, relata la entrevistada con ciertas
reservas sobre esas clases con maestros de ocasión. “En mi perspectiva, difícilmente
puedes tener una buena clase con un maestro que tiene demasiado que enseñarte en un tiempo muy
corto. Se entra en una especie de tensión: el maestro por enseñarte y tú por
querer aprender. A mí no me ha funcionado. Pero me gusta escuchar lo que tienen
que decir sobre mi voz y sobre mi canto, porque es algo que puedo absorber, que
me puedo llevar para experimentar en mí y hacerlo práctico en mi canto”.
Por eso, Itia considera a
Maritza Alemán como persona fundamental en su carrera. Aunque la primera
lección que aprendió de ella, cuando llegó a su clase, fuera algo bochornosa.
Y, en rigor, no fuera la única de ese estilo. “Es que yo llegué en tenis a su
clase. Me dijo: se me regresa a su casa y se pone unos zapatos, porque usted es
una cantante de ópera y no puede venir vestida así. Le dije: pero es que me
vengo caminando de mi casa. Y respondió: pues tráigase unas zapatillas en su
mochila y cuando venga al aula se las pone. Usted tiene que lucir como una
cantante si va a cantar ópera. Y si no se ve así, como una cantante que respeta
lo que está haciendo, ¿quién la va respetar? Nadie”.
Pero aquello tenía una
razón de ser, según aquella jovencita que no sólo comenzó a calzar las
zapatillas, sino que hasta el día de hoy suma a su natural vanidad femenina un
férreo cuidado de su imagen visual. Escénica. “Maritza cantó muchos años en
Europa”, explica. “Acumuló mucha experiencia y solía detectar fácilmente las
cualidades para que un joven pudiera desarrollar una carrera. Cuando yo era más
joven me encantaba usar pulseritas, pero un día la maestra llegó y me las cortó
con unas tijeras”.
En la muñeca izquierda de
Itia lucen un par de pulserillas durante la conversación, lo que pese a todo lo
referido parecería una muestra de carácter y tenacidad. Quizás esos dos elementos
le impulsan a realizar múltiples actividades simultáneas en una agenda que
suele comenzar en los primeros minutos del día. Raro sería que no utilizara la
silenciosa complicidad de la madrugada para estudiar cierta partitura o las
adultas horas de la noche para seleccionar el programa musical de algún
proyecto, porque el resto del día lo tiene ocupado.
“Y Maritza era así en
todos los sentidos”, continúa la protagonista de esta historia. “En todo se
fijaba a partir de su experiencia. Un día canté un recital de Mozart en la
escuela. Terminé, me abrazó y me dijo: oye, Itia, felicidades. Qué bonito tu
vestido. La verdad yo pensé que no acabarías de cantar porque ibas muy mal y lo
hiciste muy feo, pero por lo menos tu vestido está muy bonito. Luego lo agarró
de bullying contra mí y en otras
ocasiones me decía: qué bonito tu vestido, pero ése no canta. Ponte a estudiar.
Era muy estricta y lo hacía con el propósito de sacar lo mejor de ti. Me enseñó
mucho en lo personal y en lo musical desde la primera vez, desde su experiencia
de haber sido una gran cantante”.
—¿Qué tan recto o sinuoso fue tu proceso de formación vocal?
—Fue difícil. Cuando
empecé a cantar en el Conservatorio de Celaya era de edad muy pequeña. Entonces,
obviamente el repertorio era de soprano. Por eso siempre experimentaba no
dificultad —porque las notas las tenía— sino cierta incomodidad. Como no me sentía
muy cómoda, llegué a sentir que cantar no era lo que tenía que hacer en la
vida.
Cuando empecé a estudiar
con Maritza, me dijo: vamos a cantar todo por tu edad. Todo lo que haya que
cantar, lo haremos. Y de repente me ponía arias de soprano y luego de mezzo,
para encontrar esa comodidad sin que me estresara, sin que me saliera de
la cabeza: mezzo, no; soprano, no; sino del instrumento, de mi propia voz. En
ese proceso hubo baches enormes donde me perdía y de plano no sabía para dónde
emitir, al grado de sentarme en el piano a llorar y pensar: ya no voy para
ningún lado, me lastimé o algo me pasó.
—Al estar aquí, hoy, deduzco que no fue así…
—No era así. La verdad
tuve mucha paciencia con Maritza y ella conmigo muchísimo más, porque a veces le
lloraba y le decía: ya, renuncio, ya no puedo hacer esto. Hasta que de repente
fui encontrando el camino. Ella siempre me dijo algo que nunca olvido: yo te
voy a enseñar a cantar, pero cuando realmente vas saber cantar será cuando ya
no te dé más clases. Entonces aprenderás a resolver una partitura por ti misma.
En ese momento no lo
entendí. Terminé la carrera, incluso los sinodales de mi examen profesional me
dieron diez, ni yo me lo creía. Y un día de pronto me dije: ahora ya no tengo
maestra, ¿qué voy a hacer? A la vez me salieron compromisos de trabajo ya como
cantante profesional y me preguntaba: ¿quién me va a revisar? En la escuela
tenía un repertorista, tenía a mi maestra y de pronto ya no tenía a nadie. Tenía
que hacerlo yo sola y no medianamente bien, sino como una profesional, como
si yo tuviera que enseñarme a mí misma y a otros.
Mi voz cambio de ser la de
una estudiante a la de una cantante profesional. Ahí me di cuenta,
experimentando con mi voz, con el sonido, con el repertorio, de la verdad de
aquella frase de Maritza Alemán. Comencé también a impartir clases de canto y
me di cuenta de que aprendía de enseñar, de escuchar cosas que no estaban bien,
y en ese proceso percibía que yo también hacía algunas cosas mal, pero a través
de ese camino de enseñanza encontré la forma de hacerlas bien. Cuando superé esa
etapa, mi voz comenzó a funcionar de otra manera.
—El cambio de chip de
estudiante por uno de profesional puede ser traumático…
—Creo que en el canto,
pasar de alumno a profesional es muy complicado porque todos tenemos el miedo
humano a ser juzgados. Y en tu proceso de estudiante sólo vives para ser juzgado
todo el tiempo, casi nada te es aplaudido. Si realizas un recital de canto van
a estar tus profesores y van a ver tus cualidades, pero sobre todo tus defectos,
lo que haces mal. Para corregirlo, obviamente, pero en tu cabeza está presente
el dedo juzgador que se vuelve muy difícil de sobrellevar.
En el momento en el que
decides ya no sufrirlo porque pasas de esa etapa a otra, en la que asumes que
debes entregar algo a la gente ya como profesional, a la gente que está ahí
frente a ti, escuchándote, todo cambia.
—El escenario, en ese sentido, puede llevarte a la mayoría de edad
artística…
—Sí. Un maestro de teatro,
una vez, me hizo entender que un espectador viene a la ópera, al teatro, a una
sala de conciertos, con el deseo de que el intérprete lo saque, aunque sea por
un segundo, de su realidad. El público quiere ser transportado a otro lugar y
eso tiene que ser tu finalidad como artista. Cuando no lo logras porque estás
preocupado por las notas o si estás tenso porque te van a juzgar o porque se te
va a quebrar la voz, no pasa nada, no vas a lograr el objetivo. Y eso es lo
peor que te puede pasar como artista, que no pase nada y la gente salga de
verte tal como entró, sin experimentar nada. Eso me quedo muy grabado en la
mente en ese período de transición y lo volví mi finalidad.
—En los últimos meses el público ha podido escucharte en obras, géneros,
compositores, épocas y formas de hacer música muy variadas y contrastantes. ¿Cómo
logras esa versatilidad?
—Canto lo que a mí me
gusta, lo que no me gusta no lo cantó así me digan que está padre o que el
compositor se rayó. Al principio, cuando estás iniciando, obviamente cantas
todo lo que te dan. Pero en todo caso, siempre la música tendrá algo que
aportar. Un coach me dijo una vez: si
la música está fea y te sale fea, es tu culpa. Y sí, hasta de una partitura no
muy agraciada puedes hacer algo lindo, darle una interpretación digna.
Ahora siento muy cómoda mi
voz, tanto en lo clásico como lo popular. Cantó lo que me apetece, no necesita
ser de alguien consagrado. He participado, por ejemplo, en el Foro de Música Nueva
y me encanta, aunque todo el mundo lo odia, porque es una forma de mantener
viva la música. No todo el tiempo se puede hacer repertorio de hace trescientos
años, que está muy bien, es maravilloso, pero las mentes se renuevan, las
sociedades cambian y su música también.
También creo que lo más
valioso que puede tener un cantante es el control de su voz, la técnica y
tu voz es una misma, lo que quizás cambia es la emisión, eso puede ser
diferente. Pero lo importante es tener el control de tu instrumento en esos
géneros distintos y lograr que tu voz se ajuste. Ahí hay un conocimiento que
puedes integrar a tu canto. Lo que sigue es permitírtelo, atreverte. Puede que
no quieras o no te interese. Pero puedes dominarlo, pues un género no está
peleado con otro, aunque claro que también hay que saber diferenciarlos y
ubicar los repertorios que te quedan. Hay algunos que por tu constitución
física, incluso por tu raza o por algunos otros factores, no te quedan, pero
eso lo puedes identificar en cinco segundos.
—¿Cuál es entonces tu centro gravitacional como cantante?
La ópera es lo que más me
gusta. Y dentro de este género, mis personajes favoritos nunca son los
principales. Me encanta ser la cómplice. Eso me fascina. Disfruto más ese tipo
de personajes que el cantar roles protagónicos.
—¿Cuál es la razón? ¿Ésa es tu personalidad?
—Creo que sí, no me lo
había preguntado. ¡Lo voy a consultar con mi psicoanalista! Pero fuera de
bromas, lo cierto es que prefiero siempre un personaje cómplice que un
principal. El drama está muy bien, tirarte al llanto, o ser la bonita de la
fiesta. Pero lo otro es algo que me entra en la vena y es una manera muy
particular y muy personal de disfrutar los personajes. Pienso que es porque
asumo que el protagonista de una historia necesita un cómplice, alguien en
quien recargarse, un apoyo, una contraparte que le impulse a realizar sus
acciones, a quebrarse.
—Dame ejemplos que hayas interpretado bajo esa óptica...
Eso lo disfrute mucho
cuando hice el papel de Bianca en La
violación de Lucrecia de Benjamín Britten, porque fueron momentos muy
fuertes que te transportan a la vida real. Un personaje abusado es muy triste,
pero es más triste ser el que lo ve; es más doloroso ver y no poder hacer nada
o a la mejor sí poder pero no atreverse. Ese tipo de personajes se vuelven
cómplices, hasta un punto psicópata y me encanta interpretarlos.
Participé en Hansel y Gretel de Engelbert Humperdinck
e hice La bruja. ¿Quiénes son Hansel y Gretel sin una bruja? La grabé y
disfruté mucho cantarla porque además todas las mujeres en su momento quieren
ser una bruja y carcajearse de sus maldades. Hace algunos meses volví a esa
ópera, pero canté el Hansel, que me gustó, es lindo, es principal, pero
definitivamente no es La bruja. Cuando hice El
niño y los sortilegios de Maurice Ravel dije: qué aburrido niño, porque
había múltiples cosas-personajes a su alrededor mucho más divertidas que él. En
El doctor milagro de Georges Bizet
fui La mamá. La adaptación del libreto me gustó mucho porque era una
madrastra inmadura que de repente pelea con la hija de su esposo, una especie
de mamá hermana cuyo grado de inmadurez fue muy divertido de representar.
—Cuéntame de tu faceta docente. Aparte de haber dado clases
particulares, impartes en la Universidad Anáhuac del Sur, con la particularidad
de que lo haces para jóvenes de carreras distintas al canto y a la música y constantemente
presentas programas musicales con esos alumnos.
—Ha sido un reto bien
padre que el destino me puso enfrente. Me hablaron de esa universidad,
interesados en que formara parte de su cátedra, pues me explicaron que la
escuela tiene una orientación humanista y buscaban humanizar a los estudiantes
proporcionándoles bases culturales que ayudarán a elevar su calidad
educativa. Me contaron que habían llevado eminencias y personalidades
auténticas de la música y que no había funcionado, pues sólo se interesaban
cinco o seis muchachos.
Así que preparé una propuesta
pensando que no soy tan vieja, que estoy cerca de los chavos, preguntándome qué
es lo que me hubiera gustado a mí tener en una universidad si no fuera músico
sino veterinario o arquitecto y aun así me interesara cantar. Busqué que el
proyecto fuera formativo y que tuviera un sentido de aprendizaje. Me concentré
en música ligera. Empecé con Los Beatles, con un programa basado en la cinta Across the Universe; hice audiciones
para los personajes porque pienso que una audición también es formativa y como
era una película tuve que hacer la adaptación y el guión porque no existía. Así
lo hicimos, lo presentamos y los muchachos se interesaron en seguir
cantando.
—Como un capítulo de Glee…
—Sí, todo mundo me lo decía. Pero lo importante es
que desde ese primer programa los muchachos tienen que llevarse algo aunque sean
de otras carreras, las actividades está diseñadas para que se empapen de
cultura musical. Por eso les preparo una miniconferencia de lo que se va a
interpretar, al menos como acervo informativo que les sirva de cultura general.
Tengo nueve facultades a mi cargo y hemos hecho programas de Ray Charles, Freddy
Mercury, Michel Jackson o El extraño
mundo de Jack y cuando se llegan fechas como navidad les pongo villancicos
o les digo: ahí les va Händel, entre otros compositores, y lo tienen que
cantar.
Eso ha sido una forma de
elevar el nivel vocal y musical de los muchachos, aunque no se dediquen a la
música. Saben por lo menos descifrar medianamente una partitura, algunos otros
lograron insertarse en producciones de Ocesa o abrieron una productora. Ésa ha
sido un poco mi aportación.
—Desde hace más de cinco años, eres parte de Solistas Ensamble. ¿Puedes
hablarme de tu participación con ese grupo del INBA?
Es un trabajo padrísimo.
Llegué gracias al maestro Xavier Ribes, quien me conoció, escuchó y audicionó
para entrar, porque ese era el requisito además de leer a primera vista. Me
quedé y ha sido muy afortunado para mí, porque el grupo es como una gran
familia donde todos tienen muchas ganas de trabajar. Las decisiones se toman
entre todos, igual que los programas que interpretamos.
Me he sentido muy cómoda y
satisfecha en estos años, porque siento que he tenido un gran crecimiento como
artista. Me gusta la misión de llevar el arte a todos lados en las giras del
grupo, de no solamente hacer conciertos y ópera en el Palacio de Bellas Artes donde
tenemos una sede. Presentar programas diferentes de forma continua es un
crecimiento y un reto muy grande que valoro mucho, porque estacionarme me
genera conflicto. La posibilidad que me brinda Solistas Ensamble de hacer
zarzuela, oratorio, opereta, repertorio mexicano y ópera me genera muchas
satisfacciones porque no me estaciono.
Además, el grupo tiene como
misión rescatar a los compositores mexicanos que tuvieron obra importante, que
se interpretó alguna vez y después se guardó en algún lugar. Por eso Solistas
Ensamble cuando se encuentra una partitura o sabe de un director que tiene repertorio
que hay que rescatar automáticamente dice: sí, y lo hacemos. Eso es algo que me
gusta, porque no todo pueden ser los highlights.
Hay música que vale la pena de ser rescatada para volver a escucharla.
—Desde que estabas en aquella bañera en Cuba hasta este momento, ¿cuál
dirías que es rol de la música en tu vida?
Thursday, June 01, 2017
Brenda Galicia entrevista a José Noé Mercado sobre su novela Apocalipsis zombi
Brenda Galicia me entrevistó en su programa Territorios en Código CDMX sobre mi novela Apocalipsis zombi, publicada por Ediciones B México. Una conversación muy estimulante, en la que además de lo estrictamente literario, salió a relucir mi aspecto de crítico musical, mi trabajo periodístico en donde también están presentes los zombis.
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Wednesday, May 31, 2017
Permanencia involuntaria: zombis mexicanos y de todos lados
Aquí como invitado para conversar sobre la cultura zombi (videojuegos, cine, literatura, series y demás) en el podcast Permanencia involuntaria del comunicador Fausto Ponce, al lado de Hugo Juárez, editor de la chilango.com. Inmejorable oportunidad de hablar en este espacio, también, sobre mi novela Apocalipsis zombi. Aquí puede escucharse.
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Tuesday, May 30, 2017
Entrevista en La Jornada sobre Apocalipsis zombi, la novela
Una entrevista con Ángel Vargas para el periódico La Jornada, quien desde su mirada periodística siempre certera expone a los lectores la forma y el contenido de mi novela Apocalipsis zombi.
José Noé Mercado
incursiona en el género de terror; publica novela en Ediciones B
Indaga periodista cómo el zombi se arroja al consumismo de productos e ideologías
La estructura del
libro es semejante a la de los filmes hollywoodenses y las teleseries, dice
“El zombi me parece fascinante porque es muy
actual, porque es justamente el miedo a la colectividad. A diferencia de otros
monstruos –aparte de que es netamente estadunidense–, funciona en la medida en
que destruye la individualidad”, explica José Noé Mercado en entrevista con La
Jornada Foto Luis Humberto González
Por Ángel Vargas
Periódico La Jornada
Jueves 20 de abril de 2017, p. 4
* La novela más reciente de José Noé Mercado, Apocalipsis zombi: la pesadilla está por
comenzar, puede clasificarse como una superproducción de bolsillo.
*Ese trabajo marca la incursión del periodista y crítico
musical en el género de terror.
Publicado por Ediciones B, esa obra, según su autor, no
escatima en recursos, a la manera de los más espectaculares filmes
hollywoodenses o las teleseries en boga, para atrapar al lector con una trama
escalofriante de muertos vivientes en la que aflora la parte más oscura, pero
también más refulgente de la naturaleza humana.
Es una historia polifónica protagonizada por un periodista
mexicano que hará lo imposible por salvar a sus seres queridos de ser atacados
por los muertos que han resucitado y que están hambrientos de carne viva.
Una historia que transcurre en una sola noche y que, no
obstante, da al escritor suficiente material para desarrollarla en 425 páginas
en las que se entremezclan suspenso, terror, crítica social, humor negro y gran
cantidad de referencias literarias, musicales y cinematográficas.
Por no olvidarse del lector
Detrás de esta novela, explica José Noé Mercado en
entrevista con La Jornada, no hay más
motivación que la de hacer una literatura que realmente sea leída. Es decir, un
tipo de historias que le gustaría leer y que no se hacen mucho en América Latina.
En su opinión, la literatura de zombis, además de ser una
vertiente que proviene de otras latitudes, es un género cuyos hacedores no
buscan necesariamente el respeto como creadores, sino simplemente llegar al
lector.
Siento que, a veces, el intelectual mexicano o
latinoamericano procura más el respeto y entonces, para lograrlo, busca
escribir cosas formales, serias, y se olvida un tanto del lector, que es al
final de cuentas el destinatario último, expresa.
Me tomé la libertad de explorar algo que quizá no se ha
hecho mucho en la literatura mexicana. De repente el arte trata de recrear lo
que nos da cierta identidad y, en este caso, me pareció interesante el
contraste de destruir lo que desde ese punto de vista admitía serlo: una forma
de putrefacción.
Explica que escribir esta historia le permitió advertir que
es muy fácil derrumbar algunos pilares que aparentemente nos dan identidad como
sociedad y, al mismo tiempo, ver cuáles son los que son firmes y logran
subsistir, como el amor, la amistad, la empatía y ciertos gustos.
“Aunque hay escenas bastantes gore, existen también aspectos
muy rescatables; son los que mantienen de pie a una sociedad o una urbe, en
este caso Ciudad de México, pese a todas las amenazas y apocalipsis que viven.”
Otro de sus incentivos, dice, fue que la del zombi es una
figura protagonista de las culturas pop y de nuestra época.
En ambas, detalla, se le toma como un personaje de terror,
aunque también se le asigna el valor social simbólico de un ente alienado que
pierde la individualidad y se arroja al consumismo, no sólo de productos, sino
de marcas políticas e ideologías.
“El zombi me parece fascinante porque es muy actual, porque
es justamente el miedo a la colectividad. A diferencia de otros monstruos
–aparte de que es netamente estadunidense–, funciona en la medida en que
destruye la individualidad.
Eso es terriblemente temido para la cultura, la sociedad,
los gobiernos, las clases sociales. No hay nada peor que enfrentarte a una masa
humana, porque ahí se diluye lo que se ha tratado de conseguir como individuo.
Mercado dice que concibió Apocalipsis zombi con una estructura semejante a la de las series
de televisión, con episodios que se eslabonan mediante el suspenso y varias
temporadas, aunque todas están integradas en el mismo volumen.
Cada capítulo tiene un tema musical de introducción o
epígrafe con el que se resume la trama. Es un libro interactivo, porque ese
tema musical puede ser visto o descargado de Internet, con teléfono celular,
gracias a que cuenta con código Quick Response (QR).
Debo confesar la fascinación que tuve al escribir este
libro, la cual fue jugar a tener un enorme presupuesto, para ofrecer un gran
espectáculo, con muchas imágenes y efectos especiales. Algo así como ocurre en
esas superproducciones cinematográficas en las que monstruos, alienígenas o
catástrofes naturales destruyen grandes ciudades como Tokio, Los Ángeles o
Nueva York.
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Friday, May 26, 2017
Mariana H entrevista a José Noé Mercado sobre su novela Apocalipsis zombi
Mariana H me entrevistó sobre mi novela Apocalipsis zombi para su programa Qué hacer de Imagen Radio. Fue una conversación más que disfrutable.
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Thursday, May 25, 2017
Apocalipsis zombi: la putrefacción de un Estado
Apocalipsis zombi:
La putrefacción de un Estado*
·
El pasado
13 de mayo se presentó en el Librerías Gandhi – Sucursal Mauricio Achar, Apocalipsis
zombi (Ediciones B México, 2017), la más reciente novela del periodista y
escritor José Noé Mercado. Se trata de una historia apocalíptica en la que el
autor tiene la necesidad de hablar del México actual, “pero no a través de la frontalidad sino del género fantástico”, dice el dramaturgo Richard Viqueira,
desde la mesa de presentadores. “Apocalipsis
zombi crea una senda de ficción que nos confronta con nuestro subconsciente
colectivo de una manera más aterradora”, sentencia Viqueira, quien a través del
siguiente texto deshilvana las costuras de una novela que, en poco tiempo, se
ha transformado en uno de los más peligrosos virus del Distrito Mexicano.
Por
Richard Viqueira**
¿Qué pasa cuando la conducta humana está puesta al límite?
Sabemos lo que ocurre ante un tornado, un sismo o un
tsunami. ¿Pero qué sucede cuando los muertos acechan a los vivos? Y no me
refiero precisamente a los cuarenta y tres, aunque también. En este país, los
muertos son la condición y la vida plena la excepción.
Escape de la librería
Pongamos un ejemplo: hoy acudimos a la presentación de su
libro; pero imaginemos que por estos pasillos comenzara a circular una horda de
zombis que se abalanza sobre nosotros.
Tendríamos, entonces, que hacernos algunas pregunta básicas.
Para empezar: ¿con que podríamos defendernos? ¿Tomaríamos un ejemplar de la
novela y lo estrellaríamos contra la cabeza de los zombis? ¿Con la botella de
agua; con el micrófono? ¿Agarraríamos una pluma, como escritores que somos, y
la clavaríamos en el ojo de uno de ellos, tal vez en alguno de los asistentes
del público que se haya convertido?
¿Funcionará nuestro plan de telefonía celular o tendríamos
que hacer primero una recarga de veinte pesos en el Oxxo más cercano para poder
llamar al 911 y pedir ayuda? ¿Nos hará caso la operadora o nos transferirá durante
una hora de una extensión a otra? Quizá cuando por fin consiguiéramos
enlazarnos, con todo y teléfono en la mano, en este país estaríamos siendo
devorados por un contingente de zombis hambrientos.
Ese es el tipo de planteamientos que José Noé realiza sobre
este tópico del cine y la literatura zombi.
Otras preguntas: ¿con quién nos aliaríamos y quién se
opondría a nosotros? Quizá el guardia de la entrada sería nuestro más peligroso
opositor; o tal vez uno de los ponentes en esta mesa, ustedes elijan cuál,
terminaría convertido en una fiera que se les echaría encima a dentelladas para
morderlos y ustedes tendrían que defenderse. Realmente imagínense que es probable
que ustedes estén, incluso, más indefensos que nosotros, pues sólo tienen las
sillas o el celular a la mano.
Todos esos ejemplos imaginados son variantes que permiten
comprender lo interesante de esta novela y serían parte de una película clase B
que podría titularse Escape de la
librería Gandhi.
Yo, sin duda, al primero que seguiría en un evento así sería
a José Noé. Él es quien podría sacarnos vivos de aquí porque, como sus
personajes en la novela, sabe las reglas en las que se basa la mitología zombi
y posee las claves de la supervivencia en una circunstancia de tales
dimensiones.
Eso es muy importante. Sus personajes lo aplican en la
novela porque saben lo que se ha hecho en otras ficciones y si funciona o no.
Ésa es una distinción. Porque hay un tipo de universo de la ficción en el que
algo ocurre por primera vez, en lo que sería una especie de pre-universo zombi
en este caso; y otro tipo de universo donde los personajes reconocen lo que
ocurre, pues ya lo han visto, y saben combatir de una u otra manera en esos
escenarios. Este último es el caso de Apocalipsis
zombi.
Por eso seguiría a José Noé, aunque me queda clarísimo que
quizá después nos utilizaría como carnada para rescatar a su familia e irse con
ella. Porque a la hora de salvar la vida, todos somos chilangos.
En un mundo invadido por zombis no se puede confiar en
nadie, pero en México aún menos.
Es así que José Noé Mercado plantea lo que toda magnifica
historia de zombis propone: lo que vendría después del desastre.
Víctimas del
subdesarrollo
En Apocalipsis zombi,
la condición mexicana queda aún más expuesta y ahora sí podemos verla
descarnadamente.
Cuando lo social colapsa, ¿qué queda? ¿Qué tipo de barbarie
se asoma?
Los grandes relatos zombis no se centran en el zombi mismo,
sino en su repercusión social. Desde George Romero hasta José Noé Mercado, el
zombi es la posibilidad de analizar injusticias financieras, desigualdad
social, el peligro de la convivencia, las trampas del escalafón laboral y la
población misma que encuba todo esto.
En México, todos vivimos con miedo, porque aquí en el país todos
somos productores y consumidores del terror a pequeña escala. Para no ir muy
lejos, en el tráfico de la hora pico podemos entrever asesinos y monstruos
circulando a nuestro lado y tocando el claxon sin parar.
Y muchas de las veces, el muerto en vida vive y convive en uno mismo.
José Noé Mercado, con su indispensable libro Apocalipsis zombi, propone una
revolución magnifica al género. Decide emplazar su ficción en el tercer mundo.
Y lanza con esto una perspectiva y aportación extraordinarias: hasta en los
monstruos hay clases.
No es lo mismo un zombi de primer mundo —como en las citadas
películas de Romero—, en donde los temas son la industria armamentística, los
centros comerciales y su capitalismo voraz, el racismo o las revoluciones
armadas de los años sesenta.
No. En su novela, José Noé Mercado presenta un panorama todavía
más desolador y cercano: un zombi víctima del subdesarrollo. Mercado parece
hablar de muertos vivientes, pero en realidad manifiesta un conocimiento y
descripción de su ciudad como un cronista e historiador ejemplar.
Putrefacción serie B
Ahora imaginen huir de zombis, pero por el bosque de
Chapultepec —que en la novela no se llama de esa forma, sino bosque de
Quetzalcóatl—, emblema donde está contenido gran parte de nuestro espíritu
nacional: las batallas que han ocurrido en su castillo, los novios que han
remado en su lago o la sede de la casa presidencial en otro tiempo, nada más.
Sin duda, Mercado elige el lugar más simbólico para hablar
de la monstruosidad de este país y el epicentro de su destrucción. Y cada
temporada —como estructura José Noé los capítulos de su novela—, habla más de
la putrefacción de un Estado que de lo peligroso de un ejército de cadáveres.
José Noé hace una novela serie B con una escritura
intelectual; y además lo hace de modo entretenido. ¿Cuántas novelas de nuestro
panorama pueden preciarse de tener 415 cuartillas que hablen sobre México y que
se lean con tanto placer?
Como en la política, la llegada de los zombis en esta novela
no se explica y tampoco se vislumbra su desaparición. El surgimiento de zombis
en cada contexto de ficción, carece de importancia. En la novela de José Noé
Mercado, quizá sean productos de meteoritos o resultado de la contaminación atmosférica
que nos asalta y mantiene en contingencia con un inesperado Hoy no circula otra
vez.
Los personajes de Apocalipsis
zombi representan valores e intereses chilangos opuestos: intelectuales
contra periodistas, la baja cultura contra la alta, la ópera contra los
videojuegos, la nobleza contra la miseria.
Proximidad al terror
Los protagonistas de la novela también comprenden que no
sólo deben lidiar con los monstruos de ocasión, sino con los monstruos del día
a día en nuestra ciudad. Lo mismo tienen que clavar una espada en el oído del
muerto viviente que se les va encima, que sobrevivir a un secuestro exprés en
nuestra conflictiva metrópoli que no descansa en sus transas ni siquiera en el apocalipsis; lo mismo se le teme a una
avalancha de babosas —como también se
le denomina a los zombis—, que se experimenta miedo profundo al atravesar
sospechosos retenes militares.
Y —quizá una de las críticas más importantes contenida en el
libro— José Noé fustiga el descaro de una televisora que encubre la aparición
de los zombis y difunde en voz de su presentadora estelar la noticia de que
sólo se trata de un intento para desestabilizar al país.
El gobierno, entonces, aprovecha el caos para asesinar a sus
adversarios políticos y a los grupos disidentes con métodos casi calderonistas.
Sin duda, la obra de Mercado infunde terror por lo próxima
que se siente. Los muertos vivientes aún no cruzan por Reforma, pero los
podemos imaginar cerca. Peligrosamente aledaños a nuestra realidad.
Los ecos panistas y priístas laten en las páginas de esta
trama de terror y la vuelven aún más acechante y tóxica. Por suerte, la clase
política no suele leer entre líneas, porque de lo contrario percibiría lo
peligrosa que es la novela Apocalipsis
zombi de José Noé Mercado en comparación con un sinnúmero de ensayos de
temidos politólogos contemporáneos.
Significación grafiti
Existe un dicho popular que siempre se cita ante un hecho
asombroso: “La realidad siempre supera a la ficción”. Pero José Noé Mercado
demuestra lo opuesto: que a través de la ficción se puede calar más profundo
dentro del tejido social.
Si el antónimo típico de realidad es ficción, es porque nos
es imposible intuir que tanto persona como personaje y tanto real como ficticio
son divisiones de ontologías cuando menos equivalentes.
Jacques Cousteau dijo que la película Jaws de Steven Spielberg destruyó la investigación científica sobre
el tiburón blanco y provocó una histeria que derivó en la caza de escualos
hasta su casi total extinción. Una película venció a cientos de documentales y
estudios científicos.
¿Es entonces la realidad más poderosa que la ficción?
Esta novela apocalíptica cumple esa función. Rastrea la
herida nacional hablando de monstruos figurados que evidencian a monstruos
literales.
A través de la ficción, Mercado realiza a la par un libro
documental. José Noé comparte con Guillermo del Toro la necesidad de hablar de
México, del mundo, pero no a través de la frontalidad sino del género
fantástico y poético: una senda que nos confronta con nuestro subconsciente de
una manera más aterradora que las portadas gráficas del periódico La Prensa, que se anuncia como: “el
diario que dice lo que los otros callan”, con excepción del caso del dirigente
mismo del diario que robó artículos deportivos de la NFL.
El grafiti habla más de una sociedad que los monumentos
oficiales que alza el Estado. Ese número 43 clavado vandálicamente a mitad de Paseo de la Reforma contiene mucha mayor
significación que el caballito amarillo.
Así, este libro habla mejor de México que cualquier libro de política en la actualidad. Por eso, cuando José Noé titula su novela con la palabra apocalipsis, quizá no hable del futuro, sino del presente. Probablemente ese apocalipsis ya está en marcha.
Así, este libro habla mejor de México que cualquier libro de política en la actualidad. Por eso, cuando José Noé titula su novela con la palabra apocalipsis, quizá no hable del futuro, sino del presente. Probablemente ese apocalipsis ya está en marcha.
Acompañar a morir
A mi parecer, el zombi también nos enfrenta con el temor más
insuperable que conocemos. ¿Cómo sobrellevar la muerte de las personas amadas?
Uno de los personajes de Mercado decide encerrar en el baño a sus padres
zombis, porque no sabe cómo ser ni parricida ni matricida.
¿Alguien sabe cómo matar al amor de su vida y ser piadoso a
la vez? ¿Alguno de ustedes sabe la manera de admitir la muerte de un hermano y
además rematarlo?
La ficción zombi nos confronta con la responsabilidad sobre
nuestra muerte y la de nuestra familia. El verdadero arte nos enseña a morir
mejor. Y con esta novela, José Noé ha hecho arte que nos acompaña a morir más
suavemente, tanto en lo íntimo como en lo social.
Por eso, como ya se ha dicho en redes sociales, es un libro
que demanda una saga entera, que ojalá José Noé tenga el tino de emprender. Ya
tiene una horda de lectores con más apetito que sus zombis. Y yo me declaro un
devorador de su literatura.
*Texto leído por su autor el 13 de mayo de 2017, en
Librerías Gandhi – Sucursal Mauricio Achar, durante la presentación de la
novela Apocalipsis zombi de José Noé
Mercado, publicada por Ediciones B México.
**Richard
Viqueira (Ciudad de México, 1975) es actor, dramaturgo y director de
escena. Se formó en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM. Fue becario
del programa Jóvenes Creadores del Fonca, de la Fundación Carolina de España y
de la Fundación para las Letras Mexicanas. Por su obra Vencer al sensei se hizo acreedor al Premio Mejor Obra de Teatro de
Búsqueda Héctor Azar que otorga la Agrupación de Periodistas Teatrales (2006).
Ha colaborado como director con la Royal Court Theatre de Londres. Por la
dirección de Cuerdas de Bárbara Colio
recibió una mención especial al Mejor Diseño y Tratamiento del Espacio
Escénico, y una nominación como Mejor Espectáculo Teatral en el VII Festival
Iberoamericano de Teatro en Mar de Plata, Argentina. Fue considerado por la
revista Chilango Hombre de Teatro
2008 y Mejor Actor de la década. Entre las obras que ha escrito y dirigido
destacan Herodes hoy, Bozal, Desvenar, Monster truck, El evangelio según Clark, Psico/Embutidos y Por favor, no mande riñones por correspondencia.
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Entrevista sobre Apocalipsis zombi, la pesadilla está por comenzar en TeleFórmula
Una entrevista en dos partes, sobre mi novela Apocalipsis zombi (Ediciones B, 2017) en el programa Claudia Arellano Contigo, transmitida a través de la señal de Telefórmula.
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