aquí la entrevista que me realizó la periodista Merry MacMasters para el periódico La Jornada, cuya sección cultural es editada por Pablo Espinosa.
Por MERRY MACMASTERS
Martes 9 de enero de 2024, p. 4.
Para Mercado, esto puede ser desde un peligro natural, un terremoto o un incendio, hasta reapariciones de viejos amores que “vienen y terminan por convencernos de que no hemos superado una etapa de nuestra vida, de nuestras emociones y sentimientos.
El título del libro emplea las siglas NSFW, que en inglés significan not safe for work, que Mercado tradujo como no abrir en público, ya que “se trata de una advertencia utilizada en Internet para indicar que hay material sensible que es mejor no ver en público, porque nos puede perturbar”. Además, “esto recupera mucho la idea del relato antiguo, de verlo quizás en un lugar hasta cierto punto en penumbra, con un café o una copa de vino”, asegura.
NSFW (No abrir en público) se estructura en tres partes: USB, Streaming y Cable. Juega con la idea de que son historias que podríamos ver en la pantalla, que muchas veces determina cómo podríamos verlas.
Desde el primer relato, ‘La última cena’, el propósito es mostrar que “vivimos en una sociedad condicionante de muchos de nuestros miedos contemporáneos. En ese pueblo caníbal, lugar de la acción, se acecha a sus visitantes con la complicidad de las autoridades.
Me pareció que era una forma de reflejar un estado que todos padecemos en el sentido de ver cómo el crimen organizado penetra en nuestra sociedad, nuestros valores y, aunque no lo queramos, nos vemos obligados de cierta manera a funcionar en un sistema que termina por devorarnos”.
Según el autor, los personajes de sus relatos tienen muchas heridas o las causan. “Solemos hablar de las marcas físicas, que quizá cicatrizan con el tiempo. Hablamos poco, no obstante, de las emocionales, espirituales o sociales, con las que tenemos que encontrar la resiliencia para vivir”.
El origen de los relatos
Para contestar, se remite a Milán Kundera, para quien los personajes, a fin de cuentas, son como egos experimentales. “Es decir, tienen un poco de nosotros en el sentido de que si bien son historias de ficción, en mi caso se nutren mucho de lo que también es mi trabajo periodístico, o sea, de estar pendiente no sólo de lo que pasa en nuestra sociedad mexicana y latinoamericana, sino global”.
—¿Son para crear conciencia?
—Más bien para generar empatía con los personajes. La idea es conocerlos en diferentes situaciones límites, decisivas, en las que ya no hay vuelta atrás. Este es algo que me gusta cultivar en mis personajes.
Este libro también se identifica con “esta literatura que llaman ‘del topo’, en la que si te sumerges un poco más, encontrarás diferentes significados”. Agrega: “Muchas veces la cultura pop genera códigos o herramientas para llegar a un público más amplio por medio de lo que nos determina como sociedad contemporánea: la música, la televisión, el cine y las creaciones alrededor.
“Los códigos pop, en muchos casos, tienen como finalidad llegar a las nuevas generaciones, con sus formas de comunicación. Para mí, la cultura pop también nos une, independientemente de la geografía en la que nos encontramos. Muchas veces podemos identificarnos a través de una película, lo mismo si estamos en un continente o en otro. Esto no siempre ocurre en el terreno meramente artístico”.
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