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jueves, junio 08, 2006

Amistad estelar

X estos días un tema de divagación recurrente en pláticas que he sostenido con diversas personas ha sido la amistad (lo raro es que lo recurrente ha sido pura coincidencia), para + detalle, la amistad perdida. Incompatible. Quebrada. Como sucede con los libros, uno pierde a lo largo de la vida muchos amigos. Uno los pierde o ellos se pierden o nosotros nos les perdemos. O no eran amigos pero nosotros creímos que sí. Luego pasa. Quién sabe dónde van a parar. Si alguien los leyó, o si llegaron a una biblioteca luego abandonada o hasta una máquina trituradora de papel. Alguna vez, no recuerdo ante quién o por qué o dónde, se me ocurrió comparar la amistad, que si nos ponemos cursis: es incomparable, con un vaso de cristal. Se puede sostener en la mano, pero si se le aprieta demasiado ya se imagina lo que pasa. Si se le suelta, igual. Y si se quiebra, no hay nada qué hacer. Aunque se pegue, está roto. Tal vez la vida no sea tan así, pero sé de gente que en condiciones comunes no beberían nada en un vaso hecho áñicos y luego rearmado con UHU.
Me acordé de un conmovedor texto nietzscheano, que tiene qué ver. Y, efectiviewonder, lo posteo. Va:


Amistad estelar. Éramos amigos y luego nos distanciamos. Esto estaba bien y no pretendamos ocultarlo ni disimularlo como si tuviéramos que avergonzarnos por ello. Somos como dos buques cada uno con su destino y su rumbo; nuestras trayectorias pueden cruzarse y podemos celebrar juntos una fiesta, como en efecto lo hicimos, y entonces los dos buques permanecían quietos en un solo puerto y bajo un mismo sol, de modo que podía parecer como si hubieran alcanzado su punto de destino y como si ambos tuvieran una misma meta. Pero luego, la vigorosa fuerza de nuestras respectivas tareas nos separó de nuevo para llevarnos a diferentes mares y a diferentes y soleadas regiones; quizá ya no volvamos a vernos nunca más; quizá nos encontremos nuevamente pero no nos reconozcamos; diferentes mares y soles nos han cambiado. Que tendremos que volvernos extraños el uno al otro obedece a una ley que está por encima de nosotros; pero por eso mismo deberíamos también venerarnos más el uno al otro. Por eso mismo, el recuerdo de nuestra antigua amistad debería tornarse más sagrado. Probablemente exista una órbita estelar inmensa e invisible en la que nuestros diferentes caminos y metas puedan estar incluidos como pequeñas partes; ¡elevémonos a este pensamiento! Sólo que nuestra vida es demasiado breve y nuestra facultad de visión demasiado débil para que podamos ser algo más que amigos en el sentido de esta sublime posibilidad. Creamos pues en nuestra amistad estelar, aun si estuviéramos obligados a ser enemigos en la Tierra.

La gaya ciencia, IV
Friedrich Nietzsche

1 comentario:

  1. Anónimo17:41

    Realmente muy bueno. Yo creo que los amigos verdaderos son hermanos.

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