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viernes, septiembre 11, 2009

La materia del deseo

"Los miré con extrañeza. Yasemin y Joaquín debían haber estado allí conmigo; ellos eran más afines a mi mundo actual. Me hice el que los escuchaba, la sonrisa estudiada y todo, pero en realidad miraba los cuerpos de dieciocho o diecinueve que me rodeaban, y que caminaban despreocupados en la penumbra, a veces moviéndose al ritmo de la música, enfundados en vestidos ligeros, o con jeans al borde del estallido, y los rostros de líneas todavía no solidificadas, excesivos en maquillaje, el deseo en la mirada. Los cuerpos de dieciocho o diecinueve a los cuales cada vez tenía menos derecho; me iba alejando de ellos aunque lo negara, o tal vez ellos se alejaban de mí; pronto llegaría el día en que buscarlos me estaría legalmente vedado, o sería una de esas aberraciones por las que más de un hombre ha sido condenado sin juicio por sus pares, y que hay que hacer en la oscuridad y en secreto, a espaldas del mundo, como se hace la mayoría de los actos, hay pocos que la gente permite y aplaude".



"Esta ciudad ya no es mía. Soy un extraño, un extranjero en ella. Me ha dejado atrás, incapaz de abarcarla, y va sin mí camino a su futuro de esplendores y desgracias. Nunca clausuré del todo los planes de volver algún día de manera definitiva, pero me las ingenié para buscar excusas que postergaran el regreso. Como un espejismo alejándose continuamente en el horizonte, Río Fugitivo está a mi alcance y siempre retrocede. Yo hago retroceder a la ciudad, temeroso de volver a ella; o acaso la ciudad a la que quiero volver es solo una y no está más, la dejé el día que partí por vez primera".


La materia del deseo
Edmundo Paz Soldán

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