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lunes, marzo 22, 2010

La ópera de las Camelias

No deja de sorprenderme ese tipo de críticos que, no bien acabada la función, ya están enviando su crítica a aquellos a quienes critica para hacerlos, o mantenerlos, amigos. Mis textos críticos casi nunca son los primeros en salir al medio, ni creo enviarlos a quienes critico. A quienes interesan, los encuentran publicados. Eso sí: salen cuando están listos. Al menos, para mostrarse. Al menos, para evitar el desfiguro. Para no provocar la pena ajena. La de los lectores al leer. Quizás lo logre. Pero uno nunca sabe. Igual posteo lo que escribí sobre Únicamente la verdad: la auténtica historia de Camelia "La tejana", en el teatro Julio Castillo.

La ópera de las Camelias
x José Noé Mercado

Fotos: Benedicte Desrus/fmx Festival de México

La ópera, ese género músico-teatral de poco más de 400 años de vida, ¿vive?

La pregunta no es a nivel de interpretación, reinterpretación o producciones, donde al menos un puñado de compositores encabezados por Monteverdi aún en pleno siglo 21 gozan de cabal salud, sino, justamente, a nivel de creación. De nuevos títulos. Puesto que no es un secreto que para muchos operófilos tradicionales la ópera murió con Giacomo Puccini y todo lo que ha venido después, casi ya durante nueve décadas, no son más que apariciones fantasmales menores y/o chocarreras.

No creo ser el único que se pregunta por qué los temas más contemporáneos o las más recientes miradas sobre un tema antiguo tardan tanto en llegar a la ópera. O, de plano, jamás llegan. En la música, en la literatura, en el cine, en la plástica, no ocurre así. ¿Es acaso que el género no se presta? Lo dudo, porque llegó a ser el género de géneros. El multimedia. El que pudo incluirlos a todos y fue, durante varios siglos, al menos hasta la llegada del cine, el jefe de jefes. ¿No hay tantos buenos compositores y libretistas o, si los hay, no son tan jugados para atreverse con una propuesta de hoy para hoy? ¿Hay un rechazo en automático del público operista, por definición más conservador, más tradicional que el de otras artes, a las nuevas obras?

Tal vez por ahí va el asunto y condiciona, hasta cierto punto, la programación de los teatros que tampoco tienen porqué aspirar a quedarse con butacas vacías y apuestan más por lo que ya ganó: los caballitos de batalla.


Es por ello que resulta meritorio y digno de imitación que festivales en nuestro país como el de Música y Escena en el pasado, o el fmx de México en su edición 26 (en conjunto con la Compañía Nacional de Ópera), apoyen la presentación no sólo de un título operístico nuevo, sino que versa sobre un tema no sólo contemporáneo sino hasta noticioso. Actual, que nos atañe.

Puntualizo.

Los pasados 11, 14 y 16 de marzo, en el teatro Julio Castillo del Centro Cultural del Bosque, subió a escena Únicamente la verdad, la auténtica historia de Camelia “La tejana”, ópera multimedia o videópera u ópera documental en un acto de la compositora Gabriela Ortiz, con libreto de su hermano Rubén Ortiz Torres.

La obra, estrenada en la Universidad de Indiana en agosto de 2008, pretende mostrar la verdadera historia de Camelia, la texana, célebre y legendario personaje inscrito en la cultura narco-pop a través del corrido “Contrabando y traición” (1971) de Ángel González, grabado (1972) por Los Tigres del Norte y disponible en el mercado a partir del 1973.


Un prólogo, seis escenas y un epílogo forman la estructura de esta ópera tan fea y poco eufónicamente bautizada, cuyas pesquisas incluyen fuentes académicas, periodísticas y legendarias para tratar de asir al personaje protagonista y sus andanzas ciertas o mitificadas como hembra de corazón, contrabandista, enamorada no correspondida, homicida, blogueada, entrevistada, se-de-cla-rai-no-cen-te, violada, predicadora evangélica. Y todo para mostrarle al público únicamente la verdad.

Al margen de que la noción de verdad pura mucho tiene de ficción o al menos de retórica, el argumento de Únicamente la verdad: la auténtica historia de Camelia “La tejana” parece encallar y no tanto porque a la postre hay al menos tres Camelias (más las que el subconsciente colectivo ha tatuado en cada uno de nosotros), es decir ninguna del todo real, sino porque ya se sabe que desentrañar un mito ni es sencillo, ni menos aún a través del género operístico, tan artificioso, tan elaborado, tan antinatural, y más encima cuando precisamente el arte y el artista son dos de los mayores potenciadores de mitos que existen.



Fuera de lo abstracto, los personajes de Únicamente la verdad: la auténtica historia de Camelia “La tejana” me parecieron acartonados. Rígidos, aunque bailaran. Porque no parecen tener un desarrollo ni motivaciones interiores, sino sólo de necesidad del libreto de hacer esto o aquello. Ningún personaje logró una conexión vital conmigo -y supongo que con quienes dormitaban junto a mí tampoco- y bien podría haberla aunque se dediquen al narcotráfico, al ajuste de cuentas, al periodismo, a bloguear o a cantar o componer. Alguna razón tendrán para hacer lo que hacen, de alguna forma podría no hacer apología de ellos pero sí al menos entenderlos en algo. Creo que de eso se trata todo arte. Pero el libreto, más cercano a la poética de un acta de MP que a una pieza literaria, no me brindó pretexto o elementos para ello. Y sí en cambio parodia y caricaturiza a algunos personajes, los vuelve clichés para risa del espectador. ¿El libretista querrá a sus personajes?

En esta percepción personal, supongo, también influyó la puesta en escena de Mario Espinosa, con escenografía de Gloria Carrasco e iluminación de Ángel Ancona, que si bien fue dinámica, violenta, intimidante, actual, no corresponde del todo al ambiente de Camelia la del corrido y el narco de los 70 o 60, que igual que contenía la semilla de un problema que hoy nos lacera como sociedad y vulnera el Estado de Derecho, algo tenía también de ingenuidad, de romanticismo y amor: ¿cuánta “hierba mala” –nótese el pudor casi poético del término- le caben a cuatro llantas? ¿Qué son las siete balas destinadas a Emilio Varela para una mujer bragada que comanda un escuadrón de sicarios, si no comprendemos su pueblerino amor herido por un tipo contrabandista que la usa y le da su buena plata para que rehaga su vida mientras él pretende irse con la dueña de su vida, acaso una rubia norteamericana, o sea de más mundo que el de Camelia, a la que quizás le fascinan los latino-machos. Eso es lo que eché de menos de la puesta en escena: matices. Un vestuario (de Adriana Olivera) sin tanto cliché. Un mundo más habitable, aún en su infierno, porque al final todo infierno, para serlo, está habitado.


La música de Únicamente la verdad: la auténtica historia de Camelia “La tejana” muestra a Gabriela Ortiz como una compositora diestra, de variados recursos técnicos y expresivos, de un académico bagaje musical. Y lo cierto es que logra darle unidad sonora a la ópera, aunque quizás no dotarla con un lenguaje personal, auténtico, ya que no en pocos pasajes se dedica más a hilvanar, citar, sobreintelectualizar ritmos, géneros, frases musicales, que se encuentran ya icónicamente tatuados en la música norteña, de banda, popular, electro, justamente por su sencillez y transparencia, por su efectiva sinceridad.

Vocalmente, sin buscar el lirismo o menos aún el belcantismo, la obra es bastante cantable y los retos para los solistas y el coro van más en el sentido de alternar aspectos y dinámicas del canto popular con el tiempo y el fraseo inherentes de una voz impostada a la usanza operística convencional.

En este rubro, la mezzosoprano Nieves Navarro cantó con solvencia técnica el rol de Camelia, con un instrumento oscuro y bello, pero sin el temperamento que uno supone que hizo de Camelia un mito. El tenor José Luis Ordóñez como Jorge Hernández “El tigre” estuvo mejor en estilo y sin descuidar la corrección de su canto y baile. Su participación fue una delicia. El barítono Armando Gama (Blogger) y Guillermo Ruiz (escritor Elijah Wald), así como los tenores Gerardo Reynoso (periodista César Güemes) y Saúl Sánchez (compositor Ángel González), cumplieron sin problemas las exigencias de sus papeles.

El Coro y la Orquesta del Teatro de Bellas Artes estuvieron bajo la batuta de José Areán quien, con buen timing, dominio de silencios, balances y texturas para crear atmósferas, ratificó su gusto y eficacia ante partituras contemporáneas.



Explicación no pedida: Soy un entusiasta de la ópera contemporánea. Algo he escrito sobre obras de este repertorio en los últimos años. Acusación manifiesta: Únicamente la verdad: la auténtica historia de Camelia “La tejana” no me fascinó, ni me parece tan atractivamente posmoderna como algunos pregonan, ni considero que aporte demasiado al mito que aborda. De hecho, se vale de él y de la realidad circundante. Tampoco me deslumbró el concepto de ópera multimedia -la ópera en todo caso siempre lo ha sido- en el sentido de que lo multimedia ha llegado a un punto tan alto como Avatar o Alice in Wonderland lo han demostrado.

Pero igual celebro que Gabriela Ortiz y su equipo hayan compuesto esta ópera, que toca un tema que nos toca y que el fmx haya apostado por ella. Ojalá se establezca un precedente y se continúe experimentando. Ahí, a la par de Ortiz, hay autores que también es necesario ver más seguido en México como Federico Ibarra, Víctor Rasgado, Marcela Rodríguez, Daniel Catán. Entre otros, desde luego.

No estoy seguro si la ópera como género está más muerto que vivo en la actualidad, como algunos creen, o viceversa, como también algunos creen.

Pero en cualquier caso, dicen que aquello que queremos se mantiene vivo aunque haya muerto. Es, quizás, una forma de inmortalidad. Y aunque a veces revivir algo que murió hace tiempo no es la mejor opción porque se corre el riesgo de regresar a este mundo engendros y espectros que asustarían al más bragado (pienso en Pet Sematary, obvio), el gran mérito de Gabriela Ortiz es no dejar que la ópera como género de creación descanse en paz como el horizonte de muchos operópatas del mainstream para quienes da lo mismo Avantasia que Lino Quintana. Es verdad que no compuso una ópera sobre La dama de las camelias, pero se ganó un lugar al componer la ópera de las Camelias.

4 comentarios:

  1. me gusta mucho esta crítica; creo que muestra verdaderamente de lo que se trata el oficio tan incomprendido del crítico.

    además, como que se me antojó ir con todo y mi infarto a ver/oír la ópera.

    un abrazo.

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  2. Anónimo13:52

    Querido José Noé...recibe mi saludo y felicitación por tu crítica. No fuí yo a ver la ópera pero con tus comentarios y fotos me doy una idea creíble de lo que aconteció por allá...yo apoyo también la ópera contemporánea y aunque he escuchado muchas que llegan a mi trabajo (Mixup) creo que me quedo con El Castillo de Barbazul de Bela Bártok que espero se monte por Guadalajara pronto. Te invitaré oportunamente...Saludos sinceros. Gamaliel Ruiz

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  3. Josénoé15:20

    gracias gabriel por tu comentario. en efecto, el crítico suele ser incomprendido, pero con que se comprenda a sí mismo en su labor ya es ganancia. espero que te recuperes muy pronto y aunque no vayamos a la ópera, al menos vayamos a comer. claro: las pastas para mí. la ensalada y todo lo ligth para ti.

    un abrazo.

    querido gamaliel gracias por tus comentarios. qué bueno que te hiciste una idea de la obra al leer mi crítica. y sería fabuloso ver el castillo en guadalajara. ya me avisarás de eso..

    un abrazo también

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  4. Rafael Vieyra Matuk12:38

    La crítica ha sido una de las grandes ausencias en la cultura y espectáculo en general de nuestro país y siempre es gratificante leer tus trabajos, todavía me río del de Vargas y todas las reacciones. Ahora puedo decir que ya me enteré de esta opera, pues en otros medios queda el asunto tan corto.

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