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lunes, noviembre 26, 2012

Vidas en backstage



Vidas en backstage
Por Julia Alcántara Castillo*

Después de leer el texto de la solapa, las primeras páginas de Backstage inevitablemente me llevaron a pensar en una autobiografía pero, como el personaje de Fausto le contesta al de Sandro Pinole citando a Kundera, existe una gran diferencia entre una novela y una autobiografía. Así que, después de leer esta página 47, decidí quitarme dicho pre-juicio, aunque no puedo dejar de mencionar que las semejanzas entre el autor y su protagonista son ineludibles: jóvenes periodistas, críticos de ópera y novelistas.

Backstage es una novela escrita en primera persona donde Fausto Menéndez Lecona nos adentra en una etapa de su vida, justo cuando se ha retirado como crítico de ópera, debido a que, según sus palabras “…me di cuenta de que mis textos hacía rato que dejaban víctimas y el escenario, para mí, se había vuelto un campo de batalla… cuando supe que me había convertido en un cazador de cabezas” (144). Y se dedica, sobe todo, a escribir narrativa y a matar el tiempo, me atrevo a decir, pues vive al día, sin proyectos personales, haciendo trabajo periodístico sólo para ganarse el pan.

De acuerdo con el texto de la cuarta de forros, el título de la novela alude (y esto es lo que de forma literal la palabra indica) a lo que ocurre tras bambalinas en los teatros, específicamente en relación con puestas en escena de óperas, pero luego de leer la obra completa, es posible entender que el backstage del que se habla es el de los personajes mismos: cantantes, directores y demás involucrados en las producciones operísticas, lo que pasa en sus vidas fuera del escenario; pero sobre todo, nos muestra el backstage en la vida de Fausto.

Pese a que él mismo nos deja ver las discusiones que provoca su más reciente novela y menciona detalles de su trabajo como reportero-entrevistador, lo que nos ocupa es su vida personal, su afición por el sexo, por los videojuegos y, por supuesto, por la ópera.

Fausto se mueve en ese círculo del ambiente artístico-operístico. Sus amigos son cantantes, directores y orquestadores: Fabián, Newton, Sandro. Pero además conocerá a Jonathan Garcés y se enamorará de Dánika Duval, esposa del primero. Esta relación lo hará muy feliz y muy desdichado al mismo tiempo, sobre todo porque le hará ver que en realidad no tiene amigos o, al menos, que sus amigos no son quienes él pensaba. Al final se siente solo y está solo y decide quedarse solo.





La narración está hecha con una estructura lineal con regresiones durante las cuales podemos atar cabos aparentemente sueltos. José Noé juega mucho con el tiempo: primero leemos las respuestas de Fausto a mensajes electrónicos enviados por otros personajes, Newton o Sandro, y luego nos topamos con los mensajes que iniciaron las conversaciones. Un caminar bajo la lluvia se divide en tres partes entre las que nos enteramos de acontecimientos ocurridos antes y después de ese evento. Hay una invitación a almorzar y aparentemente se omite lo ocurrido en dicho almuerzo, pero lo vamos conociendo después, en un recuerdo del protagonista. Como en cualquier obra con esta organización, al principio cuesta trabajo no confundirse, pero después este reto hace más atractiva la lectura.

Fausto, el narrador, usa un lenguaje desgarbado, con palabrotas, pero en momentos incluye términos especializados tanto del mundo de la ópera como del mundo literario, de un mundo culto. Cuando describe, lo hace con gran detalle, al grado de incluir pensamientos, sensaciones, contextos. Pero sabe eliminar las acciones que pueden ser dadas por entendido: si resulta interesante leeremos cómo subió al auto, cómo abrió la puerta, si no, de su departamento saltaremos a la camioneta de Dánika ya en camino. En la narración se incluyen hechos meramente incidentales, como la golpiza que le propinan los manifestantes a Manuel Elizarrarás. Él mismo es un personaje incidental que, sin embargo, nos ayuda a conocer el lado soberbio de Fausto. Pero están otros, como lo ocurrido en Burger King mientras Fausto come, su conversación con la mesera, o incluso sus sueños y pesadillas. José Noé no quiso dejar nada afuera. Fausto es un personaje complejo, humano, con muchas facetas.

En esta novela se habla de falsedad y de vacío. No de la falsedad de los escenarios y sus pasajes ficticios, o la utilería, por propia naturaleza, artificial. Se habla de la falsedad de las personas en sus relaciones humanas y de cómo sólo buscan su beneficio y bienestar personal. En defensa de ellos, son capaces de cualquier  fingimiento y de cualquier traición. Por eso también se habla de vacío. Fausto y Dánika logran escapar por momentos de esta falsedad, su relación es auténtica, pero fracasa porque sucumben, sobre todo Fausto, ante la presión externa, ante los prejuicios, ante su propia inseguridad.

El final es abrupto y, como un buen final de ficción, no contundente.

(((Spoiler))) Debo confesar que el asunto del embarazo me pareció un cliché, la excusa que obliga a Dánika a buscar a Fausto. El accidente en la carretera ya nos dejaba ver que los protagonistas se iban a separar, las circunstancias en que Dánika sale del país, la charla de Jonathan con Fausto lo anuncian también (((Fin del spoiler))).

Pero al parecer José Noé no quiso que terminara así. Tal vez quiso que fuera Fausto quien tuviera la última palabra: “Pienso que éste tal vez sea el remake de una mala peli, el inoportuno afiche de una vieja saga. El capítulo perdido de una serie que ya concluyó su temporada. O quizá no. Pero filo. Final cut. Igual lo importante es que no me interesa que así sea. Deseo estar tranquilo, no más” (192).

Considero que el conflicto del personaje no se resuelve: quiere, afirma que ha cerrado este capítulo de su vida, pero José Noé nos deja entreabierta la puerta para que comprendamos que no será tan fácil. Y es que hasta donde sabemos, Dánika es la primera mujer importante para Fausto en su vida adulta. Lo tormentoso de la relación lo hace optar por su vida simple, aunque vacía. La llenará escribiendo novelas, viendo películas y jugando con su nueva consola. Buscará que así sea.


*Julia Alcántara Castillo es catedrática del Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Monterrey, Campus Toluca.

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