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lunes, noviembre 19, 2007

Canciones sublimes: el cedé


Ayer se presentó el disco Canciones sublimes de la mezzosoprano Encarnación Vázquez y el pianista Jorge Federico Osorio. La sala Manuel M. Ponce del Palacio de Bellas Artes se llenó. Por allá estuve, en la mesa de presentadores, junto a Eduardo Langagne, Bernard Marsellin Léautaud y Karl Bellinghaussen, en representación de Ricardo Miranda, quien no pudo asistir pero envió no sólo un representante, sino un texto de su autoría para ser leído en el evento.

José Areán, director de orquesta y director de la Compañía Nacional de Ópera del Instituto Nacional de Bellas Artes, igual estaba confirmado como uno de los presentadores, pero no llegó. Canceló de último momento. Nada raro. Lo mismo ocurrió hace un par de meses, quizá tres, en que estaba programado para dictar una conferencia para Pro Ópera A.C. y canceló el último día, a la mera hora, su participación. Lo bueno es que aquella vez hubo un sustituto de lujo que con premura y todo aceptó brindar una charla sobre el papel de la orquesta en la ópera: el maestro Luis Herrera de la Fuente. En fin.

Yo preparé un texto para leerlo durante la presentación. Lo leí, así lo hice. Procedo a postearlo, a continuación:



Canciones sublimes: el cedé
Por José Noé Mercado


UNO Canciones sublimes es un cedé que encierra algo de paradoja, bienhadada. Puesto que este disco es una de las vertientes en las que la mezzosoprano Encarnación Vázquez celebra 25 años de carrera operística, en 2007. El disco no es de ópera, ni tiene el fastuoso artificio que caracteriza a este género dramático musical que ya rebasa los cuatrocientos años de edad. Pero igual es una forma de celebrar, de estar de fiesta por el cuarto de siglo de la destacada trayectoria lírica: canora, de Encarnación Vázquez. ¿Y cómo más se podría festejar, si no es convidando su arte lírico a sus amigos, a su familia, a sus colegas, y por encima de todos a su público? Paradoja pues porque esta celebración es con un disco íntimo, de repertorio esencialmente interior: poético, habitado en esa intimidad por el estrecho y cómplice acompañamiento de un pianista más que dotado para la ocasión: el maestro Jorge Federico Osorio.

DOS Supongo, es más, estoy seguro que grabar Canciones sublimes ha significado un gran reto para Encarnación Vázquez. Lo evidente sería por el legado importante que otros artistas han acumulado a lo largo del tiempo al abordar este repertorio de la melodía, de la canción francesa. Pero eso es lo de menos, cuando se está frente a una intérprete genuina como Encarnación Vázquez, capaz de configurar su propia versión de las obras.

La verdadera relevancia de este desafío consiste en las características propias del género, que por si fuera poco exigen ser cumplidas y respetadas hasta en el mínimo detalle, si es que se quiere salir avante en la empresa de su interpretación. El cantante está acompañado por una música indispensable, transparente, pero solo frente a su técnica y a su capacidad justamente de hilvanar el canto, de disponer su voz para la creación de la música. La riqueza expresiva de los textos de estas piezas exige a la vez un compromiso emotivo y puntual, sin amaneramientos ni exageraciones, a la hora de frasearlos. La dicción se potencia y es preciso atenderla sin pretexto. Eso sin olvidar que el matiz, la necesidad de colorear las notas para sortear toda posible monotonía, es un factor constante que debe ser el combustible que impulse la interpretación misma.

TRES Encarnación Vázquez estaba pues ante un desafío considerable. Pero justo es decir que del lado de la mezzosoprano estaban justamente 25 años de experiencia profesional en términos vocales. Eso ha sido definitivo para el resultado, en más de un aspecto notable, de este disco.

Ese cuarto de siglo que celebra Encarnación como cantante fue, de alguna manera, traducido a lo largo y ancho de las 22 piezas que integran este cedé. ¿Cómo se pueden traducir esos cinco lustros de trayectoria lírica en una grabación?, se preguntarán ustedes. Pues a través de una interpretación sólida, que procura, ante todo, la calidez de la emoción que debe transmitirse desde el texto. Por medio de un canto expuesto, sincero, sin red de protección, que cruza con seguridad la cuerda floja de los retos vocales impuestos en las partituras de cuatro compositores sutiles, musicalmente delicados, que no sólo componen piezas, sino que crean atmósferas sonoras y emocionales. A través también de un control indispensable de la respiración lírica, para mantener las frases y el sonido con intención, incluso en el difícil empleo de la media voz.

La manera de atacar las notas, más que ataques, son abordajes que penetran en la frase musical y en la esencia poética de las obras. Eso, como podrán suponer, no es un acto sencillo, ni ingenuo, aunque lo parezca. Ni mucho menos es labor y resultado de principiantes, cuando muchas veces no lo es siquiera para cualquier tipo de iniciados.

No es casual, en ese sentido, que pocos cantantes, en relación con los que abordan otros géneros líricos, se atrevan a incursionar en el lied, o en la canción o en la melodía francesa: que podríamos tomar por equivalentes, consideradas cumbres mayores de las andanzas vocales.

En Canciones sublimes, queda muy claro que en el dominio vocal y técnico, en esos menesteres canoros, Encarnación Vázquez, para fortuna de este disco, hace mucho que dejó de ser virgen.


CUATRO El buen resultado musical y artístico de este cedé, y espero que su éxito entre el público, depende en alta proporción del acompañamiento, que no sólo es acompañamiento, del protagonismo, que no es sólo protagonismo, que aporta y fusiona en todo momento desde el piano Jorge Federico Osorio. Él, con su participación, propicia generosamente el canto. Lo ayuda, lo apoya. Lo anida. Está al pendiente de las respiraciones, de la modulación de sonido y expresividad. Permite que el canto y la interpretación luzcan y hace brillar la música en el momento adecuado. Eso no es poco mérito. Y no lo es porque ese mérito es el de un gran artista que comprende a cabalidad lo que está abordando.

CINCO Canciones sublimes es un disco que celebra la trayectoria vocal de Encarnación Vázquez y nos consuela, en alguna medida, de no haberla visto en la escena operística este año en nuestro país para festejar los 25 años de su carrera. Una cosa por otra. No se puede aspirar a todo en un ambiente musical tan deprimido, o por lo menos no tan fértil como la abundancia de talento nacional exige. De ello igualmente se desprende que este disco viene a enriquecer el quehacer musical de México y ello es importante y digno de celebración.

No nos queda más que disfrutar este cedé, porque analizarlo, como yo pretendí al ser invitado a esta presentación, es una tarea que mucho tiene de oficioso, puesto que lo único que dicho análisis arroja es lo que ya sabemos de antemano: que Encarnación Vázquez ha sido, es, uno de los nutrientes principales de nuestra cultura musical a lo largo de estos 25 años de trayectoria canora.

Muchas gracias.

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