Tuesday, November 18, 2008

Entrevista con José María Vitier: Lo bello armoniza con lo contemporáneo


Hoy, martes, salió en el periódico Excélsior una versión de la entrevista que le realicé al compositor cubano José María Vitier, autor de la ópera Santa Anna, que lleva libreto de Carlos Fuentes, y que será estrenada el jueves 20 en el Teatro de la Ciudad.

Todavía, supongo, se puede conseguir el diario impreso. Aún es hora. Por si no, pongo un link a la página web de Excélsior, donde puede leerse esta conversación: clik akí.

Igual, la posteo. Es importante y, de alguna manera siempre atractivo, hablar de la ópera como un género contemporáneo. No sólo hablar de historia, sino de presente y, por lo visto, futuro.

Eso.

Excélsior
18-Noviembre-2008
José María Vitier: “Lo bello armoniza con lo contemporáneo”

Por José Noé Mercado

El entrevistado, José María Vitier, se presenta así: “Yo soy un músico cubano. Tengo 54 años de edad y hace más de 34 que desarrollo una carrera profesional en la que he compartido actividades al tocar el piano, mi instrumento, al componer para cine, radio, teatro, televisión y salas de concierto y, más recientemente, al dirigir mi propia música. A pesar de que mis padres y el apellido Vitier se relacionan, sobre todo, con las letras y la filosofía, la música tuvo un lugar privilegiado en mi familia”.

Por estos días, Vitier se encuentra en México para una encomienda no menor: mantener vivo el género operístico, a más de 400 años de su invención. Más particularmente, para estrenar el próximo jueves, en el Teatro de la Ciudad Esperanza Iris, su ópera Santa Anna, la primera en su catálogo, que lleva libreto de Carlos Fuentes, en el marco del homenaje nacional que se le rinde al escritor de Terra Nostra por sus 80 años de vida.

“Es difícil determinar cómo los proyectos se encuentran con uno”, afirma el compositor para relatar el origen de esta colaboración con Fuentes. “Hubo una suma de casualidades y buena suerte, en el sentido de que la agencia que se encarga de la obra del maestro Carlos Fuentes conocía mi trabajo. Cuando él anunció que tenía el libreto para una opereta, le sugirieron mi nombre. Al parecer no le resultó desconocido mi apellido y me eligió a mí, pues entiendo que había otros candidatos. De inmediato se comunicaron conmigo y le envié una cantidad importante de mi obra para que tuviera una visión clara de mi música y decidiera con conocimiento de causa”.

Luego de ser elegido, Vitier recibió el libreto de Santa Anna y comprendió que “quizás Fuentes me seleccionó porque buscó una mirada desprejuiciada, la de una persona no mexicana, para tener una visión imparcial, digamos, al componer la música de los hechos que él narra en la obra. Nunca lo he hablado con él, pero esa es la impresión que tengo”.


— ¿Cómo definieron lo que compositor y libretista querían en Santa Anna?

Primero tuve un encuentro con Fuentes en marzo, aquí, en la Ciudad de México. Me abrió las puertas de su casa para trabajar una semana con él, con Lorena Maza (directora escénica de la puesta) y demás gente de la producción. Fue revelador. Yo planteé mis primeras ideas y preocupaciones y descubrimos que teníamos enfoques en común. Fuimos afines desde un principio. Los referentes que quería para la ópera eran los mismos que yo había imaginado: el tipo de sonoridad, la personalidad de los personajes y el carácter ecléctico del trabajo, ya que incorpora diferentes estilos. Al inicio, Fuentes le decía opereta a la obra, pues incluye diálogos. Yo le llamaba ópera de cámara, porque tiene una orquesta reducida. Pero luego, Santa Anna, con la ambición del proyecto, las ideas de Lorena Maza para solucionar la escena, con el tipo de cantantes que convocamos, ha tomado otras dimensiones que nos indican que estamos claramente en el terreno de la ópera.

— Y, en sí, como obra de arte, ¿qué les interesó plasmar en esta ópera?

Hablé de muchas cosas con el maestro Fuentes, porque, afortunadamente, es un gran conocedor de la música, de la ópera en específico, y tenía una idea muy clara de lo que quería. Hablamos en términos de que ésta no iba a ser una obra, digamos, de un lenguaje duro, atonal, difícil. Quisimos hacer una obra de comunicación que buscara emociones y que constituyera una búsqueda de belleza en sí misma, que no fuera solamente una clase de historia, sino también una ópera que sostuviera valores musicales tradicionales. Eso me interesó mucho, porque considero que lo contemporáneo no está reñido con lo hermoso.

Una buena melodía siempre se agradece y a Fuentes le pareció bien mi intención de trabajar la línea melódica hermosa. Conversamos también del tono de farsa que tiene por algún momento la obra, igual que cierto tono de musical, de la muerte como personaje, de su tradición en la cultura mexicana, y del contrapunto que tiene con el personaje de Santa Anna, no sólo la figura pública, sino en su vida íntima, como persona. En ese sentido, la ópera intenta matizar, profundizar en la personalidad de Santa Anna, totalmente demonizada por la historia. Al respecto, la mirada de Fuentes es mucho más profunda y lúcida, encuentra muchos matices en una persona víctima de sus pasiones.

— ¿Qué podríamos decir de la estructura y estilo musical de la obra?

La obra transcurre con base en diálogos hablados, arias, duetos, algún trío e incluso cuarteto y participaciones coreográficas. Hay momentos en que yo diría que Santa Anna es verista en el sentido de que es apegada, visualmente inclusive, a los elementos reales de la historia. Pero hay otros instantes en que todo se vuelve más minimalista y simbólico. También, por el origen veracruzano de Santa Anna, el guión exige sones y coplas, y en este montaje contaremos con la participación en escena del grupo Mono Blanco. Es decir, podríamos pasar mucho rato hablando de esta ópera pero, a mi juicio, es difícil encasillarla.

— Al margen de esa diversidad de vertientes, en la forma parece estar presente la escuela operística italiana…

Saca partido y provecho de ella, sobre todo cuando uno sabe que los cantantes están formados bajo esa escuela y es el lenguaje que dominan y en el que se expresan mejor. Por eso como compositor mi primera labor es entusiasmar a los intérpretes para ver si entonces así podemos emocionar al público. En el caso de los cantantes, digamos que mi labor es procurar que sientan sus voces honradas.

La idea ha sido componer una ópera de duración razonable, en la que sus dos actos den tiempo para exponer los rasgos esenciales de los personajes y hacerlo de una forma que deje las ideas en movimiento, que deje a las personas meditando, reafirmando o enriqueciendo su visión de Santa Anna.

— Muchos compositores contemporáneos se lamentan de la carencia de buenos libretos para la ópera. El de Santa Anna es la primera incursión de Fuentes en el género. Más allá de la calidad de su pluma, ¿es un libreto que funciona en lo operístico?

Como se sabe, en la época dorada de la ópera, los libretos no siempre eran de la mejor calidad y se convirtieron en un mundo de esquemas y clichés, donde la figura principal no es la historia ni el compositor, sino el intérprete. La historia operística sufrió por eso y sólo el talento de algunos compositores salvaron el prestigio del género. Ahora, los músicos somos más exigentes en cuanto a los libretos. En el caso de Santa Anna, es una suerte grande la de contar con un escritor como Carlos Fuentes, porque no siempre se da la posibilidad de tener un libreto que posea una sólida tesis, un mensaje contundente y que, además, contenga belleza.

Yo, como compositor, no necesito efectos rimados ni mucho menos, pero sí un ritmo interno para idear e hilvanar la música con el texto. Y en este caso lo hay. Uno toma decisiones. Por ejemplo, algunas partes me parece que adquirieron mayor fuerza cantadas, otras, sobre todo tratándose de una historia donde hay mucha información, son más expresivas si sólo se hablan, pues así evitamos hacer una ópera estilo Anillo del nibelungo en duración.

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