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jueves, agosto 25, 2011

Otra vuelta de tuerca: Sin ambigüedades

Fotos: Difusión Cultural UNAM

Coloco lo que escribí sobre la puesta en escena de The turn of the screw de Benjamin Britten que se presentó hace unos días en la UNAM. Se publicó hoy jueves en el periódico El Financiero. Eso sería.

Periódico El Financiero
Jueves 25 de agosto de 2011 
Otra vuelta de tuerca
Sin ambigüedades
x José Noé Mercado

Se limita quien piensa sólo en una historia de fantasmas al referirse a The turn of the screw (Otra vuelta de tuerca), la novela corta de Henry James publicada en 1898, en la que Benjamin Britten y su libretista Myfanwy Piper se basaron para la ópera homónima que habrían de estrenar en 1954.

Lo que distingue a este relato de la avasallante producción gótica europea y norteamericana del siglo 19 es la prosa elegante y limpia de ese James aún exento del barroquismo que acusan sus obras finales, un agudo entramado psicológico que condiciona magistralmente la personalidad de sus personajes y, sobre todo, la puesta en escena de sus teorías sobre el uso de la perspectiva y el punto de vista en una narración para conocer la veracidad, mentira o ambigüedad de los hechos que forman una historia.

Es a partir de esa esencia que The turn of the screw y sus adaptaciones: la operística de Britten y los numerosos filmes, entre los que destacan The innocents de Jack Clayton de 1961 protagonizado por Deborah Kerr, el de Rusty Lemorande de 1991 y el de Tim Fywell de 2009 para la BBC de Londres, admiten interpretaciones como una trama sobrenatural de fantasmas, un perverso episodio de abuso, represión sexual y pedofilia, una historia de mentiras, demencia y horror psicológico o, sorprendentemente, como nada de lo anterior.

Y es que justamente los detalles que el espectador va conociendo a lo largo de la obra hacen que la certeza que ya tiene respecto de lo ocurrido mute, dé múltiples giros de tuerca dependiendo de las perspectivas que se van explorando y embonando y al final no se tenga sino impresiones, dudas y ambigüedades que modelan la riqueza de contenido de esta obra.

Riqueza que los pasados 13 y 14 de agosto, en la sala Miguel Covarrubias del Centro Cultural Universitario, en el estreno en México de The turn of the screw, la ópera en un prólogo y dos actos de Benjamin Britten, no se extrajo del todo.



Para tal suceso (en México no programar Butterflies, Elíxires, Cavallerias, Toscas y demás títulos trillados es un real suceso), se contó con la batuta de Jan Latham-Koenig al frente del Ensamble Filarmonía, con gran sentido del ritmo dramático, la musicalidad y las texturas exploradas en las variaciones desprendidas del tema principal.

En el rubro canoro, sobresalieron el tenor Samuel Boden como el Prólogo y Peter Quint, con una voz bien colocada, segura, clara y expresiva; y la soprano de 17 años de edad Erin Hughes, quien interpretó con bello lirismo e ingenuidad vocal a Flora. En segundo plano, la también soprano Fflur Wyn, quien encarnó a la Institutriz, mostró una emisión con musicalidad, pero delgada, de volumen de cámara más que teatral y de una fragilidad creciente. El niño soprano Leopold Benedict de 14 años de edad si bien mostró conocimiento de la obra y siempre mantuvo la afinación, dejó la impresión de que el rol de Miles no le resultó cómodo, ante un no muy lejano cambio de voz. La mezzosoprano Encarnación Vázquez y la soprano Lourdes Ambriz fueron las cantantes mexicanas que completaron el elenco como la Señora Grose y la Señorita Jessel.  

Pero la buena imagen sonora que dejó Latham-Koenig contrastó con la puesta en escena de Michael McCaffery y la iluminación de Víctor Zapatero, ya que se optó por una sugerencia escenográfica lúgubre y opresiva, sin la dinámica de colores, de noche y día, tan importantes en James como en el propio Britten, para impactar en el ánimo y actuar de los personajes. El montaje también ignoró lo que James llamaba “síndrome del terror a la luz del sol”, justo esa realidad psicológicamente fantasmal que surge de la fusión de lo inimaginablemente terrible y lo completamente ordinario.

A juzgar por la escena y el trazo de los personajes, la tuerca no giró. Se trató de hechos obvios, de una lectura simplista, sin ambigüedades ni riqueza interpretativa o, para referirse de algún modo a fantasmas en camisón y con ojeras, de una concepción gasparinesca, lejos de esa idea del escritor Peter Straub que dice que las historias de horror funcionan mejor “cuando son ambiguas, discretas, contenidas”.

viernes, agosto 12, 2011

Replicante agosto-2011


La edición de agosto de 2011 de la revista Replicante se dedica a los destinos antiturísticos. Gran tema. Pero, como se sabe, la monografía no es lo único. Hay numerosas secciones y autores que arman una rica variedad temática.

En la sección Literatura, publico una versión extendida del texto que escribí sobre Mi cuerpo es una celda, la autobiografía de Andrés Caicedo que armó Alberto Fuguet.

Acá el link al índice de agosto. Eso.

Los indestructibles: Le nozze di Figaro en Cuernavaca


Hace unos días escribí sobre la puesta en escena de Las bodas de Fígaro que se presentó en Cuernavaca, Morelos, el mes pasado. El texto se retrasó un poco en salir por el festejo del 23 aniversario de la sección cultural de El Financiero, pero mejor así. Ahora que el caso del homicidio del exfutbolista Ignacio Flores ha puesto a la carretera a Cuernavaca, nuevamente, en las noticias rojas, es una inmejorable ocasión de que mi texto se publique. Arte y no más sangre. La idea es ésa.


Periódico El Financiero
Viernes, 12 de agosto de 2011
Los indestructibles: Le nozze di Figaro en Cuernavaca
Ganando la batalla en Morelos
x José Noé Mercado

Cuernavaca, Morelos, nuevamente ha sido noticia. Esta vez, para bien. Para el arte y la cultura, ya que al escalofriante y frecuente clima de sangre y violencia ahora se ha opuesto una opción que si no reconstruye de golpe el tejido social por lo menos lo conforta. O lo intenta. La presentación de otro título operístico en el Teatro Ocampo, de la mano del Instituto de Cultura estatal que lidera Martha Ketchum, y su Compañía de Ópera, artísticamente dirigida por el barítono Jesús Suaste, es digno de encomio y atención, de apoyo y continuidad.

Porque sumar tres funciones de Le nozze di Figaro de Wolfgang Amadeus Mozart los pasados 15, 17 y 19 de julio, a la oferta de óperas como L’elisir d’amore de Gaetano Donizetti, Madama Butterfly de Giacomo Puccini y La traviata de Giuseppe Verdi que en el último año se han presentado en Cuernavaca constituye un esfuerzo de proyección y envergadura artística innegable.

Y es así hasta tal punto que una posible crítica a la modesta pero útil escenografía de Ricardo Salazar, a la no en todo resuelta dirección escénica de Óscar Flores por falta de mayor familiaridad con la trama y el género mismo que permitiría utilizar las transiciones argumento-musicales con total destreza, a desafinaciones ocasionales, o incluso a los mínimos lapsus-olvidus de una u otra frase de los kilométricos recitativos que fueron respetados sin los tradicionales cortes, debe matizarse en aras de valorar las circunstancias y condiciones en que semejante esfuerzo es concretado y, después de todo, sale airoso para dejar al público satisfecho.

El buen resultado musical de estas funciones partió de Carlos García Ruiz y su dirección concertadora más que sólida, porque no sólo brindó un acompañamiento confiable a los cantantes, sino que igual sonó mozartiano, dentro de un estilo que demuestra estudio, entendimiento, capacidad y rigor. Este joven concertador mexicano que siempre baja al foso sin partitura es acaso el que más ópera dirige en nuestro país, lo que ya le ha generado credenciales de especialización lírica que no pueden ignorarse. ¿Lo conocerán en Bellas Artes, donde se suele invitar a tanto extranjero de irregular calidad?




El elenco lo encabezó el bajo Rosendo Flores, quien salvo algunos momentos vocalmente cavernosos, mostró la suficiente maleabilidad y ligereza para enfrentar el rol baritonal de Figaro. Su amplia experiencia en los escenarios contribuyó a hilar una actuación graciosa y entretenida. Susanna fue interpretada con gran dulzura vocal y escénica por la soprano Elisa Avalos, quien logra entretejer un canto de gustos refinados.

La soprano Verónica Murúa brindó una humana y por tanto sincera interpretación de La condesa, con el necesario entendimiento de su condición de mujer desatendida por su esposo, proyectado a través de una hermosa línea melódica y lánguida belleza vocal en sus arias “Porgi amor” y “Dove sono”. ¿Tampoco a esta destacada soprano mexicana la conocen en Bellas Artes?

En el papel de El conde, Jesús Suaste refrendó su experimentada trayectoria que le permite un desenvolvimiento escénico pleno y un canto que busca los matices y encuentra los contrastes y el peso y sentido justos a cada uno de sus fraseos.

El Cherubino de la mezzosoprano Encarnación Vázquez, la Marcellina de María Luisa Tamez y el Bartolo de Rufino Montero, demostraron un divertido control y timing escénico de sus intérpretes, además de un largo y amplio recorrido por esta obra. Marco Antonio Talavera, Yolanda Molina y Héctor Arizmendi completaron el grupo de solistas en los roles respectivos de Antonio, Barbarina y Basilio-Don Curzio. Alejandro Vigo estuvo en el clavecín, mientras que Christian Gohmer fungió como director huésped del Coro del CMAEM.

Por lo escrito, la no poca madurez y experiencia del elenco aun si se considera la incursión de dos o tres jóvenes, el protagonismo de la mayoría de estos solistas en las distintas producciones que de esta ópera se han hecho en nuestro país durante las últimas décadas, el final logrado y feliz de este proyecto, así como la misma juventud de Mozart, de alguna manera podría evocar el título en español de esa película estelarizada en 2010 por Sylvester Stallone, Arnold Schwarzenegger, Bruce Willis, Dolph Lundgren y otros héroes nada de pubertos: Los indestructibles. Porque sí, aún ganaron la batalla.

viernes, agosto 05, 2011

Verónica Murúa


La sección cultural del periódico El Financiero, una de las más importantes de entre los diarios nacionales, cumple 23 años de publicarse ininterrumpidamente de la mano de su editor el maestro Víctor Roura. 

Para celebrarlo, durante esta semana publicó en sus páginas cerca de 90 textos breves de sus diversos colaboradores con la premisa de contar cuál es el concierto más memorable al que han asistido y por qué razón lo consideran así. Así se festeja este año. Con "Mi concierto". Con música en letras, escrita en la memoria. Porque sí, creo que a la larga la música que importa, la que es capaz de transformarnos, uno siempre termina haciéndola personal, íntima. De uno. Felicidades a El Financiero y a Víctor Roura, por armar una sección ética, crítica y con una siempre necesaria y saludable libertad de expresión.

Acá posteo lo que yo escribí. Se publicó ayer en papel y en línea. Eso.


Periódico El Financiero
Jueves 6 de agosto de 2011
Verónica Murúa
x José Noé Mercado

No hubo de por medio esa sobrevaloración mítica que suele profesarse a los operastars, casi siempre erigida por la mercadotecnia y algunos críticos groupies. Tampoco influyó, ya que por fortuna no la tiene, la entrecomillada consagración oficial que suele ir acompañada por las canas, arrugas y una cada vez menos discreta decrepitud del consagrado. No fue cierto tipo de irrebatible frescura y esplendor de facultades del que canta como nadie, pero ignora tanto de la vida como pocos. Y hubo cero forma de nostalgia con la que los necrofilíricos honran a sus ídolos.

No fue eso. Ni siquiera la bella arquitectura del Museo Nacional de Arte sombreada por formas y figuras evocadoras que proyectaban luces insuficientes al anochecer y que sirvió de marco para presentar su cedé Posromanticismo mexicano explicaba mi pudorosa sensación de feliz abatimiento. No hubo un extenso programa a interpretar ese jueves 26 de agosto de 2010. Sólo fueron 6 piezas con un delicado acompañamiento de piano. Je t’aime de Ricardo Castro, A la bien aimée y A toute âme qui pleure de Gustavo Campa, No te olvido de María Garfias, Amar y sufrir de Luis G. Jordá y Musmé de Emilio de Nicolás fueron la sobredosis suficiente para sentir que no podría escribir de la ocasión sin delatarme como un encandilado degustador del placer que su voz de piel femenina logró producirme, intoxicado además por el vano deseo de lamer el sonido de una emisión fascinante y que aún recordaba al salir a la calle de Tacuba cuando ya todo había terminado.

Aunque en rigor el viento helado no pudo disipar la mezcla de emoción y tristeza confortada por haber sido el ser en el que se habían hundido los agudos colmillos del decir musical, del canto y sensibilidad de una artista que esa velada hizo rivalizar su belleza interior con la física, resultando ambas vencedoras.

Abrumado, creí comprender que no era indispensable una sala de prestigio ni un teatro magnífico para que el canto encontrara un nicho de valor probado. La fama, la pretensión, lo wannabe y aspiracional de miles de conciertos y funciones de ópera presenciados, en ese momento me resultaron particularmente insustanciales. Lo importante y verdadero simplemente había ocurrido como una bendita serendipia. Sólo me restaba despojarme del incómodo recato para informarlo y, de alguna manera, compartirlo. Supuse que un buen comienzo era nombrar a la soprano que para mí fue la única del cosmos durante esa noche. Y lo hice: Verónica Murúa.

Forma, sonido y memoria




Mañana, sábado 6 de agosto, a las 12 p.m. participaré en una mesa redonda que se organiza como parte de las actividades que acompañan a la exposición Arqueologías de la Fonografía que se presenta desde hace un par de meses en el museo Franz Mayer. Ésta es una impresionante exhibición de fonografos, que no debe perderse todo interesado en el sonido, los discos, los aparatos de reproducción, las grabaciones, etc. 


Mañana también estarán en la mesa de diálogo el ingeniero Humberto Terán y el contratenor Héctor Sosa. Abajo coloco detalles de la información que puede consultarse íntegra en la imagen. La entrada, aunque originalmente tendría un costo, es completamente libre. Allá nos vemos. Eso.


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l Coloquio Arquologías de la Fonografía comienza éste sábado a las 12:00 pm en el Auditorio del Museo Franz Mayer (continúa el sábado 13 y el jueves 18).

Mesa I : Forma, Sonido y Memoria

Participan en la Mesa: Humberto Terán (Ingeniero de Audio, involucrado prácticamente en toda la actividad musical de México),  Héctor Sosa (Contratenor y Productor Musical) y José Noé Mercado (Crítico de Ópera, Periodista) Modera: Santiago Rodríguez (Humanista).

Otto Cázares
Coordinador del Coloquio