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Fausto quiso
estar donde brillan las luces. Entre las butacas, pero a un paso del escenario
y más cerca de la gente que seduce, atrae y hace soñar al público. Aunque
Fausto piensa, reflexiona, está un poco escindido; se odia a veces y no
controla su rabia. Ama el porno y los videojuegos tanto como la ópera y, para
peor, escribe novelas. Es, en el fondo, un infiltrado. Acaso un traidor. Así lo
ven sus amigos que no son sus amigos, la gente de los escenarios que tienen un backstage mucho más interesante y
maldito que el suyo mismo.
José Noé
Mercado ha escrito una novela musical acerca de su generación: la que se
esconde detrás de la música, la que se desenchufa con su iPod, la que desea
participar pero no puede realmente. Los Faustos están en todas partes: él es de
aquellos que no aman, que no conectan del todo, pero siguen insistiendo. Un
ácido paseo a lo que está detrás de las cortinas, los afiches, los escenarios
de un gueto plagado de artistas que no hacen arte, de intelectuales sin intelecto,
de gente fisurada capaz de todo con tal de ser tomada en cuenta. Backstage te impulsa a quedarte en tu
pieza, aislado; no sólo leyendo la novela de Mercado, sino acaso como la opción
más sana de enfrentar la vida.
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