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jueves, abril 03, 2008

Superbad es supercool


Qué risas. Qué risas, no: qué carcajadas. Últimamente pocas pelis han exprimido tanto mi buen humor como la adolescente Superbad, aka, en emeequis, Supercool. Un filme cáustico, con hartos fluidos corporales y escenas hilarantes no tan aptas para persignados, dirigido por Greg Mottola y escrito por Seth Rogen y Evan Goldberg.

Los guionistas, justamente, dan el nombre a Seth (Jonah Jill) y Evan (Michael Cera), protagónicos, al lado de Fogal-McLovin (Christopher Mintz-Plasse), de esta película del género o subgénero algo sobre explotado de comedias universitarias, made in USA.

Así, de alguna manera, se nos deja ver que los escritores han recurrido al legítimo recurso, que suele dar buenos resultados, al menos en su sinceridad, de echar mano de los pasajes autobiográficos o, mínimo, de vivencias cercanas, directas o indirectas. En ese sentido, la sinceridad, en el cine, en el arte, atrae siempre. O casi.

Y Superbad atrae. No por nada, sólo en USA, ha recaudado más de 100 millones de dólares, 80 más de los 20 que costó. Su equipo de producción, creativo, en algunos casos de actores, se consolida cada vez más (Virgen a los 40, Ligeramente embarazada, Talladega nights) en la industria cinematográfica de comedia, no exenta de toques grotescos y algo escatológicos.

De la estirpe de Porky´s, American pie y, desde luego, la mítica Desmadre a la americana del pionero de la comedia de instituto John Landis, surge Supercool, que de entrada presenta mucho mayor logro y cohesión como película que sus antecesoras de género. En sí, se erige en la cumbre de él.


Sí. Ok. Debo reconocer que la historia y los personajes no se salvan del cliché: so-mos-chi-cos-lú-ser-pa-je-ros-pe-ro-pla-nea-mos-co-ger-ya, hoy. Esta noche, en la fiesta de graduación. O en la de fin de cursos, da igual. En la que por supuesto hay chicas deseables, mucho alcohol y hormonas alborotadas. Seth lo sabe y le dice a Evan algo así: Las chicas toman, borrachas y calientes pueden irse a la cama con alguien que quizá para ellas signifique un error. Nosotros podemos ser esos errores.

Gran expectativa, ¿cierto?

Seth, Evan y Fogal, tres perdedores y algo tetos de la preparatoria, tendran acceso a la fiesta de la gente cool de su escuela -entre quienes están las huecas pero deliciosas Jules (Ema Stone) y Becca (Martha MacIsaac)- porque, de alguna forma, fanfarroneando, se han comprometido a llevar el alcohol, pues todos son menores de edad y no tienen acceso a él.

Así que Fogal se conseguirá una identificación tan falsa como estúpida con el nombre de McLovin (basta googlear McLovin para darse una idea del impacto del personaje) para comprar la bebida. O intentarlo. Aventura que lo llevará a divertirse a lo grande con un par de polis desmadrosos y vaciladores, buena onda, de los que deberían existir más ejemplares en la vida real para no tener una idea tan gris o negra de la policía (perdón, lo acepto: vivo en México, DeEfe, y estoy prejuiciado en este aspecto, supongo).

Clichés -divertidos pero clichés-, decía, que no salvan los guionistas ni el director. Cierto. Además de falta de edición más severa e implacable que eliminara, o de perdida redujera, ciertas escenas innecesarias (como una fiesta antes de la fiesta).

Pero lo que hace a Superbad supercool es el tratamiento del tema de la amistad entre Seth y Evan. Seth no fue aceptado en la misma universidad que Evan y ambos saben que semejante circunstancia acabará con su lazo, que les viene desde la infancia. Aunque no lo dicen abiertamente, ambos temen la pérdida de esa amistad en muchos sentidos cómplice y dependiente, que se irá a la mierda sin remedio.


Aunque en buena parte de la cinta vemos a los chicos con ansias sexuales, expresándose en términos decididamente vulgares y a ratos machistas, que todo adolescente, o quien tiene contacto con ellos, reconoce de inmediato, lo que en realidad flota en el ambiente es una relación de amigos (conmovedora la escena en que Seth le dice a Evan que lo ama y Evan le responde que él lo ama a él: una escena tierna, libre de todo morbo y de hecho memorable), amistad que tristemente se terminará después del verano, cuando se separen con el único argumento de que así es la vida no más, ni modo.

Y sí. Así pasa. En eso no pude dejar de identificarme y recordar a casi todas, o todas, las amistades que tuve en cada escuela que he pisado-y no sólo las escolares, por cierto-. Y que hoy sólo ellas saben dónde están o qué fue de sus vidas. Todo esto lo que viene a significar es que, después de todo, en Superbad hay personajes creíbles y lo que a la larga es más importante: entrañables. Con clichés y sin ellos. Como seres humanos cualquiera.

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