Wednesday, October 01, 2008

Agua, por favor: Manon Lescaut en el Teatro de la Ciudad


Posteo aquí mi reseña-crítica versión definitiva o al menos release candidate de Manon Lescaut en el Teatro de la Ciudad (UPDATED: que contiene un par de detalles y que no contiene un par de detalles respecto a la versión beta, que coloqué hace unos días).

La verdad es que cada vez estoy más convencido de que en realidad prefiero escribir sobre aquello que me entusiasma-motiva-apasiona, que de lo que está mal o es criticable-cuestionable.

Suena lógico, pero no siempre es posible.

Según la concepción que se tenga de la crítica, hay quienes prefieren destruir que crear. Yo no. Yo prefiero, de ser posible, crear. Por más que se diga eso de que toda crítica es un ejercicio subvencionado a aquello que critica. Soy más fan que un serial critic. En todo caso, como es normal conforme a lo que estaba diciendo, me siento más cómodo entusiasmando-argumentando a los lectores por qué podrían leer un libro o ver una película o comprar una grabación o ir a una función--concierto, que destazando a un autor que no me gusta o interesa o un compositor--obra que me aburra o encuentre fome o inútil o prescindible. En este último caso, ni siquiera me tomo la molestia. No gasto energía--tiempo en ello.

Pero capto que, en ocasiones, también puede--debe escribirse de aquello que nos interesa cuando no marcha del todo bien, justamente para que cambie y nos permita hablar con gusto-satisfacción de ello. O no sé. Pero se adquiere un compromiso, digamos, con aquello que un día nos ha servido para sentirnos bien, para emocionarnos un minuto, para trasladarnos a una realidad estética, mejor o más habitable--tolerable que la cotidiana. Eso me pasa de un tiempo a la fecha con la ópera en DeEfe, y no hay opción: creo que debe escribirse de ella, pase lo que pase, esté como esté, para que no pase lo que pasa y no esté como está. Aunque, en parte, uno termine algo desencantado--frustrado en ese ejercicio. Ni modo. Me sentiría más desencantado--frustrado, si no lo hiciera. Supongo que es otra faceta de la crítica. Y alguien tiene que hacerla.

Y nada. Después de esta especie de declaración de principios digna de cualquier bloggersänger, dejo la crítica. Eso.

Agua, por favor: Manon Lescaut en el Teatro de la Ciudad

x José Noé Mercado

La tercera ópera de Giacomo Puccini, Manon Lescaut, fue el cuarto título de la Temporada 2008 de la Compañía Nacional de Ópera (CNO), y se ofreció al público en tres funciones, los pasados 23, 25 y 28 de septiembre.

Como todo en la vida, la CNO y su quehacer no puede entenderse sin su circunstancia. Así, por esas fechas en medio de exigencias y presiones sindicales, a última hora paliadas más que resueltas, y el puente patrio, que alteró el tiempo de ensayos rumbo al estreno, una de las cuatro funciones contempladas originalmente para ser presentadas (la del día 21) tuvo que ser cancelada y las tres restantes, con los trabajos de remodelación del Teatro del Palacio de Bellas Artes iniciados, tuvieron como foro el Teatro de la Ciudad, con los respectivos problemas técnicos, acústicos, logísticos, económicos, que ello podía significar.

Todo lo anterior, como puede suponerse, incidió más o menos en el resultado artístico e integral de esta producción, que permitió al público presenciar Manon Lescaut, después de casi 30 años de que se pusiera por última vez en Bellas Artes. Veamos.

Para el rol epónimo, se invitó a la soprano chilena Verónica Villarroel, a más de 18 años de que actuara por primera vez en nuestro país. Casi dos décadas después, comprueba, como dice la canción, que Dios perdona, el tiempo no. Quien tuvo, tuvo. Fue. Y es que si bien la entrega y el compromiso de la intérprete deben rescatarse en estas funciones, en lo vocal escuchamos una emisión gastada en el registro agudo que, forzada y abierta para llegar a él, pierde el control de la línea melódica y del vibrato.

Pierde el control, punto.

La templada calidez y la serena seducción de la parte media de su voz se pierde por ratos, se va la señal sintonizada, digamos, y quedó de manifiesto que Villarroel enfrentó un papel que en varios momentos la evidencia. Histriónicamente construyó a su personaje con cierta pasión afortunada en estilo, pero con un resultado que la conmueve más a ella en su interpretación que a quien la contempla.

El caballero Renato des Grieux fue alternado por los tenores Alfredo Portilla (mexicano) y Richard Bauer (brasileño). En la función del martes 23 (erróneamente atribuida a Bauer en el programa de mano), Portilla pareció sentirse incómodo y distraído con la acústica seca y dispar del otrora Esperanza Iris y ofreció frases sin canto y a toda voz, sin poder ocuparse de los matices y, sobre todo, de hacer música con ese bello y bronceado instrumento tenoril que posee. Sin girar la voz en las notas de pase (lo que equivaldría a pisar el clutch para cambiar de velocidad o no hacerlo y de cualquier manera acelerar), las palabras del Des Grieux de Portilla se escucharon con fuerza en el Teatro de la Ciudad, pero no corrieron en él, ni se incorporaron del todo en el fluido musical pucciniano emanado desde el foso de orquesta y de su propia garganta, cuando utilizó la media voz y el centro de su registro. Ciertamente, hacia el final de la obra, la voz de Alfredo Portilla sonó con más armónicos, más húmeda y lubricada en lo musical, pero justamente ya fue el final y todo acabó.


De algunos de los numerosos cantantes de reparto y los figurantes líricos, podría apuntarse que el barítono Jesús Suaste estuvo sobrecalificado en un rol (Lescaut) para el que le sobran recursos y refinamientos canoros y le falta cinismo interpretativo. Que a Arturo Rodríguez, bajo-barítono, no le viene el Geronte di Ravoir ni papeles que le exijan hacerse el simpático (aun involuntariamente) porque en escena no lo es, quizás nunca lo ha sido porque lo suyo, lo que le queda a su personalidad, es el drama, aun cuando trata de cumplir en lo vocal. Que el tenor Carlos Arturo Galván cantó con profesionalismo, corrección y entrega el Edmondo. Que la mezzosoprano Nieves Navarro (Músico) ofreció el canto más deleitable de la velada. Que Miguel Hernández-Bautista, bajo, (Hostelero) es un apasionado de la ópera y se brinda, aunque sea brevísima, a su encomienda: su actuación, sus gestos, son para seguirse en detalle. Que el tenor Luis Alberto Sánchez (Maestro de baile) sí es simpático y cantó su rol como se debe y puede. Que Roberto Aznar (Sargento) y Arturo López Castillo (Capitán) cumplen, cumplen y cumplen, siempre, siempre que son requeridos. Y que, en rigor por lo dicho, la función se la llevaron los comprimarios. O quizás se la llevó el Coro del Teatro de Bellas Artes, en el año en que sigue celebrando 70 años de su fundación, ya que en estas funciones, preparado por Jorge Alejandro Suárez, discípulo del padre Xavier González, configuró una labor relevante, con uniformidad, motivada.

A esa motivación, ¿contribuiría, quizás, el monto extra de 2700 pesos por persona, por mes que estén fuera de Bellas Artes, que se supone fue acordado para los grupos artísticos, técnicos y más, por concepto de desplazamiento-traslado, ya que, como se ha dicho, se les movió de su sede de trabajo?

Sobre este aspecto, aun cuando sí, es verdad que se les movió unas tres cuadras, ¿se justifican así los millones de pesos que, desembolsados por este motivo, se sumarán al costo real de las producciones operísticas, en este caso de Manon Lescaut?

Con todo esto, el verdadero inconveniente para que la CNO presente ópera en el Teatro de la Ciudad, por encima incluso de la maltrecha y fisurada acústica del recinto, sería, es, convencer a sus grupos artísticos abriendo la chequera, para soltar en un gasto corriente (a veces dispuesto de manera torpe o ineficaz, como en un ensayo para el que se citó al coro sin que fuera a ensayar en realidad) un porcentaje significativo del importe total de los montajes (que en este caso de Manon Lescaut fue coproducido con el Festival Internacional Cervantino). Y esto, desde el punto de vista administrativo y financiero no es viable ni sostenible, acaso por ello, si consideramos, además, la falta de liquidez que enfrenta la CNO porque las instituciones de las que depende no le sueltan el dinero a tiempo, es comprensible que los próximos dos títulos de la temporada hayan tenido que posponerse o cancelarse: Muerte en Venecia de Benjamin Britten y La sonámbula de Vincenzo Bellini.

La puesta en escena correspondió al argentino Marcelo Lombardero, un conocedor de la obra, y del género operístico en general, que marcó un trazo adecuado, claro, limpio, para desenvolver en el escenario dramática y musicalmente esta Manon Lescaut. El trabajo de Lombardero quizá no sea espectacular, pero en cambio es efectivo, clásico, aun si pensamos en el pasaje de travestido pero real faje lésbico del primer acto (y que por cierto ayudó a entretener al público, algo voyeur, en momentos en que el foco escénico-vocal de los protagonistas se pone tedioso). Marcelo Lombardero, se notó, tenía una idea definida de lo que quería hacer y lo hizo. Incluso con el movimiento del coro, hecho no siempre visto en México, donde la norma es el amontonamiento, la plasta visual.

Lo cuestionable de la concepción escénica fue la falta de unidad conceptual entre los tres primeros actos (escenografía corpórea, tradicional, física) y el del cuarto acto (proyección, virtual, sobre una gasa). La escenografía (quedó grande, saturando el espacio escénico del Teatro de la Ciudad) e iluminación (quizá demasiado contrastada y por tanto artificiosa, efectista, en algunos momentos, pero sugerente, lógica, en otros) fueron de Enrique Bordolini y el vestuario (logrado, de época, vistoso si bien ciertos elementos se veían delatoramente falsos) de Luciana Gutman, ambos, también, argentinos.

De aquí, esta producción se va al Teatro Juárez, en Guanajuato, donde quedará aún más grande. ¿Y luego? ¿El público (que en estas funciones no ocupó siquiera la mitad de los asientos, entre otras razones porque la publicidad de las instancias culturales encargadas de ella fue casi nula, avara, displicente) deberá esperar otros 29 años para volver a ver Manon Lescaut con la CNO? ¿Será posible arrendarla a teatros o compañías internacionales para amortizar los gastos de su diseño y elaboración? Ése es, sin duda, un gran reto que podría plantearse.

De la dirección concertadora se encargó la batuta del italiano, viejo conocido en México, Guido Maria Guida, quien concibió la obra casi wagnerianamente, acaso por los leitmotiven presentes en la partitura de Puccini, pero sobre todo por el manar fluido y constante de las melodías que dan una riqueza particular en el colorido orquestal. El trabajo de Guida fue detallado, pero también se vio afectado por la acústica del recinto. El sonido, seco y sordo, más que esparcirse por la sala, se fue hacia arriba del foso, creando como una invertida cascada sonora a través de la que tenía que proyectarse (o estrellarse) la voz de los cantantes. Lástima.

Y lastima. Porque la limitada Temporada 2008 de la CNO, de momento, sólo continuará con una versión en concierto de Edgar, igual de Puccini, en la Sala Nezahualcóyotl. Quizá, antes, se pueda hacer también un Elíxir de amor de Donizetti u otro título alternativo a los cancelados, pero eso está en veremos, dadas las circunstancias expuestas. Por eso, para los operófagos capitalinos el panorama es más desértico que para Manon y Des Grieux en el cuarto acto. Agua, por favor. Aunque sea de un espejismo.

3 comments:

  1. Excelente crítica, mi estimado Noé. Me da gusto una vez más ser testigo de esa tremenda fuerza de pensamiento que te ha caracterizado siempre. Un fuerte abrazo,
    Beno.

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  2. Me encanto esta crítica. ya la mande a los OPERÓPATAS con este comentario:
    Nos encontramos en el Blog de José Noé Mercado
    este texto crítico y reflexivo. Escrito con prosa elegante
    y brillante redacción que agradecemos en una época
    de descuido literario. Celebramos que Mercado siga
    el estilo clásico del buen decir adornado de los recursos
    posmodernos que lo distinguen como maestro de su arte.
    Fondo y forma hermanados. Concepto y contenido.

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  3. gracias, estimado beno x tu comentario tan generoso como siempre. recibe un abrazo.

    gracias, manuel x tomarte la molestia de haber enviado la versión beta de esta crítica.

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