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miércoles, octubre 08, 2008
Poco ya es mucho: Rigoletto en el Teatro de la Ciudad
A continuación, posteo mi reseña-crítica de Rigoletto en el coloso de Donceles. O lo que queda de él. Eso.
Poco ya es mucho: Rigoletto en el Teatro de la Ciudad
x José Noé Mercado
México, DeEfe, 6 de octubre. 20:18. La función de Rigoletto no iniciaba. Debió empezar, según la cita, a las 20 en punto. El público fue numeroso. Digamos unas mil personas, lo que no es despreciable para ser un lunes laboral y los precios de los tickets, que costaron entre 1200 y 450 pesos. No hubo supertitulaje —y, por el ritmo fluido de la escena, lo entretenido, tampoco se echaría de menos—. Sí, en cambio, bocinas en las alturas, porque el espectáculo se sonorizó de manera casi imperceptible. O imperceptible. Es la norma, siempre se hace así en el Teatro de la Ciudad. Aunque a veces se disimule.
Por fin se dio la tercera llamada, con 25 minutos de retraso.
La Orquesta de la Ópera de Moscú, bajo la batuta de Yaroslav Tkalenko, sonó ligera en tiempos desde la nota inicial. El sonido fue agradable. Pulido. Transparente, con idea verdiana. La primera escena fue enfática en lo teatral y, bajo esa premisa, la propuesta del director Ivan Popovsky continuó así durante toda la función. Desde ese momento, quedó claro que para la Compañía Galina Vishnevskaya: Opera Centre de Moscú, la ópera es teatro. Y música. Puesto que lo que se ve en el escenario: una serie de cortesanos decadentes y caricaturescos, moviéndose como títeres del Duque de Mantua en un bello cuadro plástico, se dispone a partir de la música, sin descuidar el libreto. Suena lógico. Pero, para como a veces se hacen las cosas en México líricamente hablando, hacer lo lógico mucho tiene también de raro y novedoso.
Eso es algo que sorprende: que una compañía de mediano nivel en talentos, pero grande en esfuerzo, en preparación, en trabajo, venga desde Rusia a mostrar en un país como el nuestro, supuestamente inscrito en la tradición operística —whatever that means—, cómo se puede hacer ópera bien, sin contar con tantos recursos, pero más ocupados en las tablas y el resultado que en las falsas pretensiones y el qué dirán.
Aunque claro: para sorprenderse y, más aún, para aprender cómo se pueden hacer las cosas, es necesaria la humildad y no sé si esa flor crezca con abundancia en México, entre nuestras instituciones artísticas--culturales. Tal vez sí. O quizás no. Porque, para empezar, podríamos darnos cuenta que la escenografía es un recurso para ubicarnos en el contexto de la trama, ni más ni menos, y para diseñarla es más importante la imaginación, la creatividad, que el dinero.
En esta puesta en escena de Rigoletto, la escenografía de Alla Kozhenkova no fue más allá de grandes racks (esos coche-armazones donde se cuelga vestuario y mil cosas más) forrados a cada lado con contornos que sugerían un castillo, un edificio, y así, según el momento y el giro que aprovechando las rueditas los mismos cortesanos les daban. Una solución simple, honesta y válida. Funcional. Eficaz, a la par que el vestuario, también diseñado por Kozhenkova. Todo, además, con la iluminación de Vladislav Frolov, tan sencilla como efectiva. Relevante, en ese sentido, porque se dispuso, igual que ciertos detalles que son teatro, para subrayar la trama: por ejemplo, el balanceo corporal de los cantantes sobre su propio centro de gravedad combinados con efectos lumínicos, movimientos de manos, intención determinada al caminar.
A simple vista, el aspecto vocal podría parecer otro punto débil de la producción. Pero no es así. Porque los cantantes conocen sus roles y son musicales, cumplidos, más que enormes talentos de la voz. Y cuenta más su realidad que su potencial o no, ya que éste no es raro que en materia artística se quede sólo en eso. Y la realidad es que en esta función los participantes cantaron, con la menor o mayor técnica, calidad o belleza que su estudio o instrumento les permite, de manera incuestionable respecto a las exigencias de la partitura, con la solidez y experiencia que acumulan por el solo hecho de pertenecer a una compañía en activo.
Muy probablemente, el barítono Boris Statsenko no sea el mejor Rigoletto de la historia, ni del momento, siquiera. De acuerdo. Pero la noche del lunes fue un Rigoletto humano, solitario, convincente, al público que aplaudiría de pie al final de la función por más de 10 minutos no le quedó duda de ello. Incluso si consideramos esa dicción tan de camarrada que mostró. Lo mismo puede decirse del tenor Oleg Dolgov, como el Duque de Mantua, quien es cierto que se revolvió en técnica y facultad para poder salir adelante, pero de que lo hizo a su modo, lo hizo. Los bajos Nikolay Anisimov (Monterone) y Evgeny Plekhanov (Sparafucile) y la mezzosoprano Kristina Fush (una sensual Maddalena), lo único que requieren en su interpretación, quizás, es mayor edad y lo que ello significa en color vocal, pero eso llegará justamente con el tiempo.
Pero, si todo lo anteriormente expuesto no fuera suficiente para que este Rigoletto haya valido el boleto y mucho, mucho más que eso, reservamos la cereza irrefutable del pastel para el final. Ya algunos amigos de Ciudad Juárez, Chihuahua, y Monterrey, Nuevo León, dos de las varias ciudades donde se presentó esta producción antes que en el DeEfe, me habían hablado de las cualidades de la soprano Irina Dubrovskaya.
Bien, pues todo comentario previo se quedó corto.
Irina Dubrovskaya, 27 años de edad, fue más que un descubrimiento, una real epifanía. Sin venir precedida por un aparato marketinguero, sin la apabullante publicidad de las grandes divas-divis (Duvrovskaya, por ejemplo, ni siquiera está en You Tube), esta cantante es, lejos, la mejor soprano que haya cantado en México en años. Que fuera parte de esta compañía para nada espectacular, y en muchos sentidos modesta, en algo nos recordó, no interpretando Shakespeare sino Verdi, el arte de Sibyl Vane (leer-releer El retrato de Dorian Gray cuando recién aparece el personaje, después ya no).
Irina Dubrovskaya (hay que repetir su nombre y aprenderlo) fue Gilda. No una Gilda cualquiera, sino la ideal. Una de ensueño, imbatible. Con una redondeada voz de lírico-ligero que —a falta de otro adjetivo— debemos referir hermosa, con una bella presencia escénica, con una actuación conmovedora. Ella sí con una técnica sobresaliente, exquisitez en su canto y buen gusto interpretativo, con coloraturas vertiginosas, agudos solares, cuidada dicción, Dubrovskaya re-develó al público nacional que el canto es para quien lo escucha, sobre todo, verdad estética y placer.
Cuán deseable sería que nuestras autoridades líricas la hayan ubicado. Y pronto los operófagos mexicanos pudiéramos disfrutar de esta cantante, así en plenitud, ya no por una gira como ésta en la que tocó suelo nacional por cosas del destino, sino por invitaciones expresas para Lucias, Julietas, Ofelias, Maries,Violetas, y todo ese repertorio que le viene tan bien a su voz y su voz a esas partituras. Claro que para eso primero deberíamos tener, uno, autoridades líricas, y dos, algo no menor, ópera.
En rigor por lo dicho, aun cuando fuera por presenciar la sola participación de Irina Dubrovskaya, soprano con calidad suficiente para brillar en cualquier teatro del mundo, este Rigoletto fue altamente revelador para el público mexicano. No sólo porque demostró a los asistentes que la ópera es para disfrutarse, lo que a veces, por lo visto, se nos olvida, sino porque enseñó que puede hacerse de otra manera, con alternativas. Sin tantas broncas de todo tipo. Quizá los asistentes al Teatro de la Ciudad nos mojamos con muy poco, pero en un panorama líricamente desértico (¿acaso no terminó Manon Lescaut en un desierto?) poco ya es mucho. Harto. Asaz.
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Hola José Noé, me da gusto que hayas compartido nuestro entusiasmo por Irina Dubrovskaya. Hacemos votos por verla en escenarios de primera.
ResponderEliminarEn general concordamos con la presentación de los rusos. Tal vez muestras un mayor entusiasmo que yo y quizá esto sea debido a que en Ciudad de México cantaron otro Duque y otro Rigoletto.
Noé: Muchas gracias por tu crítica objetiva y tu maravilloso sentido literario. Además -debo ser sincero-, disfruto muchísimo los "buscapiés" a tan pedantes y abotagados oficinistas de la "cultura".
ResponderEliminarUn abrazo y lo mejor,
Benito.
Estupenda tu crítica, de puro detallada y bien hecha ya me parece que estuve en el teatro viendo ese Rigoletto. Además ahora ya sé que no se me puede olvidar este nombre: Irina Dubrovskaya. Por si acaso. Por fortuna no paran de salir cantantes rusas con voces exquisitas y excelente preparación.
ResponderEliminarGracias por tu magnifico comentario!
María
ricardo: sí, veo que coincidimos en lo esencial. la dubrovskaya valió la gira.
ResponderEliminarbeno: un gusto leer tus comentarios, siempre tan gentiles y humanos. y sí: los burócratas de la cultura están abotagados y lo peor es que se envisten de pedantería insoportable para una sociedad que necesita instituciones de arte-cultura ágiles, prácticas, que respondan a los tiempos.
maría: un gusto. es como si hubieras estado por acá, entonces. sí, los rusos dando de qué hablar. la dubrovskaya fue el apellido a seguir en esta gira.
un gran saludo y abrazo a los tres y gracias por su presencia en este blog.
Qué una ópera de mediano alcance nos llene de alegría es sintomático de la avidez que nos ha impuesto el ayuno y la abstinencia operáticas a que nos tienen sometidos tan pedantes, rimbombantes, truculentas pero sobre todo ineficaces funcionarios del a cultura encabezados por el nefasto Sergio Vela quien salió de la ópera a las "altas esferas" de la administración pública federal. Convertido en "funcionarazo del gabinetazo" olvidó su origen y quienes tan bien debía conocer. Los cantantes deben buscar otras fuentes de trabajo pues el modelo gubernamental está totalmente acabado. El "Rigolettito" devenido "Rigolettote" vino solo a hacer más notoria la evidencia fatal. Parecemos enamorados despechados anhelando los favoras de la amada desdeñosa. Dejemonos de mariconadas. Algo tenemos que hacer.
ResponderEliminarhola, me gustan mucho tus escritos; concidero que haces unas muy acertadas criticas.
ResponderEliminarEse dia que se presento Rigoletto en la primera funcion; estuve ahi y me parecio (no estoy segura) haber escuchado que al tenor que represento al Duque se le salio un "gallo"...no se si notaste algo parecido. Me gustaria tu respuesta para salir de dudas.
En verdad gracias por tus criticas porque a gente que no sabe mucho y solo critica por lo que escucho (como yo) nos ayuda mucho una opinión mas que nada para irnos guiando y asi conocer una buena critica.
un abrazo, mariel
me puedes escribir (si quieres y si tienes tiempo) a: marielscompany@gmail.com
Well written article.
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