UPDATED: Por estos días, Alberto Fuguet visita México. Estuvo en el Hay Festival of Literature an the Arts de Zacatecas hablando de libros y cine. Igual presentó Velódromo, su nuevo largo. Y ahora anda en DeEfe, para promocionar Missing, su más reciente libro-investigación, publicado por Alfaguara Chile en 2009, y que ya llegó a nuestro país. Hace unos tres meses, en avanzada, escribí sobre ese libro. Creo que viene bien repostear el texto. Aquí va.
Hoy publiqué un texto en el periódico Excélsior sobre el libro Missing de Alberto Fuguet. Como lector, siempre me entusiasma que el autor se la juegue con un tema que le afecte. Eso garantiza cercanía, involucramiento y, de alguna forma, uno siente que ha valido la pena leerlo. Que no se desperdició tiempo, esfuerzo, ni dinero. Fuguet aquí se la juega, con un auténtico tour de force que como lector no puede más que leerse con avidez y al final agradecerse. Bien. Eso. Coloco el texto a continuación.
Excélsior 20-abril-2010
Fuguet narra de verdad
x José Noé Mercado
En la entidad narrativa del escritor y cineasta chileno, Alberto Fuguet, se distinguen temas que se le volvieron obsesiones y fuente de creación, desde sus primeras obras. La fascinación por la oveja negra, por la persona que se pierde, que se sale del camino y se va en aras de encontrar su lugar en el mundo, es una de las más fuguetianas y está presente en Missing (Alfaguara, 386 pp.), su más reciente libro, que en julio llegará a México.
Novela de no ficción o documental por escrito, Missing muestra en funcionamiento la cantera y la maquinaria creativa de Alberto Fuguet, quien aparece como personaje en este libro y a través de su narración convierte a su familia, con nombres y apellidos reales, en protagonista de una saga emocionalmente intensa y conmovedora.
La desaparición de uno de sus tíos es el punto de partida de esta historia, que su sobrino, Alberto, describe así: “En 1986 mi tío Carlos Patricio Fuguet García se esfumó de la faz de la tierra, desde la ciudad de Baltimore, en el estado de Maryland, Estados Unidos, lejos de su Santiago de Chile natal. Simplemente dejó de llamar por teléfono y las cartas comenzaron a ser devueltas…”.
Los padres de Carlos y sus dos hermanos se habían trasladado a los Estados Unidos de los 60. La posición socioeconómica de la familia en Chile se había venido a pique. “Mi abuelo”, explica Alberto, “era un resentido, un atado de frustraciones, un inseguro lleno de miedos y celos y egoísmos”. Estaba preocupado por el qué dirán y una vez, luego de que perteneció incluso al Stadio Italiano, fue abordado en su taxi por una pariente. La evidencia de ser taxista lo rebasó y partió con el sueño americano en la mente hacia Estados Unidos.
El trasplante, sin embargo, produjo un shock en Carlos, en su naturaleza. Fue llamado al servicio militar, no para combatir en Vietnam, como su hermano Javier, pero sí para estar en una base en Waco, Texas, lo que quizás lo dañó más, porque entró en contacto con el trasnochado ambiente borderline, en la frontera con México. Después se casó con una gringa de piernas largas, aunque no por mucho tiempo. Comenzó a tener problemas con la ley, estuvo preso un par de ocasiones y se volvió un aventurero padrote que lo mismo paseaba en Cadillac, se amanecía en bares de bajo mundo o partía a gastar dinero de desfalcos a Las Vegas.
“Carlos”, dice su sobrino Alberto, “comenzó a vivir uno de los mitos americanos más enraizados. Es decir, la idea de no tener raíces, de andar como rolling stone, de que el camino es tu verdadera casa, de que nunca tienes que anclarte a nadie. Mi tío se transformó en el más americano de mi familia, justamente porque no cumplió jamás el sueño latinoamericano del inmigrante, que me parece una ruleta rusa porque si bien mucha gente gana en ella, aquellos más débiles, la mayoría, pierde. Y pierde mucho”.
Carlos se perdió. “No quería ojos conocidos mirándolo u opinando”, considera Alberto. “Deja de molestarnos, deja de existir. No existes para mí. Sólo me has traído problemas. No queremos verte nunca más. No me interesa que seas hijo mío”, le dijo vía telefónica Jaime Pedro Fuguet Jover a Carlos, quien sencillamente obedeció.
“En ese momento, Carlos desaparece del mapa”, detalla Alberto, “lo fascinante es que en mi familia nadie lo buscó. Era como decir: por qué vamos a andar buscándolo, si ya jodió demasiado. Ahí es cuando consideré que yo podría entrar en esta historia. Ahí, digamos en 2003, inicia mi investigación como periodista y escritor. Consideré que a mí me tocaba buscarlo, real y literariamente. Cualquiera que fuese el resultado: si aparecía muerto, preso, en una secta de mormones o dueño de un imperio porno en el valle de San Fernando, el resultado sería satisfactorio. Habría libro igual”.
En efecto, Alberto Fuguet aparece en Missing como detective, pero no uno salvaje. Se transforma, más bien, en un investigador minucioso y sensible que desentraña los hilos de su familia y de él mismo. Como personaje, es motivado por la admiración y el aprendizaje de una vida que no tuvo, pero que pudo tener y por eso termina comprendiéndola a modo de exorcismo.
Pero es como narrador que Alberto Fuguet será recordado en Missing. Con una escritura resuelta y provocativa que encuentra una sobredosis de matices en sus personajes y circunstancias. Con una prosa ágil y una estructura que en su reflejo de libertad en buena parte del libro aparece con letra minúscula y ni siquiera llena la página, Missing contiene emociones y tempestades, pero se mantiene bajo control absoluto del autor. Desde luego, para saber el resultado y los detalles de la investigación hay que leer el libro. Aunque sería impreciso decir que Alberto Fuguet encontró a su tío. En rigor, quienes lo encuentran son los lectores de Missing.
Alberto Fuguet siempre interesante. Allá es Oveja Negra acá es Oveja desacarriada y a diferencia de ello, no es una ausencia como la maneja Fuguet, es mas bien un valemadrismo, aquel personaje que dentro de la institución familiar se caracteriza por ser un apático, flojo, borracho y demás adjetivos que ocurran. Inlcuso, en algún momento he sido testigo de que las Ovejas descarriadas llegan o suelen tener aspiraciones literarias y/o artísticas e infinitamente viene el caos y la perdición o abandono de la persona, punto al que se llega o llegó el chileno AF.
ResponderEliminarDe cualquier forma, es interesante la publicación en Excelsior y más que más, por ser escrita por Noé, seguidor de AF. Aunque de cierto, sea Tinta roja lo que mejor he abordado de Fuguet, además de un plato de camarones al mojo de ajo.
Saludos.
Luis e Dávila