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lunes, julio 05, 2010

Antes de medianoche: La Cenicienta en el Cenart

Fotos: INBA

Para quienes me han dicho que en las recientes semanas sólo estaba inmerso en comentar la justa mundialista, y para quienes amablemente siempre se interesan en mis textos, aquí dejo lo que escribí sobre La Cenerentola de la CNO en el Centro Nacional de las Artes, y que se publicó hoy en el periódico El Financiero.

Y sí. En efecto. No he visto los 60 partidos de la Copa Mundial de Futbol Sudáfrica 2010 jugados hasta el momento, pero casi. Aún quedan 4 encuentros. Martes y miércoles vendrán las semifinales. Veamos qué ocurre. Ojalá una final Holanda - Alemania, que gane el equipo de Joachim Löw. Pero igual he craneado varios textos en estos días sobre varios temas. Sobre lo operístico, lo que escribí sobre Ópera Prima, pronto. Mientras esto.

Eso.






La Cenicienta
Lunes 5 de julio de 2010
Antes de medianoche
x José Noé Mercado


La ópera en México se volvió un cuento de hadas: el de La Cenicienta. Esta vez no porque la Compañía Nacional de Ópera (CNO) haya sido tantas veces la hermana maltratada de entre las instancias culturales de nuestro país: sin teatro, con presupuesto insuficiente y tardío. Tampoco por su toque de irrealidad y farsa por el que se escurren títulos largamente planeados y jamás presentados. Ni siquiera porque haya para quien esta institución esté muerta, cuando acaso más bien espera al príncipe azul que cambie su circunstancia.

Lo fue porque los pasados 13, 15, 17 y 20 de junio, en el Teatro de las Artes, la CNO presentó La Cenerentola de Gioachino Rossini, en una nueva producción en la que Juliana Faesler se encargó de la dirección de escena, iluminación y en escenografía compartió créditos con Moza Saracho, quien igual diseñó el vestuario.

Se trató de una propuesta refrescante, porque si bien es una ópera del repertorio belcantista tradicional, se distinguió por salir de la rutina y de las machacadas opciones que suelen configurar las temporadas líricas en México.

Sin dejar de percibir, no obstante, lo que parecería fuerte influencia de otras producciones en la puesta en escena, como la de Joan Font para el Liceo de Barcelona, en la que unos ratones lubrican las acciones al tiempo que son “el cojín emocional que acompaña a La Cenicienta”, en palabras del director artístico de Els Comediants. En región 4 en el Teatro de las Artes, y sin vestir de verde en saludable ignorancia de tiempos futboleros, estos ratones se dispusieron para aligerar la obra al público infantil, pero de tanto se volvieron hiperlactantes y más que acompañar existencialmente a la protagonista distrajeron el foco escénico a lo clown todo el rato.


La mezzosoprano Guadalupe Paz debutó en un protagónico, el de Angelina. Su Cenicienta contó con bellas tonalidades oscuras, aunque algo disparejas. El instrumento vocal de Paz no maneja un vibrato adecuado para hacer correr el sonido por el teatro y a ratos se atora o se opaca, dificultándole las coloraturas o haciéndola abandonar el belcantismo y caer en la estridencia. Histriónicamente aún no encuentra suficiente soltura y no permitió olvidar que estaba debutando.

El bajo Noé Colín, con la experiencia de cantar durante varios años en teatros europeos, hizo de Don Magnifico un adjetivo para su desempeño. Gracioso y creíble, es una de nuestras voces graves más importantes a nivel internacional. No se quedó atrás el barítono Josué Cerón, como Dandini. Su “Come un’ape nei giorni d’aprile” fue prueba depurada de línea de canto, flexibilidad vocal y estudiado estilo belcantista.

El tenor colombiano Hans Ever Mogollón cumplió en su papel de Don Ramiro. No se trata de un heroico rossiniano a la usanza florezina, pero cantó con dignidad, incluso cuando se le disfrazó ridículamente de arbusto de osito. El elenco fue completado con buena factura por el Alidoro del bajo Luis Rodarte, la mezzo Gabriela Thierry como Tisbe y la Clorinda de Zaira Soria, joven soprano que dejó grata impresión escénica y vocal.

Al frente de la Orquesta y el Coro del Teatro de Bellas Artes (con dinámico trazo impuesto por Faesler y notable participación preparada por Maurizio Baldín), el francés Sébastien Rouland brindó una continuidad musical ágil, propicia para Rossini, y dio soporte eficiente a los solistas al entender sus tiempos.

Esta Cenerentola tiene un balance positivo y deja la impresión de que no es tan difícil alcanzar un nivel mínimo aceptable en lo que presenta la CNO. Pero quizás ese parecer fue sólo porque al término de las funciones aún era antes de medianoche, puesto que la calabaza seguirá ahí. Al revisar lo escaso que será este arte para lo que resta del año, la sensación de que se romperá el encanto no desaparece y ningún príncipe da color aún. En todo caso, con hadas o sin hadas, el único final feliz y aceptable será que la ópera en México deje de ser un cuento.

2 comentarios:

  1. Hey, Noé! Cómo estás? Ya tiene rato que no visitaba tu blog.

    Siempre me han gustado tus textos. Son reseñas, críticas, columnas de opinión y además bien escritas, agradables, todo en uno. Un abrazo.

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  2. josé noé21:12

    hola césar
    siempre grato recibir tu comentario
    qué bueno que visites el blog. no dejes de hacerlo más seguido.
    un abrazo

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