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lunes, mayo 21, 2007

L´Orfeo en Bellas Artes


Posteo mi crítica sobre lo ocurrido en BA, con la ópera L´Orfeo de Monteverdi.

Cierto crítico súper fandom, profundamente digerati y friki, q a veces se desboca pero a veces acierta en sus palabras, se regocijó pronunciando un estribillo x todas partes al salir del Teatro del Palacio de BA, q me parece afortunado, desafortunadamente para los operófagos: "Orfeo, Orfeo, ay, qué feo".

Quizá todas las críticas, las serias, pudieron partir de esta premisa, lo q es un tache unánime, o casi, para la CNO. Lástima. Va:


L´Orfeo en Bellas Artes
Por José Noé Mercado

Un llano comparativo: mientras en el béisbol un pitcher casi de inmediato es reconvenido —o relevado previa reunión en el montículo—, cuando no atina a pasar ninguna bola por la zona de strike o bien porque los bateadores agarran a palos sus envíos, en la Compañía Nacional de Ópera no ocurre nada si su lanzador, o equivalente, envía bolas que poco tienen que ver con la ópera (oratorio Cristo en el Monte de los Olivos), o sí, mucho: pero a medias (L´Orfeo sin puesta en escena), causando todo tipo de decepciones y enfados en el ambiente lírico cercano a Bellas Artes, así sea en sectores de la misma comunidad artística, en el público, o en la crítica especializada.

Esta reflexión se desprende luego de la decisión de la CNO, encabezada por José Areán, de presentar en concierto, a cuatrocientos años de su estreno como obra y casi surgimiento como género operístico, la fábula en música L´Orfeo de Claudio Monteverdi (aunque en la versión libre, muy libre y por tanto adulterada, de Ottorino Respighi), los pasados 6, 8 y 13 de mayo, en el Teatro del Palacio de Bellas Artes.

Más allá de la curiosa forma de celebrar o recordar o conmemorar el nacimiento de esta partitura y en buena medida de la ópera misma (¿por qué no presentar, sencillamente, la versión original de Monteverdi, si incluso Areán ya había prometido a algunas personas en privado traer la producción que recientemente se escenificó en Guadalajara, Jalisco, bajo la dirección musical de Horacio Franco aun cuando la puesta en escena no le convenció del todo?), el inicio de la actual administración de la CNO se ha caracterizado por su tono francamente grisáceo en el que no se ha presentado ópera o no como Dios manda. Explico la frase:

El publico que asistió a esta serie de presentaciones de L´Orfeo, además de encontrarse con una tediosa versión de concierto que precisamente desvinculó aquello que Monteverdi y poco antes que él la Camerata Florentina unió haciendo surgir la ópera, es decir el teatro con la música, padeció, en general, una interpretación vocal sosa, entubada y estreñida (¿ése habrá sido el estilo que creyeron requería la partitura?), y musicalmente pesada, gruesa, de aburrición notable en la gente, mucha, que no pudo soportarla y se quedó dormida en su butaca para envidia de los que seguían en vigilia o de quienes de plano padecen insomnio.

Nuevamente hubo que cuidarse en Bellas Artes de los cabezazos de los durmientes, un espectáculo por demás triste y cuestionable, o que debería ser cuestionable: ¿Para eso se hace ópera? ¿Está bien hecha, es válida, cuando no es siquiera capaz de entretener a quien la presencia? Suponemos que no, pues de lo contrario no hubiese llegado a su cuarto siglo de vida. ¿No es la ópera, justamente, el espectáculo sin límites? Sí, lo es. O casi. Pero, quizá, lo que pasa es que, parodiando el título de la novela de Kundera, “la ópera está en otra parte”.

Si bien puede reconocerse que casi todos los cantantes cumplieron sus roles con compromiso, muchos no pasaron de ello: de cantar por puro compromiso. El barítono Jorge Lagunes, como Orfeo, por ejemplo, se anunció enfermo y así se le escuchó (lo cual siendo el protagonista no es poco lamentable: como unos quince años sin quinceañera), mientras que artistas como la mezzosoprano Carla López Speziale (La música, La esperanza, Pastor II), el tenor Octavio Arévalo (Pastor I) o los también barítonos Josué Cerón (Pastor III) y Guillermo Ruiz (Caronte, Plutone, Espíritu IV), requerían del teatro, de la proyección escénica de la palabra, y de los recursos que se pueden utilizar como forma de expresión en ella, para poder ya no digamos exponer su arte, sino, al menos, salir del letargo en que cayó, o del que más bien nunca salió, la ejecución de este L´Orfeo.

Dos intérpretes deben, sin embargo, destacarse puntualmente. En primer sitio el tenor Óscar de la Torre (Apolo, Espíritu III), por su entrega y enjundia, por asumir que aún los breves roles pueden cantarse con pundonor artístico apreciable. Y, en segundo, la mezzosoprano Belem Rodríguez (Silvia, Mensajera, Espíritu II, Pastor IV), quien dio prueba de una emisión cuidada, de un buen manejo técnico de su instrumento y de canto bello, lo que no fue poco en el contexto de estas funciones.

Al frente del Coro (preparado por Pablo Varela) y la Orquesta del Teatro de Bellas Artes, Guido Maria Guida volvió a demostrar que es un wagneriano reconocido.

Independientemente de que, quizá, la cuenta para Areán (si ahora lo viéramos como bateador y no como pitcher, y considerando que Marina aún fue despachada por su antecesor Raúl Falcó) es un strike (Cristo en el Monte de los Olivos), y un foul (este L´Orfeo: porque sin escena el batazo no cae en fair ball, ¿o sí?), es decir dos strikes, al término de estas presentaciones no faltó, fue legítimo y lógico, quien preguntara por Monteverdi y por el género operístico: ¿y dónde quedaron, pues, los festejados? Nadie sabe, nadie supo. Tal vez no fueron convocados en realidad, pero ojalá que ahora que nos colonicen (con las producciones que traerán del Colón de Buenos Aires), el director de la CNO pueda, si no batear home run, al menos dar un toque de bola, que lo ponga a salvo, aunque sea momentáneamente, del ponche.

1 comentario:

  1. "ORFEO" de Claudio Monteverdi en el teatro de bellas artes,México.
    “L’ORFEO” de Claudio Monteverdi.
    Teatro de Bellas Artes.
    México DF. domingo 13 de mayo de 2007.
    Por Manuel Yrízar.

    Lazarito de mi vida y de mi corazón:
    Necio como soy (Manuel y Mula festejan su santo el mismo día)
    nada más me sueltan la rienda un poquito y... ¡patitas pa’ que las quiero¡ Así que mi primera salida a
    casi un mes del Roberto (madrazo) que me puse en el pie el día de mi metida de pata (otra más, ay, de tantas)
    quise verlo y oírlo con mis propios ojos y oídos: "L'ORFEO" de Claudio Monteverdi versión Ottorino Resphigi.
    “A las cinco en punto de la tarde… llora García Lorca la muerte de su amigo torero Sánchez Mejía.
    “Eran las cinco en punto de la tarde.. Y nosotros lloramos la muerte de Euridice.
    Tal vez por esa muerte de la bellísima esposa del cantor Orfeo era que todos salieron de negro. Enlutados. Fúnebres.
    El escenario del foro del Teatro de Bellas Artes se fue poblando de negras apariciones que entraban a ocupar sus sillas
    puestas frente a nosotros para encararnos cariacontecidos y solemnísimos. Eran los cantantes del coro, hombres y mujeres
    de negro con sus negros trapos y sus forradas de negro partituras funerales. Luto, mucho luto como si alguien hubiera
    muerto. Más enlutados había ahí arriba que en las salas de la funeraria Gayosso. Y de arriba veían al respetable.
    Un poco de color no hubiera estado de más. Pero solo la guapa mezzosoprano Carla lleva un vestido azul.
    Luego otra guapa de la misma cuerda sacaría uno naranja. Era Belem Rodríguez que mucho nos encanta su voz de mezzo.
    Por fin vemos brillar una calva querida y conocida: Guido María Guida aparece en el foso cosa que mucho agradecemos.
    Un acierto meter a los queridos maestros músicos pues para trajecitos y vestiditos negros ya muchos tenemos arriba.
    La batuta del italiano vecino de Torino (Turín) da la entrada a la TOCCATA y ya el sonido nos desconcierta.
    No conocíamos la "Intervención" o "trascripción o realización libre" que hizo de la partitura del XVI con lenguaje
    postromántico, postwagneriano, del también italiano Resphigi en el XX. Sonaba distinto. Era diferente ese sonido.
    En la nota al programa Brennan plantea el asunto. "Reacción mixta...contradictoria" ha tenido la crítica sobre ello.
    Acostumbrado a oír a Claudio Monteverdi en versiones antiguas el nuevo color de la paleta orquestal, la mayor dotación
    y la particular manera de orquestar, el ESTILO distinto, diverso, diferente, nos sorprende. Música renacentista sonando
    romántica. Un amigo nos decía: "No me gusta. Es como si le pusieran gruesas pinceladas de óleo a una acuarela." Eso dijo.
    A mi me causó extrañeza.
    Lo que sentía era que la música del "Maestro di Capella della Serenissima Republica" que fuera " Rapresentata in Mantova
    L'Anno 1607" sonaba como si la hubieran "agrandado" artificial o artificiosamente por decir lo menos. Amplificada en tamaño
    pero, tal vez, disminuida en su esencia original. Como si el sonido de una "orquestita" quisiéramos oírlo como "orquestota".
    No por ponerle ropa a la ninfa parecerá más bella que desnuda.
    A mi, lo confieso, me gusta más la versión con dotación reducida con una orquesta de cámara. Tal vez sea la costumbre.
    Lo que si considero imperdonable es que no se haya puesto en escena.
    Esta "FAVOLA IN MUSICA" es ópera porque esa acción dramática fue pensada para ser "RAPRESENTATA".
    La música es música teatral.
    No funciona de otra manera.
    Su esencia se desvirtúa.
    Aunado al desequilibrio que una música agigantada tal vez pretenciosamente hace que una desproporcionada masa orquestal
    tape a las voces que "cantan" como pastores o ninfas, o dioses o semidioses, más cercanos a la atmósfera de un laúd o de una flauta
    de pico que a sonoridades postwagnerianas. Orfeo tocaba su lira al bajar al averno a buscar a su perdida Euridice y el resultado
    sonoro es como el de Sigfrido penetrando en el círculo de fuego para despertar a Brunilda. Acción sobredimensionada.
    Y como no hay nada en la escena que dé cierto balance teatral al suceso dramático, si en el escenario solo vemos
    a fúnebres cantantes mal vestidos de corbatín y traje negro, si Orfeo bebe su botellita de agua electropura y sube y baja
    el atril, se para y se sienta en el mismo lugar fijo, y la Música, los pastores, la esperanza, la mensajera, Caronte,
    Proserpina, Plutón, Eco, los Espíritus, y el mismísimo Apollo, son suplidos visualmente por asustadizos cantantes que tiesos
    pajarean para ver la partitura, que suben y bajan del coro, no sabemos porque razón, si toda esta parafernalia de seres mitológicos
    entrañables son nuestros queridos conocidos Jorge, Carlos, Oscar, Guillermo, si son nuestras admiradas Lucía, Alba, Mayte o Carla
    vestidos más para un entierro o rito fúnebre. Si en lugar de ver aparecer a los Espíritus infernales vemos al coro del teatro
    con caras de coro del teatro todo encantamiento desaparece. Se vuelve una parodia. Una grotesca caricatura mal pintada.
    Por mucha música rimbombante que escucháramos, por mucho canto garigoleado que oyéramos, (que no era el caso),
    por mucho que cerráramos los ojos tratando de imaginar a Plutón conmovido por la súplica de Proserpina, lo que "pasaba"
    arriba del escenario, no pasaba absolutamente nada, todo lo desmentían. El aburrimiento era abominable. Bostezo.
    Al salir del teatro comentaba un amigo de lucidez impresionante que el luto con que vestían todos era explicable.
    No era a Euridice la muerta a quien llorábamos. Era a la ópera de México a quien habíamos matado.

    Manuel Yrízar.

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