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viernes, septiembre 28, 2007

Música visible



Posteo el texto con el que participé en la mesa redonda Música visible, realizada ayer, jueves 27, en la Galería Lourdes Sosa, en el marco de la exposición Con ojos oír finezas de amor, ópera pintada, de Otto Cázares, quien igual integró la mesa junto a Mario Marín y Ulises García. Va:


Música visible
Por José Noé Mercado

UNO Cuando Otto Cázares me invitó con gentileza para participar en esta mesa redonda con el tema de música visible, me pareció casi una invitación para dar forma a una vieja teoría, acaso ocurrencia, que ya algún día había rondado por mi mente. Era, desde entonces, una idea quizá descabellada, radical, absurda y condicionada por mi fascinación por las letras. Sobra decir que esos inconvenientes fueron motivos de más para empeñarme en sostener mi teoría, puesto que aventurar una idea sobre lo que ya unánimemente se ha pontificado tiene mucho de oficioso.

¿Y qué postula esa teoría de la que les hablo?, se preguntarán ustedes. Algo sin duda delicado, como para sólo haberme atrevido a exponerlo ante un par de amistades muy cercanas, una de ellas un autodenominado operópata irredento, wagneriano para mayor complicación, que al principio me acusó de absurdo, luego de soñador y finalmente, días después, de haberle dejado el tema acechando su pensamiento por el supuesto sentido que de pronto habían cobrado mis palabras en su forma de concebir la música, el canto y en la ópera como fusión. Aunque pronto volvió a pensar con los oídos, o con las patas, que es con las que un operópata tiene fama de escuchar sus óperas, y recién se arrepintió.

La teoría consiste pues en sospechar que nada existente, imaginado o intuido, puede salirse de la palabra. Todo el mundo, para el ser humano, es palabra, incluida la música. Y si ésta, en última instancia, puede aceptarse en término verbales, necesariamente deberíamos concluir que la música siempre es, siempre ha sido, visible.



DOS Octavio Paz afirmó que sólo existe aquello que es nombrado. Y el arte existe sólo en la medida en que puede nombrar o ser nombrado, a través de sus códigos particulares. El arte, en esencia, es un proceso de comunicación, o al menos su intento. Escribió Paz que “las palabras, frases y exclamaciones que nos arrancan el dolor, el placer o cualquier otro sentimiento, son reducciones del lenguaje a su mero valor efectivo”.

¿Y acaso no sucede lo mismo con una notación musical?

El poeta, según nuestro Premio Nobel, transforma, recrea y purifica el lenguaje y después lo comparte. Y esto mismo, digo yo, sucede también en otras disciplinas de las artes, en la plástica, en lo escénico, en lo musical. Todas tienen su código, su lenguaje de expresión pero, aunque esto suene a sofisma, si no lo podemos traducir a palabras y hacerlo visible, ¿cómo podríamos asirlo?

Los lenguajes aunque distintos en sus códigos, irremediablemente coinciden al final del camino, en su finalidad, si es que pretenden significar y ¿qué significado no es decodificado en el ser humano a través de la verbalización?

Arthur Rimbaud puede ayudarnos a reafirmar esta idea si lo citamos al decir que el hombre que quiere ser poeta comienza por buscar su alma, la examina, la palpa, la comprende. O la incomprende, agregaría yo, pero en todo caso, dice el autor de Una temporada en el infierno, tiene que ser un vidente. Y aquí está la palabra clave: así explore en la locura, en el amor, en el sufrimiento, en el placer, en cualquier idea o sentimiento, tiene que ver, y ve a través de la palabra.

Nuevamente nos referimos al poeta, pero como supongo que lo habrán percibido, en realidad estamos hablando del artista. Puede ser que del músico, intérprete o compositor.


TRES Pablo Picasso decía que, en pintura, buscar no significa nada. Lo importante es encontrar. “El que encuentre algo, sea lo que fuera, aun sin buscarlo”, afirmaba el artista malagueño, “despierta al menos nuestra curiosidad, si no nuestra admiración... Mi objeto al pintar es mostrar lo que he encontrado, no lo que estoy buscando”.

Lo mismo ocurre con el compositor. Porque llegados a este punto creo que es legítimo preguntar: ¿qué es la música? Y, como no creo que deseemos respondernos con idealismos o con poesía, es necesario cuestionar si la música es una serie de notas pintadas sobre el pentagrama. ¿Es acaso la interpretación instrumental o vocal de esas notas? ¿Es el sonido que se produce al decodificar una partitura? ¿O bien, y me decanto por esta opción aun cuando no sea exhaustiva, es lo que ese sonido produce o comunica en nosotros? ¿Y qué podría producir o comunicar si no sentimientos, emociones, ideas o todo cuanto se nos ocurra nombrar como experiencia humana? Y si es así, el amor, el placer, lo marcial, aquello comunicado pues por el compositor ¿no es visible en nosotros, aun cuando la expresión sea de lo más abstracta?

Friedrich Nietzsche, como buen lector de Schopenhauer, afirmaba que la música era el lenguaje más inmediato, más directo, para comunicar las esencias del ser humano y del universo mismo. La abstracción más lograda, sin embargo, no podemos sino figurarla y entenderla a través de palabras que la hagan visible en nuestra mente, y si se me permite la idea, en nuestra percepción y experiencia personal. ¿Qué música no puede verse, entonces? ¿Qué música no tiene un color, un ambiente, una imagen en quien la escucha?

CUATRO Para demostrar lo visible que puede ser la música no hay más que pensar en la música escénica. Y para música escénica: la ópera, que tiene toda la carga visual del teatro y sus elementos: la actuación, la escenografía, el vestuario, el maquillaje, la trama a desarrollar; la carga visual también del canto: la gesticulación del cantante, los colores y registros de la voz, la frase, la palabra que nos remite por necesidad a la imagen, a la imaginación, a lo visible.

CINCO La obra de Otto Cázares, al menos la que integra esta exposición de ópera pintada, me parece que tiene el valor de plasmar la musicalidad de una escena, de una emoción: de un intérprete. Y va más allá: su plástica es capaz de captar que la ópera, en cuanto a drama que se expresa en términos musicales, puede verse. Y que ese género artístico que se observa a través de su pintura se comunica, a fin de cuentas, con el espectador. Es visible, es expresable: es lingüístico.

Es justamente esta impresión que me causó la obra de Otto Cázares, la que me convenció de aventurar ante ustedes este ensayo mínimo que, como todo ensayo bien nacido, no pretende pontificar ni erigir verdades absolutas, sino examinar, probar el valor de la moneda o los metales. O la música y la ópera, y su visible esencia verbal. Muchas gracias.

5 comentarios:

  1. Anónimo18:03

    Mi Queridisimo Don Noe!!
    Esa interesante Teoria de las palabras, es muy cierta, sin embargo existen otras teorias que la complementan y se refieren a que los seres humanos conceptualizamos de diferentes maneras como las imagenes, los sonidos, el movimiento corporal y las emociones.
    Obviamente un escritor, tiene una capacidad mas desarrollada con la palabra. Un pintor con las imagenes y este artista plastico
    ha realizado unas sublimes imagenes en su exposicion, felicidades a ambos!!
    Oscar Tapia

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  2. Anónimo20:05

    Muy bien la pasamos en la exposición de Otto, joven y culto pintor, operópata perdido enloquecido después de oír, claro, a Cecilia Bartoli cantando Vivaldi.
    Egresado de La Esmeralda, de técnica pictórica y alta escuela que se nota sin estridencias en sus lienzos bastante clásicos. Románticos mejor. Pero posmodernos.
    Pintados bien pintados con pincel sabio su arte reúne a la vez aquello que antaño llamaban fondo y forma, continente y contenido. Disfrutamos las imágenes porque nos son familiares pero también por que son extrañas. Como si un día nos encontráramos en un teatro a Don Giovanni convertido en el Papa san Gregorio. Travestido. Un poco triste pero y achispado y bebiendo de la fuente de los pechos maternos la leche edípica que lo purificará, y, tal vez, porque no, lo redimirá.Terminamos cantando a dúo, entonados y con voces bien timbradas como dijera Lázaro Azar en su crítica imaginaria, la escena final el “Dissoluto Punito”, aquella donde Juan no se arrepiente y recibe el merecido castigo del infierno interior. ¿Música visible?
    Pintura audible más bien
    Manuel Yrízar.

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  4. Gracias Oscarello por tu comentario. En efecto, hay diversas teorías sobre la formulación de conceptos en el ser humano. ¿Pero qué no sabemos que no sea a través de la palabra?

    Manuel, buena minireseña de lo de ayer en el marco magnífico de la obra de Otto Cázares. Sólo tengo un pero: yo confío en que Lázaro, ni en una crítica imaginaria, diría eso de tu voz, que siempre será menos peor por escrito que cantada. Y eso ya es conceder demasiado a tu escritura. :P Saludos.

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  5. Anónimo03:01

    Grandísimo José Noé:

    Me permito postear estas palabras en ESCRIBICIONISTA ya que me parece que el pasado 27 la mesa ‘Música Visible’ dejó no pocos temas sin resolver y abrió (a final de cuentas ¿cuál es la verdadera misión de las mesas redondas sino la de construir preguntas colectivamente?) la posibilidad de extender nuestra conversación por otros foros. Por lo tanto se ha creado el espacio musicavisible.blogspot.com donde aparte de aparecer los textos íntegros que conformaron la Mesa, podremos conversar, disentir y polemizar tanto con tu tesis de la Visible Esencia Verbal como con la consigna zoroastrista de Manuel Marín “Destrozarles los oídos para con los ojos, poder oír” ya no digamos con la más que discutible tesis sostenida por mí de que “cuando la vida misma se concibe como un escuchar el canto de cabra es imagen y la cabra sacrificada en este rito es Orfeo”

    Espero que este nuevo espacio se mantenga vivo, echado a andar por tu magnífica ponencia, con las opiniones vertidas por tus lectores y espectadores de pintura y de ópera.
    Gracias a Oscar y a Manuel Yrízar por sus comentarios.
    Saludos

    Otto Cázares

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