Autor de NSFW (No abrir en público): Diez relatos perturbadores (Universo de libros); Apocalipsis zombi (Ediciones B - Penguin Random House); Backstage (Tierra Adentro); y Luneta-2 (Cuadernos de El Financiero).
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lunes, octubre 15, 2007
Blog action day: Tatuajes del solar
Ya es 15 de octubre, Día de acción del blog. Como podrá verse, me sumé a esta iniciativa interesante de que los blogs, de alguna manera, puedan cambiar el mundo, en este caso posteando simultáneamente en la blogósfera, un día, sobre un tema en específico.
En 2007, el tema es el medio ambiente. En realidad se puede abordar el punto desde cualquier perspectiva, desde luego condicionada por cada blog y su autor, con cualquier material de imagen, texto, audio, etcétera, que nos ubique algo en el aspecto medioambiental.
Yo pensé un poco qué postearía para participar. En un principio, me pareció primordial hablar sobre la asfixiante contaminación que se padece en el DeEfe, o bien sobre el tiempo perdido en el tránsito humeante, neurótico, embotellado, de esta ciudad que sigue sin contar con un sistema de transporte público que sea una opción viable para dejar el automóvil en casa, al menos de vez en cuando. Luego pensé en escribir algo sobre la aventura, muchas veces letal, que significa moverse en ese transporte público tan denigrante que tenemos que tolerar los capitalinos, o los que andan por algún motivo en la capital del país.
Al final decidí no molestarme, y molestar a los visitantes de este blog, al hablar de algo que irremediablemente me llevaría a cuestiones políticas. Decidí mejor postear un relato que escribí hace un par de años. No es justo sobre medio ambiente o ecología, pero sí tiene ciertos tintes apocalípticos, futuristas, de lo que puede ser la destrucción y lo que quedaría de nosotros cuando nos acabemos el país, proceso que quién sabe si no comenzó ya. En realidad, no sé si el relato va justamente de eso, pero puede ser que sí. No soy de los escritores que hablan con exactitud de lo que escriben porque no me gusta agotar yo mismo eso que escribí. Creo que acepto y busco interpretaciones que se dan en el proceso de lectura. Pero bueno, ése es otro tema.
Aquí dejo el relato, mi contribución al Blog action day 2007, que se titula Tatuajes del solar.
Tatuajes del solar
A Carla G.C., intención
absoluta de la belleza
Nos encontramos ahí. Fotocinesis de futurizar nuestro pasado y tránsito reiterativo por los vericuetos del futuro, eso precisamente como alternativa, imposibilidad más bien, para resistir la opacidad que verbenea en el entorno de la época y que fustiga el tiempo único que poseemos, que nos hace y permite ser, que ingurgita lo que vive, que azota pues el presente: —Yo seré él, yo seré ella, tú serás el narrador, no en primera como nosotros, uno alterno, así, en un pacto narrativo, no determinemos de qué tipo, historicista ése no, desgarremos el suelo propio, sí, el cielo, el espacio entero entonces, claro, las medulas del solar que nos cobija, que nos tatuó, el que habitamos, terreno y linaje, y volvámoslo a unir si fuera posible, o necesario.
No recuerdas de dónde vienes, pero inventarás y tal vez te acerques a la realidad como fue. Partí, la mistificación inició entonces. Seis salieron a peregrinar antes que yo. Eso evocarás justo cuando te vea de nuevo por primera vez, ella lo ve, erguido en lo alto y mirando la bóveda celeste, con desconsuelo orgulloso que llegará hasta ti como el hedor que tu tierra emane opima, de ruina no turística, y me deslumbren las líneas de polvo amarillo, líneas del sol, dios al que alimentaste, refractadas por el cristal grueso, bello, imponente, pero de transparencia inaudita, del que estará construida esa última pirámide en que te encuentras.
Tú, mujer única en la urbe desolada, contemplas el plumaje hipnótico, ésa, onda multicolor que se enraíza en tu frente oscura, de azúcar quemada, parece abrazarme en un sueño de noble ascendencia y suspiro, del penacho que tú, solitario hombre que resistió… (—¿Naufragio, incendio, saqueo, corrupción, cornucopia, terremoto, crisis, hebefrenia, todos los vicios incluyendo los físicos y los morales y los de ecología, caballos rojo, blanco, negro y verdoso según Apocalipsis?) hummm, la historia, sí, perfecto, exacto, no la crónica posible, real o ficticia, sino el hecho inaprensible, el acontecer diario, individual, de Estado también, que no se está, que se movió indomeñable, portarás como vestigio majestuoso de lo que alguna vez fuiste, y que acaso cambiaste, con destrucción, para servir a una corona, igual o menos a la papalina que luego te colocaste tú mismo, que no quisiste conservar en ninguna de dos ocasiones, para que vieran tu republicana calvicie, impúdica alopecia, pelona zapeada, liberal, que terminó con tu casta, dispersa en la estrecha y voluble memoria del pasado que sepultó a los tuyos, y hará que sólo puedas recordar, con un olor que mezcla en un crisol encajado en tu alma, el copal y la sangre ofrendada, la zarzuela y el cáliz, el mariachi y el tequila, las letras de tus distinguidos juntasílabas y las voces líricas, el desmadre y la chunga, la transa y la mota, la polaca y las conquistas culturales y silenciosas, y económicas, que dejaron mostrenco lo que fue tu pueblo, que lo que serás en ese momento lo desearías sepultado en una lejanía inmensa, astronómica, mas que, para tu bien y para tu mal, sentirás demasiado cerca de ti y de tu pirámide de cristal, única herencia que posees.
¿Qué ha pasado?, preguntarás como si despertaras sobresaltado de un dormir que no dormiste, no fue sueño, que no coincide, sin embonar, con tu última vigilia, ese instante previo al clic en que se unieron tus párpados y tus ojos dejaron de ver lo que otros hicieron en el espacio y el tiempo que duró tu pestañeo. Pero sientes aquello que se hizo, acaso como un tatuaje que miras y tocas sobre tu carne, y es indeleble porque sin él no se explica tu solar, existencia misma de lo que eres. Sí, mi nariz apunta al cielo y extiendo los brazos al sol, cubierta mi cadera por taparrabo y mis pies partidos, llapango soy, que pisan el basamento, porque es tronco de base paralela, de pirámide de cristal, con una pampanilla que denuncia, hasta donde te miro, debajo del poliedro, en el suelo de tierra barbecha, empolvada, tus pantorrillas macizas y sólidos muslos inflamados, con nalgas de roca y vellos oscuros, que me atraen a ti, a tus pectorales de jade, obsidiana y oro sin valor de lucro, sino bello y mítico, estadios ya entonces trascordados.
Nada hay en el paisaje, sino el terreno mismo, planicie desnuda, sin vegetación ni fauna, sin lagunas o ríos, carente de agua, desolado en lo humano, sin embargo con sol, excepto el cristal de la titánica pirámide, de aristas que denuncian los puntos cardinales, y los subcardinales, hasta llegar en suma a 64, mensaje ineludible, tal vez omnipresente, que quizá deba interpretarse como el anhelo de no desubicarse nunca más, de ya no extraviarse en los grados de la brújula de actitud, pueblo y Estado. Ella se siente atraída por tu esencia y eleva las manos, las puntas de los dedos, señalando el hipotético vértice de la pirámide, te apuntan a ti, y me pareces forma incrustada en el profundo e inacabado cielo. Por éste surge un instinto, bracamonte, quizá de entre mi diafragma, que no puedo contener y siento que separa mis labios, observo sorprendida, acto que me coge por sorpresa, que me abre la boca y grito: rayo estridente que escupen mis labios, un sonido largo, plano de mujer, antigualla que fusiona sensaciones mediatas y remotas, en pasado y en futuro, aglutinadas en un espacio de tiempo detenido, separación de la vida horizontal por un corte vertical, estético, que me libera y redime de la privación de verte porque ahí estarás. Grité, gritas, sí, y con la mirada te busco y al encontrarte reconozco tus ojos empíreos y sus hendiduras, con tus pestañas gráciles que intensifican su belleza oscura en la que tantas veces me dibujé como un fantasma que habitaba en ti, y plañir me pareciera inevitable, pero tu rostro me contiene, y tus dedos extendidos hacia mí, inducen a beberme tu silueta para comprobarte ahí, en esa intersección de los remolinos del espacio que el tiempo combinó para el reencuentro, y es entonces que fijo la vista en tu absoluta desnudez, que sólo alcanza a contener tu piel, textura, continuo, liso de hielo, tibia, la recuerdo, y lo poblado, densidad sin tregua, de tu perfectamente delineada, geometría precisa y sin reproche de mácula, pirámide invertida de vellos pubianos, oscuros, igual o más que los recovecos de una cueva que pareciera ocultar sus profundos secretos que la ligan a la tierra, y sus tesoros, recónditos, inefables de fruición divina: —Ven, te digo acaso con el pensamiento, y voy, respondo, él la llama y ella va, se acerca al pie de la escalinata lisa de cristal, y el rito acude, se logra a sí mismo, démosle sentido, hazlo, se inclina y posa sus labios en la tierra, ósculo de magia y agradecimiento, dolor y desconsuelo sosegado, apacible punzada de quien todo lo perdió y es aún, ser que continuó, pulverizado mas inextinguible, impregnas tu aliento en el suelo, en la raíz de lo que somos, y acaricias el escalón primero, observas a través, y subo mientras miro las entrañas de la pirámide, sus venas y secretos, cristalinos, sí, pero con niebla, arterias infartadas que semejan laberintos, y te anhelo, me aguardas en la punta, el perímetro de tu penacho, enorme y vuelto sombra, ilumina mi sendero, estás próxima y danzo, mis plantas curtidas se alzan y caen para levantarse de nuevo, elimino el ritmo, quedó atrás, las cuentas de obsidiana, con vetos rojinegros, en borlas amarradas a mis pantorrillas, surcan el vacío para chocar con fuerza, y hacen música, cuando el viento nos penetra desde un tiempo impreciso con olíbano invisible, incendio de estoraque y mezclas de almizcle y copal, abotargados por la imagen del hedor de nuestra sangre incontenida. Llega y le señalas el centro, miro, verás entonces el nopal pútrido, agusanado, inmundo, el águila desplumada, cuero de gallina, muerta, desparramada y la serpiente flácida, sin lengua, derretida, sin piel, circuncisa, acanalada. El sol, dios, es testigo y cómplice, y autor, de la alteración que nos produce el roce, y goce, de nuestra carne lignificada: —Yo, de nuevo, uni-dos. Pero solos. Pero juntos.