Friday, October 12, 2007

Docente espero que decente: post dedicado a Fernando Arturo Hermida Ochoa y a José Alfredo Páramo de la Cerda



Últimamente, algunas de las principales preguntas que me hacen mis amigos es cómo me va en mis clases, qué tal mis alumnos, por qué no posteo algo al respecto, por qué el silencio de mi faceta docente en este blog escribicionista.

Por partes, decía el descuartizador de Boston y otros más, vamos por partes. Apuntaré para comenzar que de pronto resiento, aunque veo que no tanto como mis amigos, mi cierto carácter polífacético. Mis labores, intereses y pasiones siguen estando dentro de mí, pero es verdad que ya no los externo en la misma forma que antes.

Sólo con algunas cuantas personas, contadísimas, hablo de todo lo que podría hablar, de lo que no debería hablar e, incluso, de lo que definitivamente no soy capaz de hablar, al menos no coherentemente, pero hablo.

Mis archivos existenciales de la ópera suelo abrirlos con la gente que tiene relación de alguna manera con la ópera. Los de la música con la de la música. Los de arte con la de arte. Los de política con la de política. Los de economía y finanzas con la de economía y finanzas. Los de literatura con la de literatura. Los de Internet y bloguerismo con la de Internet y bloguerismo. Y así, en general, si bien es cierto que a veces mezclo con algunas personas diversos temas que no son precisamente los suyos, pero les incumben.

Espero que todo esto no suene pretencioso, o más aún ridículo, sino explicativo. En todo caso, por eso me justifiqué desde un principio en la cabecera de este blog anunciando que, en realidad, cualquier otro tema, a parte de los medulares, o que me parecen medulares, puede aparecer aquí, como en la vida.



Expuesto lo anterior, diré que, en efecto, actualmente imparto la asignatura de Historia y evolución de la ópera, que forma parte del plan de estudios de la carrera de Producción de Espectáculos impartida en la Universidad del Claustro de Sor Juana.

Las clases van muy bien, ya que han sido provechosas y oportunas para adentrarse en el mundo de la ópera, el arte, la cultura. Mis alumnos, como podrá desprenderse de la afirmación anterior, son harto receptivos, participan y cuestionan con agudeza. Al principio, algunos expresaban cierta simpatía por el género operístico. Otros no tanto. Ahora, también hay quienes demuestran un claro gusto por la lírica. Otros no tanto. Pero lo cierto es que ahora, tanto unos como otros, tienen más conocimiento de causa y argumentación para esclarecer sus preferencias artísticas, manifestar sus inquietudes estéticas y concretar sus aspiraciones profesionales como productores. Y eso es importante. Valioso. Y es gracias, entre otros factores, a su sensibilidad misma y, no me sentiría bien si no lo digo, a la confianza que han depositado, mal que mal, en su maestro.

Y que conste que no me estoy queriendo adornar yo. Para nada. Sólo que me sentí muy contento de que en un examen reciente las calificaciones obtenidas hayan sido altas. Eso es significativo, puesto que en buena medida, junto al buen y sano, inquieto, ambiente que hemos mantenido en clase, nos da un parámetro objetivo de lo que ha sido el curso.



Y, por último, como maestro puedo afirmar que la docencia, cuando hay decencia en las partes, es un estimulante circuito, un sistema productivo, en el que el profesor puede escuchar su eco en los alumnos, y los ecos de los alumnos, que siempre se magnifican con el aprendizaje, templan la pedagogía, y el saber mismo, del profesor.

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