A los 87 años de edad, murió el tenor siciliano Giuseppe Di Stefano, hoy tres de marzo. Otro mito de la ópera se va al más allá para incrementar su leyenda lírica en el más acá. Ya estaba muy mal. En estado de coma, de hecho, desde 2004, año en que fue atracado y golpeado sin piedad en su casa de Diani, Kenia.
Como tenor, Di Stefano nunca fue mi ideal, ni mi favorito. Lo consideraba mucho más intérprete que cantante o una gran voz, lo que no es poco ni es común. Su timbre me estresaba, a ratos. Sus tiempos de emisión me exasperaron muchas veces.
Pero, sin duda, disfruté instantes de calidez e intensidad memorable, sobre todo al escucharle el repertorio verista. No fue un cantante para muchos roles, no todo lo hacía bien, aunque era un artista que transmitía sensaciones, matizaba, provocaba sentimientos. Me quedo con un "No! Pagliaccio non son", en vivo, que me electrizó varios días.
Para mí ése era, ése será, Giuseppe Di Stefano, un prototipo de la personalidad de tenor italiano. El mismo de tantas canciones napolitanas y algunos roles románticos que fraseaba como pocos.
Descansa en paz, Pippo.
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