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lunes, diciembre 03, 2007

Soy fuguetiano


Estuve en la FIL de Gdl 2mil7. Estuve con Alberto Fuguet, hablamos harto. En rigor, él habló harto. Me dio la vuelta, fácil. Conoce tanto de literatura, sabe tanto de cine: lo exuda, posee una amplísima cultura hipertextual, digamos, una agudeza y claridad de pensamiento, que no le pude seguir el paso, ni de lejos. Pero fue una experiencia única. Aprendí cada segundo. O traté. Y sobre todo atestigüé que AF es una gran persona, un tipo sensible. Un tipazo. Lo entrevisté igual. En diversas sesiones multiformato, podría decir.

Hoy lunes, publiqué una primera versión de aquella entrevista en el diario Excélsior: el periódico de la vida nacional. Aquí se puede leer en linea:

http://www.exonline.com.mx/diario/noticia/especiales/comunidad/soy_fuguetiano/64930

Gracias a Excélsior por su interés y obvio a Alberto Fuguet, por ser Alberto Fuguet y por su mundo. Vendrán otras versiones, extendidas, de aquel encuentro. Pero mientras posteo lo que salió hoy:


Excélsior 03-Diciembre-2007
"Soy fuguetiano"
Por José Noé Mercado

GUADALAJARA.- Quién es Alberto Fuguet para Alberto Fuguet, se le pregunta a uno de los personajes de mayor onda alternativa en la literatura latinoamericana contemporánea. Un chileno que no sólo escribe, sino que es un narrador combo, multiformato y multimedia, que visitó la Feria Internacional del Libro de Guadalajara para presentar la obra del colombiano Andrés Caicedo, un escritor muerto por medios propios en 1977, a los 25 años de edad: “sin duda el autor colombiano más interesante que se haya presentado en esta FIL y más vivo que muchos de los que aquí se presentan a cada rato; digamos un intelectual pop”.

La respuesta podría plasmarse al decir que Fuguet, desde que irrumpió en el panorama de las letras, preguntaba: “hasta cuándo todo lo que se escribe en América Latina será sobre pueblos rurales, folclor, lo ocurrido hace decenas o centenas de años; cómo puedo identificarme con un personaje que pase lo que pase puede morir y resucitar, con una abuela voladora, o con un sitio donde los tucanes hablan”. Hasta que él, y una suerte de hermandad cósmica de narradores, que en diversos países latinoamericanos tampoco encontraban padres literarios en español, en los 90 contrapunteó al establishment con una propuesta más urbana y realista, virtual y no mágica. Hasta que el mítico Macondo se magulló ante el McOndo en el que se vive día a día.

Fuguet, hoy escritor y cineasta, periodista, cinépata, ex crítico de cine y rock, guionista, “uno de los 50 líderes latinoamericanos del nuevo milenio” (según Times y CNN), autor de los libros Sobredosis, Mala onda, Tinta roja, Por favor, rebobinar, Las películas de mi vida, Cortos, Apuntes autistas, Road story y director del filme Se arrienda, no es fácil de definir: es inquieto, lleno de proyectos, con una pila de alta duración que va de dirigir videoclips indie (Máquinas, del grupo Teleradio Donoso, se estrena mañana), a filmar, en breve, un corto para Nokia en el que probará las capacidades de un teléfono celular. No para. Está al día.



El narrador contesta la pregunta. “Creo que es un tipo que, a estas alturas, me cae relativamente bien. Estoy conforme y espero más. Creo que es un tipo levemente perdido y autista que, más o menos, se encontró y encontró su ruta. Digamos que respondo a lo que produce. Me siento cercano a él y a su obra. Me siento afortunado. Agradecido. Quiero seguir creando. Mi curiosidad es inagotable. Tu pregunta es –creo– imposible de responder. Pero nada: no creo que valga la pena atacarme, porque sería pose. Y alabarme sería de mal gusto. Pero lo que más me acomoda de Fuguet –y esto de hablar en tercera me complica– es que, después de años, creo que he logrado ser fuguetiano. Ésa ha sido mi meta y ahora las futuras tienen que ver con consolidar ese planeta en el cual vivo y que he, digamos, creado. El planeta que habitan mis personajes”.

Pero otros, los del canon literario, sí que lo han atacado. Algunos años, incluso, dejó de escribir. ¿Lo dañaron? “Creo que lo intentaron, sí, pero no lograron la meta de, para decirlo paranoicamente, silenciarme. Yo esperaba ser aceptado, pero no sucedió así. No sé si fue una crisis, pero sí tuvo que ver, creo, con querer desaparecer, ser anónimo, no publicar para que no me jodieran. Por lo tanto, si me callé por unos años antes de Las películas de mi vida fue para sobrevivir: dejar de ser mediático, dejar de estar expuesto. Creo que, más que crisis, fue como la resaca McOndo. Me dije: ya que me odian tanto, quizás deba callar. Pero seguí creando y comenzó mi acercamiento al cine. Buena parte de Cortos lo hice en ese periodo de silencio".

Alberto Fuguet sabe que muchos escritores serios, autores que se quedaron atrapados en una antigua forma de entender el mundo, que desconocen los nuevos formatos, como los blogs, internet, los medios alternativos para enchufarse a la vida, lo miran menos. “No me incluyen, para ellos soy un freak. Pero en rigor tampoco me interesan sus premios, ni su prestigio, si para obtenerlos he de transar, de venderme. El único premio que quisiera obtener es el Oscar.

“Al final, todo se trata de narrar. De crear personajes. Eso es todo. Sentí que estaba creando un mundo mío cuando era crítico y lo mismo sentí cuando estaba filmando un largo o reporteando o escribiendo una novela. Lo que deseo es que la suma de todo sea coherente, tenga un perfil y sea, claro, personal, aunque eso implique no ganar premios, no ser respetado, no ser parte del canon”.

2 comentarios:

  1. Estupenda entrevista. Te felicito. Realmente,...¡¡¡ eres todo un escribicionista!!!
    Magnífico trabajo, mi querido Noe.
    Un abrazo afectuoso,
    Luis Márquez

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  2. Periodista escritor o escritor periodista, ambos oficios, y otros, domina Noé Mercado. Hace decir al propio Fuguet que es Fuguetiano. Que es quien es y asì se acepta. Nos acerca de esa manera al enigma llamado Fuguet y a lo que atràs de él se esconde. Lo devela y nos lo revela. Lo deja ver mejor con esa luz de pálida candela que no nos encandila pero que nos permite atisbar en el hombre màs que en el mítico personaje. Bien por Don Noé.

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