Monday, December 31, 2007

El tiempo no procrastina: rip 2mil7



El tiempo fluye sin moldes, ciego, indiferente a los años sobre los que el ser humano cree que configura su existencia. Así, 2mil7 se acaba, pero si no acabara, si continuara eternamente, el tiempo igual fluiría. Ningún ciclo es ciclo para el tiempo, sólo para nosotros que en él somos y ocupamos espacio. Por un tiempo.

Posteo dos fragmentos de Kundera para ¿cerrar? 2mil7. Mañana será 2mil8. Se supone, se dice, haremos de cuenta. El primero sobre el significado de nuestra historia personal. ¿Lo tiene? Más nos valdría, existencialmente, que sí, que lo tuviera para librarnos del horror y del vacío de la procrastinación -ahora que está de moda- total y absoluta: incluso la de vivir. El segundo sobre eso de que uno es uno y su circunstancia, pero los otros también son ellos y sus circunstancias. Eso ocurre en las relaciones personales, sentimentales, de tido tipo, pero a veces lo olvidamos. O no lo hemos tomado en cuenta. Y lo más fundamental: yo y los demás somos, siempre, respecto a mi yo. Sí. Eso lo explica todo. O casi. En el amor, por lo menos, creo que sí. En fin: va: posteo:

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¿Es que las historias, además de ocurrir, de acontecer, también dicen algo? A pesar de mi escepticismo me ha quedado algo de superstición, por ejemplo esta extraña convicción de que todas las historias que en la vida me ocurren, tienen además algún sentido, significan algo; que la vida, con su propia historia, dice algo sobre sí misma, que nos desvela gradualmente alguno de sus secretos, que está ante nosotros como un acertijo que es necasario resolver, que las historias que en nuestra vida vivimos son la mitología de esa vida y que en esa mitología está la clave de la verdad y del secreto. ¿Que es una ficción? Es posible, es incluso probable, pero no soy capaz de librarme de esa necesidad de descifrar permanentemente mi propia vida.



Me pareció que es un error cuando se pretende abstraer al ser amado de todas las circunstancias en las que se le conoció y en las que vive, cuando se lo intenta, con una laborosísima concentración interna, purificar de todo lo que no es él mismo, y por lo tanto también de la historia que junto a él se ha vivido y que forma el perfil del amor.

Lo que yo amo en una mujer no es aquello que ella es en sí misma y para sí, sino aquello con lo que se dirige hacia mí, lo que es
para mí. La amo como a un personaje de nuestra historia compartida. ¿Qué sería la figura de Hamlet sin el castillo de Elsinor, sin Ofelia, sin todas las situaciones concretas por las que pasa, qué sería sin el texto de su papel, qué sería haciendo abstracción de todo ello? ¿Qué quedaría de ella, más que una especie de esencia ilusoria, vacía, muda?
La broma
Milan Kundera

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