Monday, May 31, 2010

Hacia el horizonte


Hacia el horizonte
x José Noé Mercado

Santiago es un periodista joven y alternativo porque no tiene nada de vaca sagrada ni siente admiración o envidia por ellas ni por los medios luminosos en que trabajan. Santiago cree en la libertad de expresión, pues fuera de modificaciones estrictamente editoriales sus textos nunca han sentido el filo de la censura y su labor periodística, si bien le sirve a él para satisfacer un algo interno, lo ha dispuesto para el bien común. Para informar, para explicar, para dar contexto. Incluso, para opinar con base en lo que está informado y sabe.

Sin proponérselo conscientemente, ha contrapesado el poder, ha dado voz a quienes no son escuchados. Si se dice pretenciosamente: ha ayudado a los necesitados. Y en eso es reconocido. Cuando reflexiona sobre su quehacer y acaso legado, siente orgullo y el medio en que trabaja le parece digno y ejemplar.

Aunque nada es para siempre.

Pasa el tiempo y, en uno de sus artículos publicados, Santiago sin querer queriendo afecta muchos intereses. Entre ellos, indirectamente, los del medio donde labora. Su hasta entonces reconocida labor periodística se vuelve incómoda. Cuestionada. Prescindible. Sus amigos editores dejan de ser amigables y le reprochan especulaciones, fantasmas personales e intereses extraperiodísticos en la motivación de su texto. El poder contrapesado encuentra la coyuntura pera golpear a Santiago, quien ahora se ve obligado a defender su propia labor periodística, su profesionalismo, su ética. En cierta forma, lo logra con facilidad.

Pero esta historia no acaba así de fácil. Se repite una y otra vez, con leves variaciones. Santiago se volvió el blanco de los poderosos de intereses negros. Por fortuna, no le dan. Aunque para cuando el cuento termina, Santiago está exhausto. Desgastado en su ánimo. ¿Todo este apaleo sólo por decir la verdad?, se pregunta. ¿Realmente dijo la verdad?, se cuestiona, ¿ésta existe? ¿No será que, en efecto, se la pasa hablando de espectros personales; que le gusta más bien especular en su trabajo?

Santiago capta que debe parar, poner stop a sus emociones porque cuando se le empieza a dar la razón a los enemigos, para llamar de alguna forma no a las personas sino a lo contrario de los ideales, de las motivaciones, de las razones de ser que abandera, uno ya se volvió enemigo de sí mismo. Es el principio de poner en jaque los principios. Así que corta, next. Pero igual se queda con una enorme pregunta: ¿tiene sentido ejercer así el periodismo? ¿Hay necesidad? ¿Quiere pagar el precio?

Santiago, desde luego, no es Santiago. Pero esta anécdota es real. Y permite ilustrar una realidad del periodismo hoy, en México, y que alcanza a cuestionar qué tanto puede fusionarse la teoría con la práctica del periodismo. ¿Hay, en rigor, un versus entre el aula y lo que hay periodísticamente fuera de ellas, entre el deber ser y el ser cotidiano del periodista, de los mass media?

Santiago me dice, respondiéndose más bien a sí mismo, que sí, que ejercer el periodismo vale la pena aun cuando haya que pagar ciertos peajes, porque es una necesidad del ser humano libre, de su sociedad. Pero Santiago también me cita a Milan Kundera, el novelista y ensayista checo, en La inmortalidad:

“El político depende del periodista. ¿Pero de quién dependen los periodistas? De los que pagan. Y los que pagan son las agencias publicitarias, que compran de los periódicos el espacio y de la televisión el tiempo para sus anuncios”.

“Así es que la lucha del periodista hoy, de su vocación, está en ganar terreno y resistir”, me dice Santiago. “En abrir caminos para apegarse a una conducta ética que le haga buscar la verdad, aunque ésta no exista sino en abstracto. Debe dirigirse a ella como se camina hacia el horizonte: sabiendo que no lo alcanzarás nunca, pero sin perderlo de vista en tu sendero. Y, sobre todo, aunque dependa de sus jefes editoriales y los medios masivos con sus propios intereses, el periodista como individuo debe aspirar a la independencia del poder condicionante. Y basarse en la verificación, en el rigor de los hechos, en la honestidad, en su preparación y profesionalismo. En la lealtad a sí mismo y al bien común y a sus principios. Pero eso suena idealista. No sé si eso esté en la agenda periodística. Yo no lo estuve y lo pagué. Para bien y mal”.

3 comments:

  1. Estoy de acuerdo con tu planteamiento. Es necesario que el periodista, el periodismo y la enseñanza de la disciplina revisen sus fundamentos y hagan bien las cosas. No se puede seguir viviendo con criterios anacrónicos que, tal vez, funcionaban en la Inglaterra victoriana.

    Tampoco, el periodista, el periodismo y su enseñanza pueden seguir pretendiendo que el hecho de no aceptar lo que no entienden no hace que desaparezca. Vamos, eso es como que en una escuela de periodismo bloquearan el acceso a las redes sociales porque "los alumnos pierden tiempo en ellas".

    En fin, lo único que no me gusta de tu post es el homenaje a Chespirito. Creo que ese señor y sus personajes son uno de los fenómenos de comunicación más tristes que hemos padecido.

    Un abrazo.

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  2. Pero ese periodismo que se practica en México, me atrevería a decir, es el periodismo que se practica en todo, sino es que casi, en todo el mundo. En Estados Unidos sobre todo en los diferentes frentes militares que tiene abiertos el gobierno de Washington en otras partes del mundo, difícilmente la información fidedigna llega al pueblo estadounidense. Existe una manipulación e interés, así como contubernio entre empresarios, dueños de los periódicos, y la Casa Blanca. Imaginemos cuál es el papel de los medios de comunicación en Italia, donde el primer ministro Silvio Berlusconi, está al frente del país. Sin embargo, coincido en que el verdedero periodista debe luchar frente a un panora adverso. Que cuesta, sin dudarlo, pero no es imposible.

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  3. hola gabriel
    estoy de acuerdo contigo. estamos en
    el siglo 21, entonces debemos
    intentar asumir esos retos.
    un poco es adaptarse al cambio, o perderse en él.

    rafa de acuerdo. es una situación mundial, que afecta a todo el periodismo. y de hecho, lo que la hace más terrible es lo que apuntas: la concentración de medios y su relación con el poder. en eso hay que trabajar.

    saludos

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