Escribicionismo
En el tiempo somos. Es el 2006, mayo, sábado 6. Supongo que Ana Frank no pensó mucho qué escribir en su diario. La necesidad le imponía el tema. La angustia, no sé. Uno siempre es uno y su circunstancia, ¿no? En todo caso, no tenía un blog. Ni pensaba qué debería poner para empezar. Como yo. Pero su acción y ansiedad de la escritura es la misma, quizá, que la mía. Es sólo como si por escrito algo perdurara un poco más. Pero en el fondo no es tan así. Nada perdura. "Si pasó como un soplo la estirpe de los dioses", que decía RWagner, entonces para qué escribir. Yo no lo sé de cierto, digo como diría Sabines el poeta. Pero supongo que es como esos amoríos enfermos: tienen algo de morbosamente inevitables. O casi. ¿O soy al único al que le han tocado? Pensé en escribir mi primera autoentrevista y postearla por aquí. Pero eso será la próxima, decidí. Soy entrevistador y por razones diversas he llegado al punto en que me solicité una entrevista. Que tal vez a nadie le importe. Ni a mí, siquiera. Sin embargo, hay cosas de las que nunca se puede estar seguro. Vamos por partes. Cero entrevistas por el momento. Me apetece más pensar en el caos que en el orden -¿no es así la vida?- para este blog, que es tan mío como de quien de verdad quiera leerlo. Por aquí hay un sofá, o una silla. Siente comodidad, estás en casa. Casi. Sírvete. Propongo un ejercicio, como para ir entendiéndonos. Imagina: Un callejón vacío. No coches, no árboles, no gente. Un callejón no más. El de Don Gato, si quieres, pero sin Don Gato ni su pandilla. Caminas. Hay sol. En la soledad espacial, me ves. Camino hacia ti. Traigo una gorra amarilla marca Nike. Muerdo una manzana. Llevo puesta una playera que dice Coca-Cola. Bebo una Fanta de naranja. Te saludo. Se me cae un libro que traía en la otra mano. ¿Me detienes mi lata de Fanta? No. Mejor pásame tú el libro, ¿va? Ya. Si me viste y estabas a punto de agacharte y darme mi libro, hicimos una conexión a través de la escritura y la lectura. Eso es lo que me gusta hacer. A veces leo y le paso su libro a alguien. A veces escribo para que me levanten el libro. ¿Que libro era, por cierto? Lo dejo a tu imaginación. El punto. Expresarme por escrito es una actitud que me viene más o menos de los 12 o 13 años. No estoy seguro. Escribía sobre las chavas que me gustaban en la escuela. A veces me daba por contar la verdad. Otras, suponiendo la realidad limitada, desventajosa o triste -como a veces esas chavas en la realidad no coincidían con las de mis textos, me desilusionaba-, tendí a inventar. Creo que hacía ficción sin entender lo que ello significaba. Expresarme de esa manera se me hacía muy normal porque desde muchos años antes ya leía. Ociosidades, pero leía. Publiqué, sin pudicicia alguna, casi simultáneamente a la ocasión que escribí por primera vez. Hablo de publicar en el sentido de mostrar lo escrito a alguien más. De hacerlo público, de algún modo. Quizá era desvergüenza. Ignorancia. Exhibicionismo, no sé. Corto aquí. Estoy quemando material de mi autoentrevista. Resumo, soy un escribicionista.
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