Monday, May 29, 2006

Kiri en México, antes o en el curso de la gala

El viernes pasado estuve en el debut en México de la soprano neozelandesa Kiri Te Kanawa (a sus tiernos 60 y pico años de edad). Mi reseña-crítica del concierto de gala Pro Ópera, que la cantante dio acompañada por la Orquesta Sinfónica Nacional, irá precisamente para la revista Pro Ópera. Pero acá anoto 4 breves apuntes:

UNO Una vez más decidí ir a Bellas Artes en metro, pues cada vez resulta más complicado meterse al Centro Histórico (no por nada llamado histérico) del De-Efe. Siempre, o casi, hay marchas, manifestaciones, bloqueos y demases. Antes de subir al metro vi que en los tenderetes piratas ya tenían a la venta en deuvedé (además de El código Da Vinci y otras) Silent Hill, la película, que en las salas nacionales será estrenada en julio. Nuestros piratas postaztecas sí que están al día (no todo nos llega, por fortuna, a los 60 y pico años de edad, ni a 130 años de estrenarse en Bayreuth, etc).

DOS Las filas para ingresar a Bellas Artes se extendían por la explanada y no parecían avanzar. Logré colarme al interior del Palacio y observé que las puertas del teatro aún permanecían cerradas. El concierto era a las 8 y para esto ya faltaban 5 minutos. Aunque la gente en la entrada y el medio del foyer no sabían qué estaba ocurriendo, me enteré que al sindicato se le ocurrió solicitar o tal vez concretar más prestaciones. ¿Será que a las autoridades les gusta que les apliquen la llave manita de puerco en público? Porque no es raro que estas presiones ocurran, y al paracer poco hacen para evitarlas. ¿Qué se puede hacer? Sentarse y negociar, pero no al 5 para las 8. Por otro lado, es probable que no se me crea a la primera, pero es divertidísimo (tristemente) mirar el interior de Bellas Artes hecho un merequetén. Cualquiera puede pensar de rápido que es como un escenario sacado de las novelas Terra Nostra o 2666 o Insomnio posmoderno (si ha leído ésas casi 3mil páginas en total), descontextualizado y sin belleza literaria: por supuesto. La gala inició poco más o menos 8:30.

TRES El tiempo ha pasado. Lógico. Dame Kiri, una leyenda, ya no es Kiri la que se hizo leyenda. Ahora es sólo la leyenda. Aunque no arriesgó nada en lo vocal, sólo cumplió, el público aplaudió con entrega no correspondida. ¿Y es eso lo que vale, el aplauso y el contento del público, o no? Alguien me dijo que era absurdo esperar la voz tal como en los mejores años, que lo que valía la pena de la gala era mirar la técnica, impecable, absoluta, extraordinaria. Y alguien más me dijo que la técnica, en sí misma, no es un mérito, que toda técnica es admirable sólo en relación para lo que sirve, en este caso: cantar, y que, por lo demás, en un cantante la técnica no se ve: se oye y que por lo oído, o no oído, pues como que hablar de técnica era como hablar de la técnica de un futbolista sin piernas. Luego se disculpó ante mí por la analogía tan irreverente, pero así veo las cosas, dijo.

CUATRO Los operófagos -mínimo los que se pusieron el saco- salieron regañados por el concertador Enrique Arturo Diemecke. Al iniciar la segunda parte de la gala, el director, que ya había iniciado la música, detuvo la orquesta y volteó a luneta y dijo que guardaran silencio, que los conciertos no eran para platicar, aunque fueran de ópera. ¿Aunque fueran de ópera? Qué habrá querido decir. Lo que pasa, me dijo al final de la gala la cantante xyz, es que como a la Sinfónica casi ni viene público y se toca con la sala semi vacía, salvo en contadas excepciones, pues es comprensible que el maestro se moleste con el rumor de una sala llena, como hoy.

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